El blog del Dr. Enrique Rubio

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La carga viral del COVID 19 es un marcador útil para evaluar la gravedad y el pronóstico

La carga viral del COVID 19 es un marcador útil para evaluar la gravedad y el pronóstico
Los pacientes graves con COVID-19 tienden a tener una alta carga viral y un largo período de eliminación del virus

Federico Pérez
23 de marzo 2020. 3:10 pm
La dinámica viral en casos leves y graves de COVID 19 ha sido el objeto de estudio de un grupo de investigadores del Hospital of Nanchang University que publican los resultados en The Lancet Infectious Diseases. El estudio concluye que la carga viral de SARS-CoV-2 podría ser un marcador útil para evaluar la gravedad y el pronóstico de la enfermedad
Anteriormente estos autores ya habían realizado estudios del mismo tipo en pacientes con Síndrome Respiratorio Agudo (SARS) encontrando que la carga viral del coronavirus del síndrome respiratorio agudo severo (SARS-CoV-2) alcanza su punto máximo dentro de la primera semana del inicio de la enfermedad.
Los resultados de febrero de 2020 indicaron que el espectro clínico de esta enfermedad puede ser muy heterogéneo.
En este nievo estudio, Yang Liu, y su equipo de colaboradores investigan la dinámica viral analizando los patrones de ARN viral observados en pacientes con COVID-19 leve y grave.
Los autores incluyeron en el estudio 76 pacientes ingresados en el Primer Hospital Afiliado de la Universidad de Nanchang (Nanchang, China) del 21 de enero al 4 de febrero de 2020. Se confirmó que todos los pacientes tenían COVID-19 en el momento del ingreso por determinación con RT-PCR, y se analizaron las cargas virales obtenidas de muestras recogidas con torunda nasofaríngea.
Liu indica que se clasificó a los pacientes como “casos graves” aquellos que tenían cualquiera de las siguientes características en el momento de la admisión: dificultad respiratoria (≥30 respiraciones por minuto); saturación de oxígeno en reposo ≤93%; relación entre la presión parcial de oxígeno arterial y la concentración parcial de aire inspirado en oxígeno ≤300 mm Hg; o complicaciones graves de la enfermedad (p. ej., insuficiencia respiratoria, necesidad de ventilación mecánica, shock séptico o insuficiencia orgánica no respiratoria).
46 (61%) individuos fueron clasificados como casos leves y 30 (39%) fueron clasificados como casos severos. Los datos demográficos básicos y los síntomas clínicos iniciales de estos pacientes no difirieron significativamente entre los grupos, excepto que los pacientes en el grupo severo eran significativamente mayores que los del grupo leve, como se esperaba, señalan los investigadores
Ningún paciente murió por la infección. El 77 por ciento de los casos graves recibieron tratamiento en la unidad de cuidados intensivos (UCI), mientras que ninguno de los casos leves requirió tratamiento en la UCI.
Todas las muestras fueron recolectadas de acuerdo con las pautas de la OMS.
La carga viral media de los casos graves fue alrededor de 60 veces mayor que la de los casos leves, lo que sugiere que las cargas virales más altas podrían estar asociadas con resultados clínicos graves.
Liu y su equipo también estudiaron muestras en serie de 21 casos leves y diez casos graves, encontrando que los casos leves tenían un aclaramiento viral temprano, con el 90% de estos pacientes que dieron repetidamente resultados negativos en RT-PCR al cabo de 10 después del inicio. Por el contrario, todos los casos graves todavía dieron positivo en el día 10 después del inicio. “En general, nuestros datos indican que es similar al SARS en 2002–03” según los autores.
Los pacientes con COVID-19 grave tienden a tener una alta carga viral y un largo período de eliminación del virus. Este hallazgo sugiere que la carga viral de SARS-CoV-2 podría ser un marcador útil para evaluar la gravedad y el pronóstico de la enfermedad.

COVID-19

COVID-19

La inmunidad después de cualquier infección puede variar de total y para toda la vida o a ser casi inexistente.
Hasta ahora, sin embargo, solo se dispone de los primeros indicios de datos sobre la inmunidad al SARS-CoV-2, el coronavirus que causa la enfermedad COVID-19.
El médico danés Peter Panum se distinguió por descifrar esto en el caso del sarampión cuando visitó las islas Feroe (ubicadas entre Escocia e Islandia) durante un brote en 1846 y descubrió que los residentes mayores de 65 años que habían vivido el brote anterior en 1781 estaban protegidos.
La inmunidad a los coronavirus
Ocasionalmente un gran grupo de virus pasan de los animales huéspedes a los humanos: el SARS-CoV-2 es la tercera epidemia de coronavirus más importante que afecta a los humanos en los últimos tiempos, después del brote del Síndrome Respiratorio Agudo Grave (SRAG) de 2002-2003 y el brote de Síndrome Respiratorio por Coronavirus del Oriente Medio (SROM), que comenzó en 2012.
Los coronavirus cada año causan infecciones respiratorias que van desde un resfriado común hasta la neumonía.
Se infectaron a dos grupos de voluntarios humanos con un coronavirus estacional y alrededor de un año después les inocularon el mismo virus o uno similar para observar si habían adquirido inmunidad.

En el primer estudio, los investigadores seleccionaron a dieciocho voluntarios que desarrollaron resfriados después de que se les inoculó una cepa de coronavirus en 1977 o 1978. A seis de los sujetos se les volvió a aplicar la prueba de tolerancia un año más tarde con la misma cepa, y ninguno se infectó, se cree que gracias a la protección adquirida con su respuesta inmune a la primera infección. Los otros doce voluntarios fueron expuestos a una cepa ligeramente diferente de coronavirus un año después y su protección fue solo parcial.

Segundo estudio en 1990, se inoculó a quince voluntarios con un coronavirus; diez se infectaron. Catorce regresaron para que se les inoculara la misma cepa un año después: mostraron síntomas menos graves y sus cuerpos replicaron menos el virus que después de la prueba de tolerancia inicial, en especial aquellos que habían mostrado una fuerte respuesta inmunitaria la primera vez.
No se han efectuado pruebas de tolerancia en humanos como esas para estudiar la inmunidad al SRAG ni al SROM. Sin embargo, las mediciones de anticuerpos en la sangre de las personas que han sobrevivido a esas infecciones indican que estas defensas persisten durante algún tiempo: dos años para el SRAG, y casi tres años para el SROM. Sin embargo, la capacidad neutralizadora de estos anticuerpos —una medida de lo bien que inhiben la replicación del virus— ya estaba disminuyendo durante los periodos de estudio.
Estos estudios forman la base para una estimación bien fundamentada de lo que podría pasar con los pacientes de la COVID-19.

Después de ser infectados con SARS-CoV-2, la mayoría de los individuos tendrán una respuesta inmune, algunos mejor que otros. La respuesta ofrecerá cierta protección a mediano plazo, por lo menos un año, y luego su eficacia podría disminuir.
Otras pruebas apoyan este modelo. Un reciente estudio arbitrado, dirigido por un equipo de la Universidad Erasmus, en los Países Bajos, publicó datos de doce pacientes que mostraban que habían desarrollado anticuerpos después de una infección con SARS-CoV-2. Análisis estadísticos de muchos casos de coronavirus estacionales en Estados Unidos con un modelo matemático para inferir que es probable tener inmunidad durante un año más o menos para los dos coronavirus estacionales más estrechamente relacionados con el SARS-CoV-2, lo cual puede ser un indicio de cómo podría comportarse también la inmunidad al SARS-CoV-2.
LA infección crea inmunidad en la mayoría o en todos los individuos y que la protección dura un año o más, entonces la infección de un número cada vez mayor de personas en una población determinada llevará a la acumulación de lo que se conoce como inmunidad de grupo. A medida que más y más personas se vuelven inmunes al virus, un individuo infectado tiene cada vez menos posibilidades de entrar en contacto con una persona susceptible de infección. Al final, la inmunidad de grupo se vuelve tan dominante que, en promedio, una persona infectada contagia a menos de una persona; en ese punto, el número de casos comienza a disminuir. Si la inmunidad de grupo está lo suficientemente extendida, entonces, incluso en ausencia de medidas diseñadas para frenar la transmisión, el virus puede contenerse, al menos hasta que la inmunidad disminuya o nazcan suficientes personas nuevas susceptibles de contraer la enfermedad.
Por el momento, los casos de la COVID-19 se han subestimado debido a las pruebas limitadas, tal vez por un factor de diez en algunos lugares, como Italia a finales del mes pasado. Si el subconteo es más o menos el mismo también en otros países, entonces la mayoría de la población del mundo (si no es que toda) todavía es susceptible a la infección, y la inmunidad de grupo es un fenómeno menor en este momento. El control del virus a largo plazo depende de que la mayoría de las personas se vuelvan inmunes, ya sea mediante la infección y la recuperación o mediante la vacunación; la magnitud de la mayoría depende de otros parámetros de la infección que aún desconocemos.
Una de las preocupaciones tiene que ver con la posibilidad de reinfección. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Corea del Sur informaron recientemente que 91 pacientes que se habían contagiado de SARS-CoV-2 y que luego dieron negativo para el virus salieron positivos en una prueba posterior. Si algunos de estos casos eran, en efecto, reinfecciones, pondrían en duda la fuerza de la inmunidad que los pacientes habían desarrollado.
Una posibilidad alternativa, que muchos científicos creen que es más probable, es que estos pacientes tuvieron un resultado de falso negativo en medio de una infección en curso, o que la infección había cedido provisionalmente y luego resurgió. Los Centros para la Prevención y el Control de Enfermedades de Corea del Sur está trabajando ahora para evaluar el mérito de todas estas explicaciones. Al igual que con otras enfermedades para las que puede ser difícil distinguir una nueva infección de un nuevo brote de una vieja infección, como es el caso de la tuberculosis, la cuestión podría resolverse comparando la secuencia del genoma viral del primer y segundo periodo de infección.
Por ahora, es razonable suponer que solo una minoría de la población mundial es inmune al SARS-CoV-2, incluso en las zonas más afectadas. ¿Cómo podría evolucionar este cuadro provisional a medida que se obtengan mejores datos? Los primeros indicios sugieren que podría cambiar en cualquier dirección.
Es posible que se hayan producido muchos más casos de la COVID-19 de los que se han notificado, incluso después de tener en cuenta las pruebas limitadas. Un estudio reciente (que aún no es examinado) indica que en lugar de, digamos, diez veces el número de casos detectados, Estados Unidos podría realmente tener más de cien o incluso mil veces la cifra oficial. Esta estimación es una inferencia indirecta de las correlaciones estadísticas. En emergencias, tales evaluaciones indirectas pueden ser una evidencia temprana de un hallazgo importante, o casualidades estadísticas. Pero si lo anterior es correcto, entonces la inmunidad de grupo al SARS-CoV-2 podría estar construyéndose más rápido de lo que indican las cifras comúnmente reportadas.
Por otra parte, otro estudio reciente (que tampoco ha sido examinado hasta ahora) indica que no todos los casos de infección pueden estar contribuyendo a la inmunidad de grupo. De 175 pacientes chinos con síntomas leves de la COVID-19, el 70 por ciento desarrolló fuertes respuestas de anticuerpos, pero cerca del 25 por ciento desarrolló una respuesta baja y cerca del 5 por ciento no desarrolló ninguna respuesta detectable. Dicho de otro modo, la enfermedad leve no siempre puede crear protección. De manera similar, será importante estudiar las respuestas inmunitarias de las personas con casos asintomáticos de infección por SARS-CoV-2 para determinar si los síntomas, y lo graves que sean, predicen si una persona se vuelve inmune.
El equilibrio entre estas incertidumbres se hará más claro cuando se realicen más estudios serológicos o análisis de sangre para detectar anticuerpos en un gran número de personas. Tales estudios apenas comienzan y deberían mostrar resultados pronto. Por supuesto, mucho dependerá de cuán sensibles y específicas sean las diversas pruebas: cuán bien detecten los anticuerpos del SARS-CoV-2 cuando estos estén presentes y si pueden evitar las señales espurias de los anticuerpos contra los virus relacionados.
Aún más difícil será entender lo que significa una respuesta inmunitaria para el riesgo de reinfección de un individuo y su contagio a otros. Basándose en los experimentos de los voluntarios con coronavirus estacionales y los estudios de la persistencia de los anticuerpos para el SRAG y el SROM, se podría esperar una fuerte respuesta inmunitaria al SARS-CoV-2 para protegerse completamente contra la reinfección y una más débil para protegerse contra la infección grave y así seguir frenando la propagación del virus.
No obstante, diseñar estudios epidemiológicos válidos para averiguar todo esto no es fácil: muchos científicos, incluidos varios equipos de los que formo parte, están trabajando en el tema en este momento. Una dificultad es que las personas con una infección previa pueden diferir de las personas que aún no se han infectado de muchas otras formas que podrían alterar su riesgo futuro de infección. Analizar el lugar que ocupa la exposición previa en otros factores de riesgo es un ejemplo del clásico problema que los epidemiólogos llaman “ la variable o factor de confusión”, y en la actualidad se vuelve más difícil debido a los rápidos cambios en las condiciones de la pandemia del SARS-CoV-2 que aún se está propagando.
Sin embargo, entenderlo lo más pronto posible es en extremo importante: no solo para calcular el alcance de la inmunidad de grupo, sino también para averiguar si algunas personas pueden reincorporarse a la sociedad de forma segura, sin volver a infectarse o servir de vector, y propagar el virus a los demás. Lo importante de este estudio es averiguar cuánto tiempo dura la protección.
La evidencia experimental y estadística indica que la infección por un coronavirus puede ofrecer algún grado de inmunidad contra coronavirus distintos pero relacionados. Aún no se sabe si algunas personas corren un riesgo mayor o menor de infección por el SARS-CoV-2 debido a un historial previo de exposición a coronavirus.
Y además está la cuestión de los factores que fortalecen la inmunoamplificación: a través de una variedad de mecanismos, la inmunidad a un coronavirus puede en algunos casos exacerbar una infección en lugar de prevenirla o mitigarla. Este fenómeno problemático se conoce mejor en otro grupo de virus, los flavivirus, y puede explicar por qué la administración de una vacuna contra el dengue —una infección por flavivirus— puede a veces empeorar la enfermedad.
Tales mecanismos todavía se están estudiando en el caso del coronavirus, pero la preocupación de que puedan estar en juego es uno de los obstáculos que ha frenado el desarrollo de las vacunas experimentales contra el SRAG y el SROM. La protección contra la inmunoamplificación también será uno de los mayores desafíos que enfrentan los científicos que tratan de desarrollar vacunas para la COVID-19. La buena noticia es que la investigación sobre los otros dos coronavirus ha comenzado a aclarar cómo funciona la inmunoamplificación, sugiriendo formas de evitarla, y se está llevando a cabo una extraordinaria gama de esfuerzos para encontrar una vacuna para la COVID-19, utilizando múltiples enfoques.
Se necesita más ciencia en casi todos los aspectos de este nuevo virus, pero en esta pandemia, como en las anteriores, se deben tomar decisiones con consecuencias muy importantes antes de que se disponga de datos definitivos. Dada esta urgencia, el método científico tradicional —formular hipótesis informadas y probarlas mediante experimentos y una cuidadosa epidemiología— es hiperacelerado. Dada la atención del público, ese trabajo está inusualmente en exhibición. En estas difíciles circunstancias, solo puedo esperar que este artículo muy pronto luzca desactualizado, ya que se descubra mucho más sobre el coronavirus de lo que se conoce ahora.
Marc Lipsitch (@mlipsitch) es profesor en los departamentos de Epidemiología e Inmunología y Enfermedades Infecciosas de la Escuela de Salud Pública T. H. Chan de la Universidad de Harvard, donde también dirige el Centro de Dinámica de Enfermedades Transmisibles. Credit…Santi Palacios/Associated Press…21 de abril de 2020

COVID-19

COVID-19

La inmunidad después de cualquier infección puede variar de total y para toda la vida o a ser casi inexistente.
Hasta ahora, sin embargo, solo se dispone de los primeros indicios de datos sobre la inmunidad al SARS-CoV-2, el coronavirus que causa la enfermedad COVID-19.
El médico danés Peter Panum se distinguió por descifrar esto en el caso del sarampión cuando visitó las islas Feroe (ubicadas entre Escocia e Islandia) durante un brote en 1846 y descubrió que los residentes mayores de 65 años que habían vivido el brote anterior en 1781 estaban protegidos.
La inmunidad a los coronavirus
Ocasionalmente un gran grupo de virus pasan de los animales huéspedes a los humanos: el SARS-CoV-2 es la tercera epidemia de coronavirus más importante que afecta a los humanos en los últimos tiempos, después del brote del Síndrome Respiratorio Agudo Grave (SRAG) de 2002-2003 y el brote de Síndrome Respiratorio por Coronavirus del Oriente Medio (SROM), que comenzó en 2012.
Los coronavirus cada año causan infecciones respiratorias que van desde un resfriado común hasta la neumonía.
Se infectaron a dos grupos de voluntarios humanos con un coronavirus estacional y alrededor de un año después les inocularon el mismo virus o uno similar para observar si habían adquirido inmunidad.

En el primer estudio, los investigadores seleccionaron a dieciocho voluntarios que desarrollaron resfriados después de que se les inoculó una cepa de coronavirus en 1977 o 1978. A seis de los sujetos se les volvió a aplicar la prueba de tolerancia un año más tarde con la misma cepa, y ninguno se infectó, se cree que gracias a la protección adquirida con su respuesta inmune a la primera infección. Los otros doce voluntarios fueron expuestos a una cepa ligeramente diferente de coronavirus un año después y su protección fue solo parcial.

Segundo estudio en 1990, se inoculó a quince voluntarios con un coronavirus; diez se infectaron. Catorce regresaron para que se les inoculara la misma cepa un año después: mostraron síntomas menos graves y sus cuerpos replicaron menos el virus que después de la prueba de tolerancia inicial, en especial aquellos que habían mostrado una fuerte respuesta inmunitaria la primera vez.
No se han efectuado pruebas de tolerancia en humanos como esas para estudiar la inmunidad al SRAG ni al SROM. Sin embargo, las mediciones de anticuerpos en la sangre de las personas que han sobrevivido a esas infecciones indican que estas defensas persisten durante algún tiempo: dos años para el SRAG, y casi tres años para el SROM. Sin embargo, la capacidad neutralizadora de estos anticuerpos —una medida de lo bien que inhiben la replicación del virus— ya estaba disminuyendo durante los periodos de estudio.
Estos estudios forman la base para una estimación bien fundamentada de lo que podría pasar con los pacientes de la COVID-19.

Después de ser infectados con SARS-CoV-2, la mayoría de los individuos tendrán una respuesta inmune, algunos mejor que otros. La respuesta ofrecerá cierta protección a mediano plazo, por lo menos un año, y luego su eficacia podría disminuir.
Otras pruebas apoyan este modelo. Un reciente estudio arbitrado, dirigido por un equipo de la Universidad Erasmus, en los Países Bajos, publicó datos de doce pacientes que mostraban que habían desarrollado anticuerpos después de una infección con SARS-CoV-2. Análisis estadísticos de muchos casos de coronavirus estacionales en Estados Unidos con un modelo matemático para inferir que es probable tener inmunidad durante un año más o menos para los dos coronavirus estacionales más estrechamente relacionados con el SARS-CoV-2, lo cual puede ser un indicio de cómo podría comportarse también la inmunidad al SARS-CoV-2.
LA infección crea inmunidad en la mayoría o en todos los individuos y que la protección dura un año o más, entonces la infección de un número cada vez mayor de personas en una población determinada llevará a la acumulación de lo que se conoce como inmunidad de grupo. A medida que más y más personas se vuelven inmunes al virus, un individuo infectado tiene cada vez menos posibilidades de entrar en contacto con una persona susceptible de infección. Al final, la inmunidad de grupo se vuelve tan dominante que, en promedio, una persona infectada contagia a menos de una persona; en ese punto, el número de casos comienza a disminuir. Si la inmunidad de grupo está lo suficientemente extendida, entonces, incluso en ausencia de medidas diseñadas para frenar la transmisión, el virus puede contenerse, al menos hasta que la inmunidad disminuya o nazcan suficientes personas nuevas susceptibles de contraer la enfermedad.
Por el momento, los casos de la COVID-19 se han subestimado debido a las pruebas limitadas, tal vez por un factor de diez en algunos lugares, como Italia a finales del mes pasado. Si el subconteo es más o menos el mismo también en otros países, entonces la mayoría de la población del mundo (si no es que toda) todavía es susceptible a la infección, y la inmunidad de grupo es un fenómeno menor en este momento. El control del virus a largo plazo depende de que la mayoría de las personas se vuelvan inmunes, ya sea mediante la infección y la recuperación o mediante la vacunación; la magnitud de la mayoría depende de otros parámetros de la infección que aún desconocemos.
Una de las preocupaciones tiene que ver con la posibilidad de reinfección. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Corea del Sur informaron recientemente que 91 pacientes que se habían contagiado de SARS-CoV-2 y que luego dieron negativo para el virus salieron positivos en una prueba posterior. Si algunos de estos casos eran, en efecto, reinfecciones, pondrían en duda la fuerza de la inmunidad que los pacientes habían desarrollado.
Una posibilidad alternativa, que muchos científicos creen que es más probable, es que estos pacientes tuvieron un resultado de falso negativo en medio de una infección en curso, o que la infección había cedido provisionalmente y luego resurgió. Los Centros para la Prevención y el Control de Enfermedades de Corea del Sur está trabajando ahora para evaluar el mérito de todas estas explicaciones. Al igual que con otras enfermedades para las que puede ser difícil distinguir una nueva infección de un nuevo brote de una vieja infección, como es el caso de la tuberculosis, la cuestión podría resolverse comparando la secuencia del genoma viral del primer y segundo periodo de infección.
Por ahora, es razonable suponer que solo una minoría de la población mundial es inmune al SARS-CoV-2, incluso en las zonas más afectadas. ¿Cómo podría evolucionar este cuadro provisional a medida que se obtengan mejores datos? Los primeros indicios sugieren que podría cambiar en cualquier dirección.
Es posible que se hayan producido muchos más casos de la COVID-19 de los que se han notificado, incluso después de tener en cuenta las pruebas limitadas. Un estudio reciente (que aún no es examinado) indica que en lugar de, digamos, diez veces el número de casos detectados, Estados Unidos podría realmente tener más de cien o incluso mil veces la cifra oficial. Esta estimación es una inferencia indirecta de las correlaciones estadísticas. En emergencias, tales evaluaciones indirectas pueden ser una evidencia temprana de un hallazgo importante, o casualidades estadísticas. Pero si lo anterior es correcto, entonces la inmunidad de grupo al SARS-CoV-2 podría estar construyéndose más rápido de lo que indican las cifras comúnmente reportadas.
Por otra parte, otro estudio reciente (que tampoco ha sido examinado hasta ahora) indica que no todos los casos de infección pueden estar contribuyendo a la inmunidad de grupo. De 175 pacientes chinos con síntomas leves de la COVID-19, el 70 por ciento desarrolló fuertes respuestas de anticuerpos, pero cerca del 25 por ciento desarrolló una respuesta baja y cerca del 5 por ciento no desarrolló ninguna respuesta detectable. Dicho de otro modo, la enfermedad leve no siempre puede crear protección. De manera similar, será importante estudiar las respuestas inmunitarias de las personas con casos asintomáticos de infección por SARS-CoV-2 para determinar si los síntomas, y lo graves que sean, predicen si una persona se vuelve inmune.
El equilibrio entre estas incertidumbres se hará más claro cuando se realicen más estudios serológicos o análisis de sangre para detectar anticuerpos en un gran número de personas. Tales estudios apenas comienzan y deberían mostrar resultados pronto. Por supuesto, mucho dependerá de cuán sensibles y específicas sean las diversas pruebas: cuán bien detecten los anticuerpos del SARS-CoV-2 cuando estos estén presentes y si pueden evitar las señales espurias de los anticuerpos contra los virus relacionados.
Aún más difícil será entender lo que significa una respuesta inmunitaria para el riesgo de reinfección de un individuo y su contagio a otros. Basándose en los experimentos de los voluntarios con coronavirus estacionales y los estudios de la persistencia de los anticuerpos para el SRAG y el SROM, se podría esperar una fuerte respuesta inmunitaria al SARS-CoV-2 para protegerse completamente contra la reinfección y una más débil para protegerse contra la infección grave y así seguir frenando la propagación del virus.
No obstante, diseñar estudios epidemiológicos válidos para averiguar todo esto no es fácil: muchos científicos, incluidos varios equipos de los que formo parte, están trabajando en el tema en este momento. Una dificultad es que las personas con una infección previa pueden diferir de las personas que aún no se han infectado de muchas otras formas que podrían alterar su riesgo futuro de infección. Analizar el lugar que ocupa la exposición previa en otros factores de riesgo es un ejemplo del clásico problema que los epidemiólogos llaman “ la variable o factor de confusión”, y en la actualidad se vuelve más difícil debido a los rápidos cambios en las condiciones de la pandemia del SARS-CoV-2 que aún se está propagando.
Sin embargo, entenderlo lo más pronto posible es en extremo importante: no solo para calcular el alcance de la inmunidad de grupo, sino también para averiguar si algunas personas pueden reincorporarse a la sociedad de forma segura, sin volver a infectarse o servir de vector, y propagar el virus a los demás. Lo importante de este estudio es averiguar cuánto tiempo dura la protección.
La evidencia experimental y estadística indica que la infección por un coronavirus puede ofrecer algún grado de inmunidad contra coronavirus distintos pero relacionados. Aún no se sabe si algunas personas corren un riesgo mayor o menor de infección por el SARS-CoV-2 debido a un historial previo de exposición a coronavirus.
Y además está la cuestión de los factores que fortalecen la inmunoamplificación: a través de una variedad de mecanismos, la inmunidad a un coronavirus puede en algunos casos exacerbar una infección en lugar de prevenirla o mitigarla. Este fenómeno problemático se conoce mejor en otro grupo de virus, los flavivirus, y puede explicar por qué la administración de una vacuna contra el dengue —una infección por flavivirus— puede a veces empeorar la enfermedad.
Tales mecanismos todavía se están estudiando en el caso del coronavirus, pero la preocupación de que puedan estar en juego es uno de los obstáculos que ha frenado el desarrollo de las vacunas experimentales contra el SRAG y el SROM. La protección contra la inmunoamplificación también será uno de los mayores desafíos que enfrentan los científicos que tratan de desarrollar vacunas para la COVID-19. La buena noticia es que la investigación sobre los otros dos coronavirus ha comenzado a aclarar cómo funciona la inmunoamplificación, sugiriendo formas de evitarla, y se está llevando a cabo una extraordinaria gama de esfuerzos para encontrar una vacuna para la COVID-19, utilizando múltiples enfoques.
Se necesita más ciencia en casi todos los aspectos de este nuevo virus, pero en esta pandemia, como en las anteriores, se deben tomar decisiones con consecuencias muy importantes antes de que se disponga de datos definitivos. Dada esta urgencia, el método científico tradicional —formular hipótesis informadas y probarlas mediante experimentos y una cuidadosa epidemiología— es hiperacelerado. Dada la atención del público, ese trabajo está inusualmente en exhibición. En estas difíciles circunstancias, solo puedo esperar que este artículo muy pronto luzca desactualizado, ya que se descubra mucho más sobre el coronavirus de lo que se conoce ahora.
Marc Lipsitch (@mlipsitch) es profesor en los departamentos de Epidemiología e Inmunología y Enfermedades Infecciosas de la Escuela de Salud Pública T. H. Chan de la Universidad de Harvard, donde también dirige el Centro de Dinámica de Enfermedades Transmisibles. Credit…Santi Palacios/Associated Press…21 de abril de 2020

Los inmunomoduladores evitan las complicaciones por coronavirus»

Los inmunomoduladores evitan las complicaciones por coronavirus»

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El doctor Manel Juan (1964), jefe de la sección de Inmunología Clínica del Servicio de Inmunología del Hospital Clínic de Barcelona, desgrana en esta entrevista cómo los inmunomoduladores podrían ayudar a contener la “excesiva” respuesta del sistema inmunitario al coronavirus SARS-CoV-2 y evitar el desarrollo de complicaciones.
¿En qué estado se encuentra el Hospital Clínic?
Por los datos que recibimos, está en un nivel de presión alto, pero no creciente.
¿Cree que es momento para empezar a “desescalar” el confinamiento o cree que es necesario todavía un confinamiento total como estas dos semanas?
Me parece lógico mantener estas condiciones, aunque no soy epidemiólogo.
En las medidas de desconfinamiento, tiene un papel importante la inmunidad de la población. ¿Cuánto tiempo podría durar la inmunidad una vez el paciente ha superado la infección?
No lo sabemos exactamente, pero es de esperar que serían bastantes meses. Es lo que se espera, es posible que incluso puedan ser años. Es una infección que podemos extrapolar a otras que parece que de promedio tienen un número de meses importante de protección, pero no se puede concretar nada porque el virus ha aparecido a finales de diciembre. Por ahora, parece que los pacientes que se infectaron en China están protegidos.
Si, a priori, no muta excesivamente, ¿puede ayudar?
Sin duda, es un elemento importante para mantener la respuesta.
Hay muchos proyectos en marcha para encontrar una vacuna. ¿Cuándo cree que podrían estar a punto?
Esperamos una vacuna en los próximos meses, en uno o dos. Después, lo que tardemos en demostrar la efectividad, que se podría extender hasta finales de año o principios de siguiente.
Y los tratamientos, ¿cuándo cree que podrá encontrarse alguno efectivo?
El tratamiento es para que los pacientes no empeoren y se están haciendo avances. De todas las maneras, lo determinante es que llegue la vacuna o haya inmunidad. Se están intentando también antivirales, pero en el momento que se dan los síntomas ya está cayendo la carga vírica.
¿Cuál es el motivo por el que la enfermedad genera complicaciones?
Se supone que hay motivos de base genética, pero sobre todo parece que hay una experiencia antigénica previa que condiciona al sistema inmunitario, que es el responsable de estas complicaciones. Pero no se conoce exactamente cuál, y es lo que estamos tratando de investigar. El problema que tenemos con esta infección no es tanto la infección en sí, que también, sino que, como consecuencia de intentar eliminarla, el sistema inmunitario tiene una respuesta muy exagerada y eso es lo que genera la inflamación de los pulmones -neumonía- e impide poder respirar. Este exceso de respuesta en la mayoría de los casos es suficiente para eliminar el virus, pero hay a quien le produce problemas respiratorios. Por tanto, hay que buscar la manera de bajar la respuesta en aquellos que desarrollan complicaciones.
¿La detección precoz puede evitar el desarrollo de complicaciones?
Para evitar las complicaciones, por ahora, no parece. Si hay tratamiento, sí que podría ayudar. Pero es sobre todo para que no haya expansión de la enfermedad. La detección precoz permite confinar a la gente y que no afecte a más gente.
¿Durante cuánto tiempo una persona asintomática que da positivo puede ser contagiosa?
Desde la infección pueden ser unos 14 días, es lo más razonable. En algunos casos menos.
Desde el punto de vista del sistema inmunitario, y a la vista del mayor número de fallecimientos en la población de mayores, ¿qué diferencia hay entre personas jóvenes y personas mayores de 60 años?
Básicamente el problema está en la experiencia antigénica. Es decir, el contacto previo que ha habido con elementos infecciosos es lo que acaba generando esto. A lo largo de la vida vamos acumulando contactos con elementos extraños, que generan enfermedades. Estos contactos, que van variando –hay microorganismos diversos-, cambian nuestro funcionamiento. Es un campo no perfectamente conocido. Con el envejecimiento sabíamos que hay una tendencia a perder respuesta, pero también sabemos que se generan estructuras que hacen que pueda haber hiper respuesta. De hecho, la mayoría de estas enfermedades, que se llaman autoinmunes –por exceso de respuesta contra algo que es propio- aparecen tarde en la edad, y te indican que cuando eres joven controlas la respuesta inmune. Este exceso de respuesta no sabemos exactamente por qué es, pero está relacionado con el envejecimiento y esto es lo que explicaría que este grupo de pacientes no solo sean más débiles porque son personas mayores, sino que además tienen en el sistema inmune una respuesta menos controlada.
¿Y hay alguna manera de bajar la respuesta y evitar las complicaciones?
Están los inmunomoduladores, que buscan bajar, modular y controlar esta respuesta. Han aparecido diferentes vías. Por un lado, vías muy generales, con las que se intenta bajar la respuesta de manera global con fármacos más genéricos. Por otro, vías extraordinariamente específicas, con las que se intenta bajar uno de los elementos que produce el exceso de respuesta. Entre los elementos más característicos que provocan este exceso de respuesta están las citocinas, que son como pequeñas hormonas que funcionan de transmisión de información entre las células del sistema inmunitario.
¿Qué tipo de tratamientos hay?
Para estas citocinas tenemos desde hace tiempo fármacos biológicos, que son anticuerpos monoclonales en la mayoría de casos. Los anticuerpos son muy específicos y se pueden generar para bloquear una citocina. Si se bloquea esta citocina o su receptor, bloqueas toda la información de esta citocina que llega al sistema inmunitario y haces que frene en su respuesta. La pregunta es, ¿con una sola citocina bloqueada de todas las que hay se puede conseguir bajar este exceso de respuesta, esta inflamación? Y la respuesta es que, mayoritariamente, sí. De hecho, el freno de esta respuesta puede ser suficiente. Con el freno del sistema inmunitario también hay un problema, y es que el sistema inmunitario se activa porque quieres eliminar el virus, y si lo frenas antes de que elimine el virus, el virus volverá a crecer. Por eso, los inmunomoduladores más específicos pueden ser los mejores. Los inmunomoduladores más genéricos, como los corticoides, pueden permitir que el virus crezca y por eso solo se están reservando para los casos más graves, cuando se dan situaciones en las que hay una persona que puede morir por la inflamación generada por la respuesta del sistema inmunitario o se puede recuperar, aunque incremente el virus.
¿Ya se están aplicando estos fármacos?
Sí. Hay muchas líneas de investigación, se están haciendo ensayos clínicos. También es verdad que estos fármacos se usan para enfermedades habituales, pero no muy frecuentes, y no son como la aspirina: ya no solo por el precio, sino por la disposición. Y lo que está pasando es que tenemos tantos pacientes que se nos han acabado. La complicación es que se fabrica solo en determinados países, y estos países han de permitir su exportación para que lleguen al resto. Quizás nos deberíamos replantear si en lugar de solo comprar, también deberíamos desarrollar capacidad para fabricarlos.
¿Tienen efectos secundarios?
Los inmunomoduladores “selectivos” –fármacos biológicos- se están aplicando porque son muy seguros y no tienen prácticamente efectos secundarios. Los más “genéricos”, como los corticoides, sí que afectan y tienen efectos secundarios.
¿Y los antivirales son efectivos? Antes explicaba que cuando aparecen los síntomas es cuando ya está cayendo la carga vírica.
El mejor momento para dar antivirales sería cuando no hay síntomas -entre cuatro y siete días después del contacto-. El problema es a quién dar antivirales porque la mayoría de la gente no sabe si ha estado en contacto con un contagiado. Es una situación complicada. Lo que se está haciendo ahora es dar antivirales justo cuando empiezan los síntomas para ver si se puede reducir la carga y mejorar el estado de las personas, pero los resultados son medios, tirando a débiles. Pero bueno, sí que aporta.
Se han generado algunas dudas sobre si las personas asintomáticas pueden desarrollar la misma inmunidad que los sintomáticos.
Por lo que sabemos, en general, del sistema inmunitario sería falso. Sería el primer caso que una infección no genera inmunidad. Los inmunólogos no tenemos constancia de infecciones asintomáticas en que no haya una respuesta inmunitaria. En este caso, los datos que nos aportan van en el mismo sentido, que sería falso, pero no se puede descartar que no aparezca algún día alguien que se ha infectado, ha sido asintomático y después se ha vuelto a infectar.
¿La virulencia del virus también remitiría si alguien se reinfecta?
En principio, sí. Sería igual que cuando se dan los antivirales al inicio, cuando todavía no hay síntomas y así evitas desarrollarlos. De hecho, ya se ha demostrado que parece que es efectivo dar un preventivo antiviral, aunque generan efectos secundarios. En estos casos, las personas se infectan, pero no generan ninguna sintomatología porque el virus desaparece. Pues de manera similar, el sistema inmunitario de un inmunizado, cuando se infecta, de inmediato da una respuesta y elimina el virus. Para que haya un cuadro clínico debe de haber un crecimiento del virus sin respuesta: cuando hay mucha carga vírica, la respuesta empieza a producirse –porque si se hubiera producido antes no hubiera crecido el virus-, se descontrola y, cae la carga vírica, pero se da el problema respiratorio.
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REFERENCIA
Manel Juan, jefe de la sección de Inmunología Clínica del Servicio de Inmunología del Hospital Clínic de Barcelona/
Javier Gallego | BARCELONA
Última actualización:12-04-2020 | 13:26 H/

Creada:12-04-2020

Inmunidad de rebaño

INMUNIDAD «DE REBAÑO» O «DE MANADA

El concepto de inmunidad colectiva se refiere a una situación en la que suficientes personas de una población adquieren inmunidad contra una infección.
La inmunidad colectiva se refiere a una situación en la que suficientes personas de una población adquieren inmunidad contra una infección para poder detener eficazmente la propagación de dicha enfermedad.
Para la inmunidad de grupo no importa si proviene de la vacunación o de personas que han tenido la enfermedad. Lo crucial es que sean inmunes.
Con la nueva infección por coronavirus, llamada COVID-19, a medida que se infecten más gente y que se recupere, será inmune a futuras infecciones.
«Cuando alrededor del 70% de la población se haya infectado y recuperado, las posibilidades de que se produzcan brotes de la enfermedad son mucho menores porque la mayoría de las personas son resistentes a la infección», según Martin Hibberd, profesor de Enfermedades Infecciosas Emergentes de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres.
El brote de la enfermedad causada por el nuevo coronavirus ha puesto sobre la mesa un concepto conocido como inmunidad «de rebaño» o «de manada», también conocida como inmunidad colectiva o de grupo, y ha hecho que muchos se pregunten si podría desempeñar un papel en la progresión de la pandemia.
Con el nuevo brote de coronavirus, los datos actuales sugieren que una persona portadora del virus infecta de media a entre dos y tres personas más. Esto significa que, si no se toman otras medidas, la inmunidad de grupo se activaría cuando entre el 50% y el 70% de la población sea inmune.
Matthew Baylis, profesor del Instituto de Infecciones, Ciencias Veterinarias y Ecológicas de la Universidad de Liverpool. Dice que * Al reducirse el número de personas que infecta una persona, gracias a medidas de distanciamiento social como el cierre de escuelas, el teletrabajo, el lavado frecuente de manos y evitando las grandes aglomeraciones, se puede bajar el umbral en el que la inmunidad de grupo se pone en marcha.
«Desde un punto de vista epidemiológico, el truco es reducir el número de personas con las que estamos en contacto (…) para disminuir el número de contactos que infectamos y que la inmunidad de grupo comience antes.
El punto óptimo, añadió, es cuando una persona infectada infecta, de media, a una o menos de una persona.
Referencia
Martin Hibberd, profesor de Enfermedades Infecciosas Emergentes de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres

La inflamación en el coronavirus

LA INFLAMACIÓN EN LOS VIRUS DEL COVID 19
El coronavirus nos han sorprendido como lo han hecho a lo largo de la historia las distintas epidemia que han paralizado y diezmado el mundo.
Incluso los que somos muy mayores no habíamos visto nunca nada parecido.
La epidemia de gripe de 1918, fue tan mortificante y letal que yo a nivel personal pensaba que marcaba el límite entre las enfermedades infecciosas y las degenerativas. Después de esta epidemia, los gérmenes tendrán poca cabida en las enfermedades. Pues no es así, los gérmenes siguen mandando y para ello tenemos pocas terapias efectivas salvo las técnicas de prevenir una epidemia o mitigarla antes de que termine con el mundo.
¿Como algo tan pequeño como un virus puede tener tanta capacidad lesiva.
Hasta tal punto es agresivo, que la única terapia que tenemos contra él, es aislarnos y aislarlo, y para ello hay que parar el mundo.
Los virus, actúan en una primera fase invadiendo al organismo y de una segunda fase que es la reacción inflamatoria de rechazo, que en ocasiones es más severa y dañina.
Esta forma de actuar es inespecífica y una serie de condiciones son necesarias en la actuación de los virus, que son difíciles de explicar, así:
Los españoles y los italianos morimos por el Covid 19, mucho más que en otros países, y esto se debe a que somos genéticamente idénticos italianos y españoles y diferentes a los demás
Hay una diferencia en nuestros genes que los hace más sensible a los Covid 19. Después de la invasión del virus el organismo los sufre primero, como una invasión y segundo reacciona con el sistema inmunitario la inflamación.
Porque la mortalidad entre los españoles y los italianos, es diferente, y lo es porque nuestro sistema inmunológico es muy fuerte
El virus produce sobre el afectado dos tipo de enfermedades que son .:
Síndrome de activación macrofágica
Y síndrome anti fosfolípidos
Que son reacciones inflamatorias importante que se tratan con antiinflamatorio, concretamente con interleucinas dando lugar a una reacción inflamatoria tan potente que se le llama se llama ” tormentas de citoquinas “
De forma pues que algo tan débil como un virus es capaz de desencadenar una reacción inflamatoria enorme que termina con la vida del paciente y lo hace fundamentalmente por una obstrucción inflamatoria de los pulmones que impiden la ventilación
El autor principal de la maldad que esta enfermedad es el macrófago, al que hay que tratar lo más precozmente posible y ante el que se desencadenen la tormenta de citoquinas con corticoides y anticoagulantes
Los síndromes inflamatorios no son específicos de los de los virus. Y una serie de procesos infecciosos y no infeccioso son capaces de desencadenar una reacción inflamatoria a veces con resultados fatales.
Explosión de inflamación o TORMENTA DE CITOCINAS
Reacción inmunitaria grave por la que el cuerpo libera muy rápidamente demasiadas citocinas en la sangre. Las citocinas cumplen una función importante en las respuestas inmunitarias normales, pero son dañinas cuando el cuerpo produce de una vez cantidades grandes de ellas. La tormenta de citocinas puede ser consecuencia de una infección, una afección autoinmunitaria u otra afección. A veces también ocurre después del tratamiento con algunos tipos de inmunoterapia. Los signos y síntomas incluyen fiebre alta, inflamación (enrojecimiento e hinchazón), cansancio intenso y náuseas. Algunas veces, la tormenta de citocinas es grave y en peligro la vida por fallo multiorgánicos ,dos de ellos son de los mas frecuentes: se el
Síndrome de activación macrofágica en adultos con enfermedad reumática

El síndrome de activación macrofágica (SAM) es una reacción patológica inflamatoria sistémica, frecuentemente fatal y comúnmente no diagnosticada, que se acompaña de una falla multiorgánica y puede desencadenarse asociada a enfermedades reumáticas, neoplásicas, infecciosas o a drogas. Más descrita en niños que en adultos, probablemente en muchas ocasiones se relaciona con alteraciones genéticas aún no descritas. Sus síntomas y signos han sido definidos. El no sospecharlo conlleva a no diagnosticarlo y como consecuencia a un incremento importante del riesgo de mortalidad en el paciente; es por esto que el diagnóstico es un reto y el tratamiento debe de ser temprano y agresivo.

Puede haber insuficiencia orgánica múltiple que podría desencadenarse en asociación con enfermedades y / o fármacos reumáticos, neoplásicos o infecciosos. Se ha informado más en niños que en adultos, probablemente porque a menudo se asocia con anomalías genéticas no descritas aún, no descritas, anomalías genéticas. En la mayoría de los casos, el defecto genético no se reconoce en adultos o tiene una etiología diferente. Se han definido los signos y síntomas del síndrome de activación de macrófagos. No sospechar su presencia puede llevar a no hacer el diagnóstico y, por lo tanto, a un aumento de la mortalidad. El diagnóstico es un desafío, el tratamiento debe iniciarse temprano y ser agresivo para reducir la alta tasa de mortalidad.
El (SAM) no se suele buscar en el adulto y como consecuencia los resultados resultados suelen ser fatales. Requiere identificación y tratamiento temprano para reducir el riesgo de mortalidad. Todavía necesita ser estudiado para definir el defecto genético u otras causas que pueden ser responsables del desarrollo del síndrome.
Como es frecuente en las enfermedades raras recibe varios nombres que ayudan a la confusión, así desde el Síndrome de activación de macrófagos, se pasa a la Hemofagocitosis linfohistiocítica reactiva que suele ser familiar

La linfocitosis familiar es una activación inmune patológica con signos y síntomas de inflamación severa, que fue reconocida en 1952 como una enfermedad de la niñez. En 1977, el síndrome de activación macrofágica (SAM) se reporta en casos aislados que presentan insuficiencia hepática y coagulopatía de consumo1, posteriormente el SAM es descrito como un problema relacionado con artritis reumatoide juvenil2. En 1993, se describe en detalle y de forma específica en 24 niños 3. Hoy en día está bastante bien caracterizado constituyéndose como una entidad clínica asociada o desencadenada por drogas, infecciones, cáncer o enfermedades reumáticas o existiendo como una enfermedad aislada sin desencadenante4. El SAM ha sido descrito más frecuentemente en niños que en adultos, pero ha habido un incremento de pacientes adultos reportados5.
El SAM es un cuadro clínico similar a los síndromes hemofagocíticos, que por una deficiencia primaria o por un defecto en la apoptosis de macrófagos activados ocurre una perpetuación de la respuesta inflamatoria. Este defecto primario ha sido descrito en muchos casos, en otros su etiología aún está por definirse. El SAM ocurre cuando existe una función macrofágica mal controlada, una actividad celular citotóxica reducida y una disminución de los linfocitos T tóxicos y células asesinas naturales. Algunas citoquinas y amplificaciones de respuesta inflamatoria han sido descritas6. La apoptosis de macrófagos activados se logra por la vía de la perforina poro-granzima B serina proteasa. La reducción del número o función de células NK o una anormalidad genética del camino de la granzima-perforina llevan a un SAM.
En artritis idiopática juvenil (AIJ), lupus eritematoso y otras enfermedades reumáticas existe un incremento de la incidencia del SAM7,8. El SAM, frecuentemente se confunde con la inflamación de la sepsis o con la exacerbación de la enfermedad subyacente9. El síndrome ha sido descrito por 2 grupos diferentes, la Sociedad de Histiocitosis y por los reumatólogos pediatras. Las guías para el diagnóstico han sido publicadas por las 2 tendencias y están en proceso de definición para el lupus eritematoso sistémico (LES) y la AIJ sistémica10,11. Recientemente, los 2 grupos se reunieron y han definido la nomenclatura, así como los criterios diagnósticos12–14. El diagnóstico se basa en la presencia de criterios clínicos y criterios de laboratorio, ya establecidos por la Sociedad de Hemofagocitosis Linfohistiocítica15. Ravelli et al., elaboraron los criterios para SAM asociado a AIJ11.

Descripción: el SAM tiene un comienzo agudo y sus manifestaciones clínicas son: fiebre elevada y persistente (94%), cambios neuropsiquiátricos, esplenomegalia (59%), hepatomegalia (88%), linfadenomegalia (48%), eritema en la piel (65%), disminución del número células de 2 o 3 líneas celulares a nivel de sangre periférica, anemia (82%), trombocitopenia (88%), (>150.000 plaquetas); leucopenia (56%), enzimas hepáticas (transaminasas) elevadas (46%), fibrinógeno bajo por consumo (100%), hipertrigliceridemia (80%), tiempo de protrombina y trombina prolongados y ferritina muy elevada (100%) (en paréntesis están los porcentajes de estas características que están descritos en los criterios para SAM asociado a la AIJ por A. Ravelli11). En un artículo reciente, se reconoce la linfocitosis hemofagocítica como un desorden en incremento de diagnóstico en el adulto16.
Recientemente se ha sugerido que los niveles séricos (determinados por ELISA) del receptor específico recogedor de desperdicios (scavenger) de macrófagos el sCD163 soluble, es un marcador específico para macrófago en pacientes que tienen una activación macrofágica inadecuada, estando muy elevados y sirviendo su determinación para el seguimiento de la activación y de la actividad de la enfermedad17,18. De igual manera, la determinación de niveles del receptor soluble para el receptor de interleucina-2 (sIL-2R), se ha usado como marcador18.
En lo concerniente a la imaginología se han descrito cambios para varios sistemas y estructuras relacionadas con la respuesta inflamatoria excesiva en los órganos afectados19. La radiología de tórax demuestra un compromiso intersticial que es compatible con inflamación local o puede estar relacionado con una hemorragia intersticial. En la resonancia de cráneo se pueden ver imágenes de alta densidad o de falta de tejido en casos con compromiso del cerebro, estos hallazgos se han descrito en pacientes con síndrome de inmunodeficiencia adquirida, los hemos visto en nuestros pacientes.
A pesar de estar establecidos los criterios, aún requieren ser validados, para enfermedades diferentes a la AIJ sistémica. Se presentan situaciones que complican hacer el diagnóstico, entre otras, al comienzo de la enfermedad pudiera o no existir actividad fagocítica en la médula ósea, hígado o bazo (estos dos últimos no se consideran para las biopsias). La hemofagocitosis puede no detectarse en estas etapas tempranas y puede ser no específica en caso de una transfusión de sangre. Se puede confundir con actividad de la enfermedad subyacente o con sepsis. La elevación de triglicéridos, la determinación de células asesinas naturales y la citotoxidad de las células T, o los CD163 o los receptores para interleucina-2, no son procedimientos que se hacen de rutina en los laboratorios. La ferritina, tampoco es una prueba de rutina, ni se realiza de urgencia y pueden pasar varios días antes de obtenerse los resultados. Lo que hace que sea importante considerar el diagnóstico de SAM, como se podrá notar en los casos a continuación.
La mortalidad del SAM es alta, de 32 a 80% dependiendo de la serie revisada. La falta de conocimiento de la existencia de este síndrome, el retraso en el diagnóstico y el comienzo tardío de medidas terapéuticas pueden ser las responsables de esta alta mortalidad. Silva, presentó un número pequeño de pacientes donde coincide la alta mortalidad con el retraso en el diagnóstico, de allí la necesidad de un diagnóstico temprano20.
El virus de Epstein Barr es uno de los más descritos y hasta se lo ha responsabilizado como desencadenante. El National Institute of Health tiene una página web donde están citados los casos asociados a infecciones. Por otra parte, las enfermedades subyacentes, el carcinoma, la leucemia, la enfermedad linfoproliferativa, el LES, la dermatomiositis juvenil, la AIJ y la artritis reumatoide (AR), se asocian al SAM. Puede ocurrir con cualquier medicamento como desencadenante, la aspirina u otros antiinflamatorios no esteroideos, la segunda inyección de sales de oro, la sulfasalazina, el metotrexate21 y los anticonvulsivantes. Llama la atención que el SAM esté asociado a los biológicos anti factor de necrosis tumoral, el infliximab, etanercept o los antiinterleucina-1, el anakinra, ya que estas son las citoquinas que se disparan en los procesos de inflamación y esta última se utiliza hoy en día en muchos centros, como la terapia de elección del síndrome. Teóricamente los anti-TNF podrían ser considerados como terapia, por la misma descripción fisiopatológica del proceso, pero se ha despertado una gran discusión en ese aspecto por la paradójica respuesta descrita con estos tratamientos, algunos pacientes tuvieron la inducción del SAM con terapia anti-TNF22,23. Por otra parte, una dramática respuesta a etanercept ocurrió en un niño de 7 años de edad con AIJ24. Se describe el paciente EG, en nuestra serie que desarrolla el síndrome después de iniciado el tratamiento con anti-TNF como medicamento único25.
El tratamiento está dirigido ante todo a la eliminación de la causa que indujo el síndrome. Luego se comienza el tratamiento con pulsos de metilprednisolona a la dosis de 30mg por kg de peso o hasta un gramo al día durante 3 a 5 días, dependiendo de la gravedad del SAM y de la respuesta a las dosis iniciales. Se puede usar prednisona por vía oral a razón de uno o 2mg por kg de peso por día, en dosis única o dividida para más efecto, según la gravedad de la enfermedad. Se puede repetir el pulso en caso de respuesta insuficiente. La ciclosporina se ha usado con éxito por su efecto estabilizador de la membrana del macrófago o su función sobre los linfocitos ayudadores26,27. También se han utilizado las inmunoglobulinas y el etopósido (este último, sobre todo por la Sociedad de Hemofagocitosis). Hoy en día es muy utilizado el anakinra, que es un antagonista al receptor humano de interleucina-1 (IL-1Ra). El tocilizumab, es un anticuerpo monoclonal humanizado recombinado contra el receptor anti interleukina-6 (IL-6), se usa en el tratamiento de algunos pacientes que no toleran la interleucina-1 o no les es accesible).

Pero los casos del Covid 19 la solución en la fase de neumonía, es la de poner dosis altas de corticoides, usando como indicador la Ferritina, marcador de la inflamación y heparina de bajo peso molecular a dosis anticoagulante

De forma pues que tenemos una serie de enfermedades poco frecuentes que se caracteriza por la explosión de citoquinas e inflamación del parénquima sobre todo de vías respiratorias. Que probablemente son responsables de la alta mortalidad de esta epidemia del coronavirus.

Probablemente las unidades de cuidados intensivos tienen esto muy en cuenta, pero conviene no olvidar que la alta letalidad de estos pacientes se debe a la neumonía. Inflamatoria

Proyecto DISCOvERIE

ENFERMEDADES SOMÁTICAS Y TRASTORNOS MENTALES

El hospital del Valle de Hebrón lidera el macroproyecto europeo DISCOvERIE (Desarrollo, diagnóstico y prevención de enfermedades somáticas y trastornos mentales relacionados con el género en el síndrome de intestino irritable en Europa) en el que participan 19 instituciones sanitarias, universidades, centros de investigación y empresas.

11 febrero, 2020
El Hospital del Valle de Hebron de Barcelona ha informado hoy que ha puesto en marcha el macroproyecto europeo DISCOvERIE (Desarrollo, diagnóstico y prevención de enfermedades somáticas y trastornos mentales relacionados con el género en el síndrome de intestino irritable en Europa) en el que participan 19 instituciones sanitarias, universidades, centros de investigación y empresas. El objetivo de DISCOvERIE es entender mejor la relación entre el síndrome del intestino irritable (SII) y los trastornos mentales como la ansiedad o la depresión, así como con otras enfermedades como la fibromialgia o el síndrome de fatiga crónica y sus factores de riesgo.
“El SII es un trastorno gastrointestinal crónico que se caracteriza por dolor abdominal recurrente, diarrea o estreñimiento, exceso de gases e intolerancias alimentarias y que se observa principalmente en mujeres jóvenes y de mediana edad. En Europa, se estima que hasta 85 millones de personas lo padecen de las cuales entre el 25-44% también se ven afligidas por trastornos mentales, como el trastorno de ansiedad generalizada y la depresión, que son los más comunes; y entre el 14-32% por comorbilidades somáticas como la fibromialgia y el síndrome de fatiga crónica.
Para profunditzar en la compresión del SII, sus comorbilidades y sus factores de riesgo, principal objectivo de DISCOvERIE, los investigadores realizarán una caracterización clínica, psicosocial y biológica de cientos de pacientes con SII afectados por trastornos mentales y comorbilidades somáticas con un enfoque particular en las diferencias relacionadas con la edad y el género, y el estilo de vida. Además, un grupo importante de pacientes serán seguidos por un período de hasta 3 años para identificar los factores y mecanismos que puedan influir de manera determinante en la aparición de trastornos mentales y somáticos.
“El proyecto determinará los mecanismos subyacentes de las funciones del sistema intestinal y del sistema nervioso central y su interacción con el eje periférico microbiota-intestino-cerebro”,. Otro de sus objetivos es identificar biomarcadores específicos para la prevención, el diagnóstico y el tratamiento de estos pacientes, mediante un análisis integrador de los datos obtenidos.
Este conocimiento se trasladará a la práctica clínica y facilitará el desarrollo de enfoques de medicina basados en la evidencia que conduzcan a enfoques más personalizados de los tratamientos médicos. Por ejemplo, se crearán pautas clínicas para mejorar la prevención, el diagnóstico, el pronóstico, el desarrollo de las terapias y el manejo de las co y multimorbilidades. Otro de los retos es crear una Red Europea de Referencia para el SII Comórbido (COIBSnet) que integre a proveedores de atención médica en toda Europa.
El fundamento de esta investigación está basada en las siguientes consideraciones:
1 · Eje intestino-cerebro: una comunicación por explorar

Conocido con el nombre de “segundo cerebro”, el intestino tiene 200 millones de neuronas (sistema nervioso entérico), alberga miles de millones de bacterias intestinales y se comunica constantemente con nuestro cerebro y viceversa. Pero en caso de alteración de la microbiota intestinal, el proceso inflamatorio asociado puede interrumpir esta comunicación bidireccional. Esta disfunción del eje intestinocerebro podría estar implicada en el desarrollo de trastornos neuropsiquiátricos1.
Gracias a los trabajos de investigación llevados a cabo sobre el eje intestinocerebro, se van desvelando poco a poco los procesos que emplean las bacterias intestinales para comunicarse con el cerebro. Hoy en día sabemos que los intercambios entre el cerebro y el intestino se realizan a través de cuatro vías principales: neuronal, hormonal, inmunitaria y metabólica. Ambos “órganos” se comunican a través del nervio vago, que viaja desde el cerebro hasta el abdomen y desempeña un papel importante en numerosas funciones vitales como la frecuencia cardíaca. De hecho, los pacientes que han sufrido la ablación de este nervio tendrían un menor riesgo de sufrir trastornos neurológicos.
¿Qué es el eje intestino-cerebro2?
Las bacterias intestinales se comunican con el cerebro mediante la producción de moléculas químicas llamadas “neurotransmisores” (serotonina, dopamina, GABA3…). Estas moléculas microbianas no actúan directamente en el cerebro ya que éste se encuentra aislado y protegido por una membrana denominada “barrera hematoencefálica”. Los neurotransmisores producidos por las bacterias intestinales podrían ejercer su acción en las células de la pared intestinal haciendo que éstas transmitan el mensaje al sistema nervioso central a través de las neuronas del tracto digestivo conectadas con el cerebro. Los ácidos grasos de cadena corta (AGCC) son sustancias biológicas, algunas de ellas beneficiosas y protectoras, producidas por las bacterias del colon durante la fermentación de la fibra alimentaria4. Tienen un papel muy importante en la comunicación entre ambos órganos al actuar directamente en el cerebro.
Vías alternativas
Existen otras vías posibles de comunicación: el sistema inmunitario y la circulación sanguínea. Con ayuda de los AGCC, las bacterias intestinales son capaces de estimular algunos glóbulos blancos, células encargadas de defender nuestro organismo. Estas producen mensajeros químicos (citoquinas) que pueden atravesar la pared intestinal, viajar por la sangre y cruzar la barrera hematoencefálica. Luego actúan en el cerebro, particularmente en áreas implicadas en la regulación de la respuesta al estrés. El cerebro, a su vez, ejerce una acción en el intestino mediante la modulación de las secreciones, la motilidad y la circulación sanguínea, lo que acaba afectando a la permeabilidad intestinal5.
¿Existe algún vínculo entre la microbiota y la función cerebral?
Todos los estudios que se han llevado a cabo en animales muestran que las bacterias intestinales influyen en el desarrollo del cerebro a lo largo de la vida: formación de nuevas neuronas en el cerebro, establecimiento de nuevas conexiones neuronales6, implicación en la velocidad de las señales eléctricas transportadas por neuronas, memorización, conducta social, regulación de la secreción de la hormona del estrés (cortisol)… Sin las bacterias, nuestro cerebro se vería alterado y sería más vulnerable a agentes infecciosos o moléculas tóxicas7.

2 · ¿ trastornos del desarrollo?
Las alteraciones de la microbiota en los primeros años de vida, periodo en el que se están desarrollando nuestra flora intestinal y nuestro cerebro, pueden modificar las estructuras y funciones cerebrales y favorecer la aparición de trastornos del desarrollo. El trastorno del espectro
autista (TEA) es un conjunto de alteraciones heterogéneas relacionadas con anomalías del desarrollo cerebral. Podrían deberse a una alteración de la microbiota inducida durante el embarazo y los primeros años de vida: algunos síntomas digestivos, frecuentemente asociados a la enfermedad, sugieren que la microbiota podría ser un elemento clave en la comprensión del TEA.
Los síntomas de la enfermedad aparecen en una etapa temprana de la vida y se traducen especialmente en un déficit de comunicación, alteraciones en las relaciones sociales y la conducta, así como en la aparición de comportamientos repetitivos. En comparación con la población general, las personas afectadas suelen ser mucho más propensas a sufrir trastornos gastrointestinales (diarrea, dolor abdominal, estreñimiento), cuya severidad parece estar relacionada, en algunos casos, con la de los síntomas de la enfermedad.
¿“Perfiles” microbianos?
Los niños autistas tendrían una flora menos diversa que los niños sanos, con una baja cantidad de ciertas bacterias conocidas por sus efectos beneficiosos como Bifidobacterium, pero una abundancia de otras (Lactobacillus, Clostridium…). Además, en el intestino de los niños autistas habría una proporción de Candida (particularmente Candida albicans) más alta de lo normal. Este hongo produce amoníaco y toxinas que podrían influir en la función cerebral y agravar los trastornos intestinales bacterianos.
Diversos factores de riesgo
En los animales existe una relación entre una alimentación materna rica en grasa y un desequilibrio de la microbiota intestinal (disbiosis), así como la aparición de trastornos autistas en la descendencia. Los niños nacidos por cesárea y a los que se les administró numerosos antibióticos tendrían también un mayor riesgo de desarrollar este tipo de trastornos. En definitiva, podemos destacar como aspecto positivo que el amamantamiento durante los 6 primeros meses de vida del lactante (como mínimo) disminuye el riesgo de desarrollar más adelante este tipo de trastornos.
La microbiota: ¿una esperanza terapéutica?
Actualmente se están explorando varias pistas de investigación. Los probióticos podrían mejorar los trastornos gastrointestinales y aliviar los síntomas autistas, al igual que algunos antibióticos. El trasplante fecal10 en niños y adolescentes también resultaría útil para disminuir la aparición de conductas autistas y trastornos intestinales asociados7, a pesar de tener un riesgo infeccioso importante. En definitiva, la alimentación presenta un interés indiscutible: la administración de suplementos de omega-3 podría mejorar la conducta y una dieta sin gluten ni proteína láctea, así como una dieta rica en grasa pero pobre en azúcares (dieta cetogénica), podrían aumentar la sociabilidad y la capacidad de relacionarse y reducir la frecuencia de estereotipias.

3 · Los trastornos de ansiedad

Este trastorno afecta a más de uno de cada cinco individuos (de 18 a 65 años) al menos una vez en la vida14. Tener antecedentes familiares aumenta la vulnerabilidad, pero las personas no predispuestas tampoco son inmunes. La ansiedad crónica está asociada, al menos en parte, a procesos inflamatorios producidos posiblemente por bacterias intestinales. Un estado de preocupación constante y excesiva difícil de controlar, ataques de pánico imprevisibles y recurrentes, trastornos obsesivos compulsivos, síndrome de estrés postraumático: los trastornos de ansiedad corresponden a diversas enfermedades que comparten un rasgo en común: el miedo. Presos de su angustia, los enfermos intentan emplear estrategias de evitación desproporcionadas.
Entre otras causas figura nuevamente la disbiosis intestinal ya que podría causar un aumento de la permeabilidad de la pared intestinal y una alteración de la respuesta al estrés, así como un aumento de la actividad inflamatoria.
Todos los caminos conducen a la microbiota15
Existe un consenso en torno a la influencia de las bacterias intestinales en este proceso. Sin embargo, según las investigaciones, la microbiota podría ejercer un efecto ansiogénico o, por el contrario, un efecto ansiolítico16. De hecho, la toma de antibióticos, que altera y empobrece la flora digestiva, estaría asociada a la aparición de trastornos de ansiedad o de forma inversa, a una disminución del nivel de ansiedad en animales.
Una flora analizadas “a ciegas”
En animales, los antibióticos disminuirían la ansiedad durante la administración del tratamiento. La otra cara de la moneda: una alteración precoz de la microbiota intestinal debida a la toma de antibióticos podría causar una modificación de la conducta que persistiría en la edad adulta17,18. Ciertas cepas probióticas tendrían, por otro lado, un efecto ansiolítico. En conclusión, un trasplante de microbiota fecal podría reducir el nivel de ansiedad19. Todos estos resultados quedan de momento pendientes de confirmación en el ser humano
¿Cómo mejorar si dieta para mantener la serenidad?
Los alimentos fermentados como el queso, los yogures, el kéfir, el kombucha o la salsa de soja son excelentes suplementos ricos en probióticos y prebióticos. Podrían actuar como antiinflamatorios al reforzar la integridad de la barrera intestinal y al mejorar la composición y las funciones de las bacterias intestinales, estimulando las células inmunitarias en el tracto digestivo. Los probióticos disminuyen la frecuencia y la severidad de los síntomas de ansiedad en ratas; en el hombre, reducen la concentración de cortisol en orina21. La leche fermentada produce modificaciones en la actividad de las áreas cerebrales responsables de las emociones y del dolor en personas sanas y sin trastornos psiquiátricos.

4 · Trastornos del estado de ánimo
La depresión y la bipolaridad son trastornos mentales graves y relativamente comunes, a veces acompañados de ideas suicidas. La depresión afecta a más de uno de cada cinco individuos a lo largo de su vida. La bipolaridad, de difícil diagnóstico, afecta entre un 1 y un 2,5% de la población. Ambas enfermedades estarían relacionadas con una disbiosis intestinal y en algunos casos mostrarían una correlación con la severidad de los síntomas.
La depresión
Se manifiesta por una tristeza inusual, pérdida de la capacidad de disfrute de la vida, incapacidad para realizar tareas cotidianas, gran fatiga y se acompaña de un aumento de la concentración de cortisol22, lo que supone una alteración de la respuesta al estrés.
En animales, la ausencia de microbiota intestinal (o la alteración de ésta) se asocia con síntomas depresivos y con un desequilibrio de los neurotransmisores(serotonina, dopamina, GABA…). Por otra parte, ciertas moléculas que favorecen el proceso inflamatorio, presentes en exceso en la sangre y producidas por bacterias intestinales, parecen estar directamente relacionadas con el desarrollo de la depresión23. Los estudios realizados en el hombre, escasos hasta el momento, ponen en evidencia un perfil bacteriano: recientemente, un grupo de investigadores descubrió que bajas cantidades de ciertos géneros bacterianos (Coprococcus y Faecalibacterium) en el intestino estaban relacionadas con un sentimiento de mala calidad de vida en los pacientes depresivos.
Equilibrio intestinal, equilibrio mental
La administración de algunos psicobióticos, especialmente Lactobacillus y Bifidobacteria (bacterias que pertenecen a la familia Firmicutes y que están presentes en baja cantidad en las personas afectadas), podría ser beneficiosa y complementaría el tratamiento antidepresivo y ansiolítico empleado actualmente. Los primeros resultados obtenidos son prometedores: una ingesta prolongada de psicobióticos produciría una disminución de los síntomas depresivos y de la angustia psicológica, sin causar efectos secundarios24.
¿Cómo modificar la cesta de la compra?
Parece que los productos procesados y con un alto contenido de azúcar pueden predisponer a la depresión. En pacientes depresivos, los prebióticos y especialmente los galactooligosacáridos que contienen las alubias rojas, garbanzos, alcachofas…tendrían una acción beneficiosa mediante la estimulación del crecimiento de bifidobacterias25. Favorecer el consumo de frutas, verduras y pescado (rico en omega-3) permitiría reequilibrar la microbiota, regular los procesos inflamatorios y, por tanto, influir de manera positiva en el estado de ánimo. La cúrcuma podría disminuir la concentración de cortisol en la saliva y aumentar la diversidad de la flora intestinal, ejerciendo efectos positivos sobre la mente y el comportamiento.

Bibliografía

https://www.diariomedico.com/salud/valle-de-hebron-lidera-un-macroproyecto-para-desentranar-la-relacion-entre-intestino-irritable-y-trastornos-mentales.html

8 Li Q et al. The Gut Microbiota and Autism Spectrum Disorders. Front Cell Neurosci. 2017 Apr 28. doi: 10.3389/fncel.2017.00120
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tumores fríos y calientes

Nueva investigación arroja luz sobres

El tratamiento contra el cáncer con inmunoterapia es ilusionante y prometedor.
Los pacientes no sólo viven más tiempo sino que algunos de ellos con tumores sólidos como el melanoma y el cáncer de pulmón, , se han curado.
Los altos niveles de linfocitos T~en los tumores confieren una mejor respuesta a la inmunoterapia que fue un pensamiento que se mantuvo durante año y se pensaba que era la defensa natural del organismo contra los invasores, lo que los hace más sensibles a la inmunoterapia. Los investigadores llaman a esos tumores “calientes”. Lamentablemente, el cáncer de páncreas no ha respondido bien a la inmunoterapia. Una posible causa es que esos tumores a menudo son “fríos”, lo que quiere decir que tienen menos linfocitos T.
Diversas investigaciones sobre. los niveles de linfocitos T que contiene un tumor puede no ser la única causa por la que un tumor puede o no ser sensible a la inmunoterapia? ¿O es que ocurre algo más?
El Abramson Cancer Center de la Facultad de Medicina Perelman (Universidad de Pensilvania, Filadelfia) descubrió que la información contenida en las células cancerosas determina si un tumor es frío o caliente y la manera en que responde al tratamiento.
“Hace veinticinco años, todo el campo de la inmunoterapia era un tema atascado en la investigación del cáncer, y actualmente es lo más emocionante que se pueda imaginar, pero toma tiempo descifrar los detalles de cómo hacerla funcionar”, explica el Dr. Ben Z. Stanger, en la revista Immunity y profesor de gastroenterología y biología celular
Este equipo utilizó el cáncer de páncreas para su estudio
Este cáncer es resistente al tratamiento por muchos motivos. Uno de ellos es que estos tumores se consideran “heterogéneos”. La heterogeneidad tumoral en sí significa que el tumor de páncreas de una persona es diferente del tumor de páncreas de otra persona. Si se lleva ese razonamiento al siguiente nivel, los tumores de páncreas, según la persona, pueden de hecho ser “calientes” o “fríos”. Eso también puede influir en la reacción de un tumor a la inmunoterapia, dice Stanger, director del Centro de Investigación del Cáncer de Páncreas de Abramson Cancer Center. “ que intentaron ver la forma en que un tumor de páncreas puede tornarse caliente o frío”.
El primer paso fue observar la heterogeneidad tumoral y las numerosas y distintas formas en que esas células crecen, se propagan, responden al tratamiento y exhiben su naturaleza diversa. Con ese fin, el equipo obtuvo células tumorales de páncreas de varios tumores de ratón. A continuación, crearon lo que se denomina clones celulares de esos tumores individuales implantándolos en ratones sanos con sistemas inmunitarios normales. “ y permitieron, que la heterogeneidad surgiera de forma natural en los ratones, de modo que pudiéramos comprender la manera en que se producen las diferencias y las repercusiones para la terapia.
Lo que se halló fue que algunos de esos tumores eran “calientes”, contenían muchos linfocitos T, pero que la mayoría de ellos eran “fríos”, contenían menos linfocitos T. Además, el hecho de que un tumor fuera caliente o frío determinaba su respuesta a la inmunoterapia. De hecho, más de la mitad de los ratones con tumores calientes presentaban regresiones tumorales después del tratamiento con medicamentos de quimioterapia e inmunoterapia. Esta combinación incluyó inhibidores de puntos de control que es un tipo de medicamento utilizado en la inmunoterapia que a menudo se compone de anticuerpos que desatan un ataque del sistema inmunitario contra las células cancerosas. El efecto del medicamento del punto de control se hizo más potente al agregar un agonista anti-CD40 (un agonista como este activa el sistema inmunitario para iniciar una respuesta inmunitaria).
Los ratones con tumores calientes que recibieron tratamiento con esa combinación de quimioterapia e inmunoterapia tuvieron una respuesta duradera a la terapia y sobrevivieron por más de seis meses. No obstante, ninguno de los ratones con tumores fríos mostró la misma respuesta a este tratamiento.
Los investigadores querían averiguar la razón. En otras palabras, ¿cuál era la base molecular de este hallazgo?
Al parecer, a medida que los tumores crecen, desarrollan dos maneras diferentes de evitar un ataque de los linfocitos T del sistema inmunitario, los cuales reconocen cosas específicas, como proteínas de un virus o proteínas de una célula cancerosa (a menudo denominadas “antígenos”). “Una explicación trivial es que posiblemente los tumores con muchos linfocitos T tengan más antígenos, y ese es uno de los principales conceptos detrás del melanoma, el cual tiene gran cantidad de mutaciones y muchos posibles antígenos que el sistema inmunitario puede reconocer”,. Los tumores de páncreas calientes y fríos parecen tener una cantidad comparable de mutaciones pero Stanger, afirma que el hecho de que el sistema inmunitario sea fuerte y esté preparado para combatir el cáncer no depende de cuántas mutaciones tenga un tumor.
A nombrar El equipo descubrió que el tumor de páncreas “frío” de hecho fabrica una proteína de comunicación denominada CXCL1 que recluta otro tipo de célula inmunitaria denominada célula mieloide. Estas células mieloides son inmunosupresoras, lo cual significa que entran en el tumor e impiden el ataque de los linfocitos T que se encuentran disponibles.
“En esencia, la forma en la cual el tumor (de páncreas) está cableado determina si capta células mieloides o no, y si capta esas células mieloides no será sensible a la inmunoterapia”, asegura Stanger. Agrega que la supresión de CXCL1 en los tumores fríos permitió que los linfocitos T infiltraran el tumor y lo hicieran más sensible a la inmunoterapia.
Aplicación del descubrimiento a los tratamientos con inmunoterapia
Aunque en la actualidad este descubrimiento no se traduce directamente en un tratamiento para pacientes, este tipo de trabajo preclínico es lo que permite los avances en el tratamiento del cáncer de páncreas con inmunoterapia. “Necesitábamos averiguar los detalles —el ‘por qué’—, de uno de los motivos por los cuales la inmunoterapia no es tan eficaz en el cáncer de páncreas”, dice Stanger, y agrega que aun en el caso de los tumores calientes, es necesario agregar tratamiento para evitar que el tumor crezca sin control.
El ensayo multicéntrico del Instituto Parker (consulte el artículo de Ciencia prometedora “Ensayo de inmunoterapia multicéntrico y colaborativo aborda CD40 y PD-1”), dirigido por Abramson Cancer Center, como ejemplo de que el campo está avanzando en una dirección positiva con respecto a la inmunoterapia. En el ensayo del Instituto Parker se está examinando la combinación de quimioterapia convencional con dos agentes de inmunoterapia: un inhibidor del punto de control anti-PD-1 y un novedoso anticuerpo dirigido al CD40, una proteína que, al activarse, puede causar que el sistema inmunitario ataque los tumores; una combinación similar a la utilizada en el estudio de Stanger.
“Hay una gran cantidad de personas sumamente dedicadas a la resolución de los detalles, y cada descubrimiento que hacemos responde algunas preguntas y, en ocasiones, plantea incluso más”, dice Stanger. “Sin embargo, todos tienen el mismo objetivo, que es tratar a más pacientes de forma satisfactoria. Y sin duda alguna, lo lograremos” un
La aparición de este artículo, refuerza la idea de la eficacia de la en la inmunidad en los tumores y quieren demostrar que la vacuna de la gripe estacional potencia la inmunoterapia tumoral
Las vacunas de la gripe estacional parecen ofrecer beneficios en el abordaje inmunoterapico tumoral

Inocular antígenos de las vacunas contra la gripe estacional, sin los adyuvantes sintéticos compuestos usados para mejorar la respuesta inmune, en tumores podría ejercer un doble efecto: reducir el crecimiento tumoral y sensibilizar la tumoración a la inmunoterapia, según una investigación realizada por el equipo de Andrew Zloza, del Centro de Medicina Rush de la Universidad de Chicado, Estados Unidos.
La inmunoterapia que se emplea para enfermedad tumoral es particularmente efectiva en tumores a los que se ha denominado “calientes”; aquellos en los que el estudio celular revela mayores niveles de linfocitos T, frente a los que presentan menores niveles, a pesar de que parecen entrar en juego otros muchos factores. Sin embargo, sólo una minoría de lesiones tumorales se consideran “calientes”, lo que limita el número de personas que pueden beneficiarse de las inmunoterapias.
Ben Stanger, M.D., Ph.D., Perelman School of Medicine, University of Pennsylvania
author Tumores ‘frios’ y ‘calientes’

Las vacunas de la gripe estacional se inyectó directamente en tumores de ratones. Al monitorear los indicadores de sensibilidad inmune del tumor, los investigadores encontraron que los tumores “fríos” en los que se inyectó la vacuna inyectados con la vacuna experimentaron respuestas inmunes sistémicas y sensibilidad a los tratamientos que bloquean las defensas antiinmunes de los tumores, indica el estudio que se ha publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).
Según Zloza, “los tumores se habían calentado, con la particularidad añadida de que la inoculación ofrecía el beneficio adicional de conferir protección contra la gripe. Una inyección similar de la vacuna contra la gripe con un adyuvante sintético resultó en una respuesta diferente, en la que los ratones estaban protegidos de la gripe, pero las defensas antiinmunes de los tumores permanecieron en su lugar”.
La eliminación del adyuvante o el agotamiento de las células B tumorales inmunosupresoras restableció el efecto proinmune de la vacuna sobre los tumores. Según los autores, las vacunas antipatógenas deben estudiarse como un potencial beneficio adicional en inmunoterapias contra el cáncer.
Estamos hablando de lo mismo calentar los tumores o lo que es el mismo hacerlo inmunológicamente más competentes, beneficiar el resultado final

UN FÁRMACO LOGRA QUE LAS CÉLULAS INMUNITARIAS SE INFILTREN EN EL TUMOR

UN FÁRMACO LOGRA QUE LAS CÉLULAS INMUNITARIAS SE INFILTREN EN EL TUMOR
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Ilustración de una célula inmunitaria (a la derecha) atacando una célula tumoral (SCIEPRO/SCIENCE PHOTO LIBRARY / Getty)
No cabe duda que la vanguardia proporciona ilustración científica muy precoz, tanto como lo hace la revista científica original. Tampoco se descarta que sea muy detallista en la consecución del procedimiento. Con conocerlo es suficiente, siempre habrá alguien que se le ocurra una idea a partir de lo observado por otros.
En inmunoterapia del cáncer, un fármaco experimental ha permitido que las células inmunitarias entren en los tumores y eliminar así las células cancerosas. Con este avance se espera superar uno de los grandes escollos de las inmunoterapias, ya que las barreras que los tumores crean frente a las células inmunitarias son el principal obstáculo que limita la eficacia de este tipo de tratamiento.
La investigación se ha basado en biopsias de tumores y en ratones con melanoma, por lo que es demasiado pronto para saber qué impacto tendrá en los pacientes y en otros tipos de cáncer. Pero ya se está preparando un ensayo clínico para probar el tratamiento en personas con melanoma metastásico.
Los autores de la investigación han comprobado que el mismo mecanismo está involucrado en otros 18 tipos de cáncer. Entre ellos, destacan el cáncer de páncreas, el de vejiga, el de riñón y los glioblastomas cerebrales.
Antoni Ribas, de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), es uno de los líderes en inmunoterapia del cáncer y está consiguiendo transformar el tratamiento del cáncer desde el 2013.
Había encontrado que algunos pacientes no respondían a los fármacos actuales de inmunoterapia. Y está haciendo una estrategia para hacer que respondan.
La revista Nature Cancer, afirma que una enzima llamada PAK4, cuando esta presente en un tumor, las células inmunitarias no pueden entrar en él. Pero, si se administra un fármaco para bloquear esta enzima, las células inmunitarias acceden al interior del tumor. Y, si además se combina este fármaco con uno de los tratamientos de inmunoterapia ya aprobados, entonces las células inmunitarias consiguen destruir las células tumorales.
Antoni Ribas y Gabriel Abril-Rodríguez, especialistas en inmunoterapia del cáncer, en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) empezaron a investigar el problema de la resistencia a los fármacos de inmunoterapia de un modo diferente.

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Han conseguido por fin un fármaco con el que pueden tratar múltiples tipos de cáncer, pero sólo funcionan en algunos pacientes. Por ello, comprender por qué unos pacientes responden al tratamiento y otros no se ha convertido en una de las prioridades de la investigación sobre inmunoterapia del cáncer.
Numerosos investigadores han intentado responder a esta pregunta comparando muestras de pacientes que responden con muestras de pacientes que no responden, pero los resultados no han sido concluyentes.
“Yo empecé haciendo lo mismo, pero pronto me di cuenta de que no tenía mucho sentido”, explica Abril-Rodríguez. “El criterio de si un paciente responde o no al tratamiento parece muy claro, pero en realidad es confuso, porque depende de muchos factores. Por ejemplo, si analizamos distintas muestras de un mismo paciente, puede ocurrir que no todas respondan igual. Me pareció que necesitábamos una manera más sencilla de analizar lo que ocurría”.
Abril-Rodríguez, ignoro los datos clínicos de los pacientes. En lugar de mirar si habían respondido al tratamiento, sugirió fijarse únicamente en si un tumor tiene infiltración de células inmunitarias. “ y vio que todos los tumores que responden tienen linfocitos” .
Se analizaron biopsias de 41 pacientes con melanoma metastásico. Las dividió en dos grupos, las que tenían infiltración de linfocitos y las que no. Encontró así 18 genes que están más activos en aquellos tumores que no permiten que les entren células inmunitarias.
Entre estos 18 genes, se focalizó en uno llamado PAK4. En parte por motivos teóricos, ya que se trata de un gen que parece tener un papel relevante en la progresión de múltiples tumores. Pero sobre todo por motivos prácticos, ya que produce una enzima del grupo de las quinasas, que se pueden modular con fármacos.
A partir de ahí, recurrió a una técnica de edición genética para eliminar el gen PAK4 en células de melanoma que son resistentes a los fármacos de inmunoterapia. Implantó estas células en ratones para comprobar si se volvían sensibles al tratamiento. Los resultados mostraron que, cuando las células tumorales se quedaban sin PAK4, los linfocitos empezaban a entrar en los tumores y los animales respondían a la inmunoterapia.
La investigación revela por qué algunos pacientes no responden a la inmunoterapia y propone una estrategia para hacer que respondan
Después trató a otro grupo de ratones con un fármaco experimental que inhibe PAK4. Estos son los resultados que presentó en aquella emocionante reunión del laboratorio. Los animales con melanoma que recibieron el fármaco experimental en combinación con un fármaco de inmunoterapia respondieron al tratamiento.
El mismo tratamiento se ensayó, también con resultados positivos, en ratones con cáncer colorrectal.
A partir de ahora, “esperamos empezar un ensayo clínico en pacientes en los próximos meses”. La compañía Karyopharm ha desarrollado el fármaco KPT-9274, que es el que se ha utilizado en la investigación, y está colaborando con el equipo de UCLA con vistas a ensayar el fármaco en pacientes con melanoma metastásico. El plan de trabajo prevé ensayarlo en combinación con nivolumab, un fármaco de inmunoterapia ya aprobado para el melanoma y otros tumores.
Más allá del melanoma, “los resultados de este estudio se podrían extender a otros tipos de tumor que suelen ser resistentes a los fármacos de inmunoterapia, como el cáncer de páncreas”, destaca Ribas. Una parte de la investigación ha consistido precisamente en analizar en qué tipos de tumor está activo el gen PAK4 y en qué medida se relaciona con la ausencia de células inmunitarias en el interior del tumor.
Para ello se ha recurrido a datos del Atlas del Genoma del Cáncer, que pone a disposición de la comunidad científica datos de 20.000 tumores de 33 tipos distintos.
Los resultados indican que hay 18 tipos de tumor en que la falta de células inmunitarias está relacionada con la actividad de PAK4. La relación más estrecha se observa en el cáncer de páncreas, que es un tipo de tumor para el que faltan tratamientos efectivos y que, con estos datos, sería candidato a ser tratado con un inhibidor de PAK4. También se observa una relación estrecha con –por este orden– cánceres de glándulas suprarrenales, de vías biliares, de riñón, de testículo, melanomas, de vejiga, glioblastomas y de ovario.
Abril-Rodríguez se ha focalizado en el melanoma”, por la incapacidad para desarrollar tratamientos contra todos los tipos de tumor en que puede ser útil inhibir PAK4. Por eso hemos querido hacer públicos estos resultados. Los autores tienen la generosidad de divulgar su crecimiento para que otros investigadores puedan aprovecharlos y mejorar los tratamientos de otros cánceres”. Lo impresionante de este trabajo es la amplitud de la interpretación del investigador. No sólo es importante que el tumor se cure, si es invadido por el sistema inmunitario quiere decir que se ha roto la barrera que lo impedía.

Referencias
JOSEP CORBELLA, BARCELONA
10/12/2019 06:00Actualizado a10/12/2019 08:05

Los descubridores de los linfocitos T y B y del primer anticuerpo

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Es necesario manifestar nuestra gratitud a estos investigadores que están descubriendo mecanismos y proporcionando los herramientas para modular la inmunidad. Esta es la clave, para el tratamiento de las enfermedades neurodegenerativas que estamos sufriendo.
Gracias a la identificación de las células inmunes T y B se han podido desarrollar los anticuerpos, uno de los pilares de la moderna medicina.

Los inmunólogos Jacques Miller, del Instituto de Investigación Médica Walter y Eliza Hall en Melbourne, Australia, y Max Cooper, de la Universidad Emory en Atlanta, Georgia, han ganado el Premio de Investigación Médica Básica Lasker 2019 por sus hallazgos sobre el papel de las células inmunes.
El dúo identificó las células T y B, componentes clave en la capacidad del sistema inmune para reconocer patógenos específicos y células cancerosas. Las células B producen anticuerpos, proteínas que pueden reconocer las firmas moleculares de los patógenos. Las T forman una defensa clave contra las células infectadas por virus y las células cancerosas.
Miller, mientras trabajaba en la Universidad de Londres en los años sesenta, identificó una población de células inmunes que se desarrollan en el timo de los ratones, los llamados linfocitos T o células T. Mostró que los ratones que carecían de timo, un órgano que no tenía una función aparente en animales adultos, eran propensos a la infección y no rechazaban los injertos de piel de otros roedores.
Cooper se basó en el descubrimiento de Miller mientras estaba en la Universidad de Minnesota en Minneapolis en la década de 1960. Determinó que las células producidas en un órgano que se encuentra en las aves, llamado bolsa de Fabricio, eran responsables de la producción de anticuerpos, y que su desarrollo era distinto del de las células T. Más tarde, Cooper y otros demostraron que los humanos y otros mamíferos producen estos linfocitos B, o células B, en la médula ósea.
Debido a que los anticuerpos tienen la capacidad de reconocer, y bloquear, casi cualquier molécula, algunas proteínas de anticuerpos se han traducido con éxito en medicamentos. El primero en desarrollarse ha merecido el Lasker de Investigación Médica Clínica 2019. Ha correspondido a H. Michael Shepard, Axel Ullrich y Dennis Slamon por el desarrollo del fármaco Herceptin (trastuzumab), el primer anticuerpo monoclonal ideado para bloquear una proteína cancerígena, la HER2.
H. Michael Shepard y Axel Ullrich, entonces en la firma de biotecnología Genentech en San Francisco, California, que luego sería adquirida por Roche, trabajaron con Dennis Slamon, un oncólogo de la Universidad de California en Los Ángeles, para desarrollar el Herceptin. Ullrich fue uno de los que identificaron independientemente el gen HER2, y él y Shepard investigaron sus efectos cancerígenos. Slamon, mientras tanto, demostró que algunos tumores de mama tenían copias adicionales del HER2 y producían en exceso su producto proteico. (Ullrich ahora está en el Instituto Max Planck de Bioquímica en Martinsried, Alemania, y Shepard, en Biooncology Consultants, en San Diego, California).
Un tercer premio, el Premio de Servicio Público Lasker-Bloomberg 2019, se ha concedido a GAVI, la Alianza de Vacunas. La organización no gubernamental de Ginebra recauda fondos para costear las vacunas en países de ingresos bajos y medianos. La organización ha ayudado a vacunar a 760 millones de niños en 73 países. El mes pasado lanzó una campaña de recaudación de fondos de 7.400 millones de dólares con el objetivo de inmunizar a 300 millones de personas para 2025.
Es evidente que la ciencia evolucióna, y que necesitamos no más datos, si no verlos en conjunto. Creo que está claro que al paso que vamos, necesitamos mucho tiempo para entender el conjunto. Pero no tenemos otra solución. Lo único que nos salva a los humanos, es la ilusión, el trabajo y una visión amplia. Es necesario esforzarse por verlo todo en conjunto.

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