OLI O LA TEORIA DEL DESPISTE
Einstein es el autor de la frase, “ es un signo de demencia pretender que haciendo siempre lo mismo se van a obtener resultados diferentes “
La literatura médica y científica en General consagra a los descubridores y a los investigadores que obtienen resultados, útiles solo a veces. Y multiples veces solo producto de una búsqueda afectada por las ingerencias. Pero excepcionalmente se culpa la demora en la consecución y la falta de observación de algo cercano y lógico. Y rara vez el despiste se valora como origen de un gran descubrimiento. Alexander Fleming con la penicilina o Marshall recientemente con el Helicobacter Pylori. Ni uno ni otro tenían idea de lo que podía ocurrir si no tapaban los cultivos que estaban haciendo. Es la gloria de la casualidad. Lo que hoy se llamar aleatorio,
Lo aleatorio es algo que no se puede predecir ya que interviene el azar. El estudio de la probabilidad para saber con qué frecuencia se puede obtener un determinado resultado, siempre que sea posible.
Existen, de todos modos, estudios y análisis que se pueden realizar para tratar de anticipar el resultado, sobre todo cuando se trata de una ruleta manual.
El termino Aleatorio no es muy común y si lo es el de “azaroso”, el cual puede tomarse como uno de sus sinónimos, junto con “fortuito, casual” o “incierto”. De hecho, en la definición del Diccionario de la RAE, vemos que aleatorio es algo que pertenece al juego de azar o que depende del mismo azar, como ser una “casualidad”.
Aleatorio se usa preferentemente en la programación informática, donde el concepto en sí mismo es usado constantemente para la creación de un amplio rango de programas. el software es un proceso relativamente estructurado que busca resultados previamente establecidos, muchas veces es necesario recurrir al azar para resolver ciertos problemas.

A partir de aquí son múltiples los descubrimientos que se hicieron después de un intervalo, a veces de centurias, de inobservancia y despistes.
Lo que pretendo con este artículo, es encontrar una razón que explique el desatino de la consecución de descubrimientos, su relación con la casualidad y la torpeza de los investigadores y sobre todo la demora en encontrar resultados para múltiples enfermedades. Como a veces han pasado siglos para encontrara algo que era evidente e incluso que alguien ya había apuntado. O consagrar siglos a una evidente mentira.

Inobservancia
Despiste
Ignorancia
Orgullo
Estupidez

La pregunta “es esto un síndrome constituido o simplemente aleatorio”

A esto le llamare “OLIVIA” (OLI), en oposición al comportamiento de mi nietecita, que a sus tres años es una observadora que asusta.

Por supuesto la sociedad como estimulo externo interviene en la creación pero también en la no creación. Sirva como introducción lo que pasaba hasta, la segunda mitad del siglo XVII, donde aparecieron nuevos movimientos en todo el mundo. En Inglaterra, Francia e Italia, hombres singulares comenzaban a dudar de aquello que hasta entonces era considerado como verdad. «Ya no nos callamos porque Aristóteles afirme tal cosa o el Papa tal otra», decían estos rebeldes. «Sólo nos fiaremos de nuestras propias observaciones mil veces repetidas, y de los pesos exactos de nuestras balanzas. Únicamente nos atendremos al resultado de nuestros experimentos, y nada más». Y en Inglaterra unos cuantos de estos revolucionarios formaron una sociedad llamada “The Invisible College”, que tuvo que ser invisible, porque si Cromwell se hubiera enterado de los extraños asuntos que pretendían dilucidar, los habrían ahorcado por conspiradores y herejes. La sabiduría de aquel tiempo afirmaba que, si se ponía una araña dentro de un círculo hecho con polvo de cuerno de unicornio, aquélla no podría salir de él. Y ¿qué hicieron los miembros del Invisible College? Uno de ellos aportó lo que se suponía ser polvo de cuerno de unicornio, y otro llegó con una pequeña araña. La Sociedad entera se arremolinó bajo la luz de grandes candelabros, y en medio de un gran silencio empezó el experimento con el siguiente resultado:
«Se hizo un cerco con polvo de cuerno de unicornio, colocando una araña en el centro, pero inmediatamente la araña salió corriendo fuera del círculo». ¡Qué elemental!, pensaríamos hoy. ¡Naturalmente! Pero recordamos que entre los miembros de aquella sociedad se encontraba Roberto Boyle, fundador de la química científica, y también Isaac Newton. Así era el Invisible College, y al ascender Carlos II al trono, el College salió de la clandestinidad, alcanzando la dignidad de Real Sociedad de Inglaterra. ¡Sus miembros fueron el primer auditorio de Leeuwenhoek!
Voy a intentar poner ejemplos que me han impresionado y empezare por la MICROBIOLOGIA para después mencionar otros descubrimientos que podría entrar en el síndrome de OLI;

Antonio van Leeuwenhoek nació en 1632, en Delft Holanda
Leeuwenhoek nos introdujo en el mundo microscópico compuesto por millares de diferentes especies de seres diminutos, que formaban parte de nuestra vida, algunos muy feroces y mortíferos, otros útiles y beneficiosos Genéricamente hemos llamado microbios a estos gérmenes y su conocimiento ha marcado la evolución de la sanidad. Pero el nunca le dio un valor de Patógenos
No tenía formación universitaria. La Biblia, en holandés, era su único libro. ¡Su curiosidad y su tesón le abrieron camino sin sospecharlo, Qué divertido sería ver las cosas aumentadas a través de una lente, que él mismo las fabricaría”
Hoy todo el mundo ha visto alguna vez un microbio. ¿Cómo explicarnos que por miles de años los hombres anduvieran a tientas sin ver lo que tenían ante sus ojos? Hoy, casi no hay nadie que no los haya contemplado haciendo cabriolas en la pantalla de algún cinematógrafo; gentes de escasa instrucción los han visto nadar bajo las lentes de los microscopios, y el más novato de los estudiantes de Medicina está en posibilidad de mostrarnos los gérmenes de cientos de enfermedades. ¿Por qué fue tan difícil, pues, descubrir los microbios?
De pronto grita a su hija, — ¡Ven aquí! ¡Rápido! ¡En el agua de lluvia hay unos bichitos! ¡Nadan! ¡Dan vueltas! ¡Son mil veces más pequeños que cualquiera de los bichos que podemos ver a simple vista! ¡Mira lo que he descubierto!
El los llamaba «despreciables bichos» pululantes”.
Eran animalitos pequeños y extraños, que no le parecían verdaderos; por lo que los observó hasta sentir calambres en las manos. Vio por primera vez aquellos seres, y no sólo una especie, sino otra mayor que la primera, «moviéndose con gran agilidad en sus varios pies de una sutileza increíble». Descubrió una tercera especie y una cuarta, tan pequeña que no pudo discernir su forma. ¡Pero están vivas! ¡Se mueven, recorren grandes trechos en este inmenso mundo de una gota de agua! ¡Qué seres más ágiles!
Así describió Leeuwenhoek el movimiento de estos bichitos; Se detienen; quedan inmóviles, como en equilibrio sobre un punto, luego giran con la rapidez de un trompo, describiendo una circunferencia no mayor que un granito de arena». Este hombre, que aparentemente trabajaba sin plan ni método, era muy perspicaz. Nunca se lanzó a teorizar, pero era un mago en mediciones. La dificultad estaba en conseguir una medida para objetos tan pequeños. Con el ceño fruncido, musitaba: «¿De qué tamaño será realmente el más diminuto bichejo?» Ansioso por encontrar una unidad de medida, hurgó en los rincones de su memoria, entre los miles de cosas que había observado con tanto detenimiento. El resultado de sus cálculos fue: «Este animalillo es mil veces más pequeño que el ojo de un piojo grande».
Pero, ¿de dónde procedían esos extraños y minúsculos habitantes de la gota de agua?
Leeuwenhoek lavó cuidadosamente un vaso, lo secó y lo puso debajo del canalón del tejado; tomó una gotita en uno de sus tubos capilares y corrió a examinarla bajo el microscopio… ¡Sí! Allí se encontraban nadando unos cuantos bichejos… «¡Existen hasta en el agua de lluvia reciente!» Pero, en realidad, no había probado nada, pues quizá vivieran en el canalón, y el agua les arrastrara…
Entonces tomó un plato grande de porcelana, «esmaltado de azul en el interior», lo limpió esmeradamente y, saliendo a la lluvia, lo colocó encima de un gran cajón, cerciorándose de que las gotas de lluvia no salpicaran lodo dentro del plato; tiró la primera agua para que la limpieza del recipiente fuera absoluta, y después recogió en sus delgados tubitos unas gotas, regresando a su laboratorio. «Lo he demostrado. Esta agua no contiene ni un solo bicho. ¡No caen del cielo!» Conservo el agua, examinándola hora tras hora y día tras día, y al cuarto día vio que comenzaban a aparecer los diminutos bichejos junto con briznas de polvo y pequeñas hilachas.
Para este hombre, todo lo que caía en sus manos era objeto de experimentación. Un día, en sus paseos, se encontró con un anciano, se trataba de, persona de vida ordenada, que jamás bebe aguardiente y rara vez vino, y no fuma, me fijé, sin querer, en sus dientes largos y descarnados, que no los había limpiado jamás en su vida.
Tomó tras el permiso del anciano, una muestra del sarro de sus dientes. La boca de aquel hombre albergaba una nueva especie de criaturas que se deslizaba entre las otras, como una serpiente.: ¡el agua del tubito donde las introdujo parecía animada por aquellos pequeñísimos seres!
Fue el primero en observar, en la cabeza de un pececillo cuya cabeza insertó previamente en un tubo de cristal, los vasos capilares por los que pasa la sangre de las arterias a las venas, completando así la teoría de la circulación de la sangre del inglés Harvey
Parece extraño que, en ninguna de sus 112 cartas, Leeuwenhoek hiciera la menor alusión al daño que esos animalillos le podrían causar al hombre. Los había visto en el agua potable, los descubrió en la boca, años después los encontró en los intestinos de las ranas y de los caballos, y hasta en sus propias deyecciones; y observo que en algún brote de diarreas «encontraba por enjambres a estos bichitos, sin que jamás se le ocurriera que aquellos animalitos pudieran ser la causa de su mal.
Nunca ponía las cosas en relación evitaba caer en el peligro de determinar a una cosa como causa de otra.
Si bien Antonio Leeuwenhoek careció de imaginación para deducir que aquellos «despreciables bichejos» podrían ser la causa de las enfermedades, consiguió demostrar que aquellos seres microscópicos eran capaces de devorar y matar a seres mucho más grandes que ellos mismos.
«La vida se alimenta de la vida; es cruel, pero es la voluntad Divina , manifestó, Leeuwenhoek , el aceptaba y alababa todo como buen hijo de su tiempo. En aquel siglo, los investigadores no llegaron aún, como más tarde lo hizo Pasteur, al conocimiento de los microbios.
Defectos
No tenía formación científica ni le interesaba. Solo leia la Biblia
No se relacionaba, solo muy avanzado sus técnicas consistio en mostrarlas y con un escrúpulo patologico
No se fiaba de nadie
Nunca tuvo visión de conjunto

Lazzaro Spallanzani Los microbios nacen de microbios
El padre de Spallanzani estaba decidido a que su hijo estudiara letras, el joven hizo como que le interesaban los documentos legales, pero en los momentos que tenía libre se dedicaba a estudiar matemáticas, griego, francés y lógica, y durante las vacaciones observaba las fuentes, el deslizarse de las piedras sobre el agua y soñaba con llegar a comprender algún día los fuegos artificiales de los volcanes.
Vallisnieri un sabio de su tiempo, que conocio la inquietud de este niño, fue a hablar con su padre, y consiguió que Spallanzani fuera enviado a la Universidad de Reggio para emprender la carrera de ciencias.
Antes de cumplir los treinta años fue nombrado profesor en la ciudad de Reggio, donde explicaba sus lecciones ante un auditorio entusiasta que le escuchaba pasmado sobre los animalillos, aquellos seres nuevos y pequeñísimos descubiertos por Leeuwenhoek, Estos animalillos eran objeto de una controversia extraña, de una lucha enconada, y, a no ser por esto, habrían seguido siendo durante siglos curiosidades o habrían sido olvidados. La discusión giraba en torno de esta cuestión: ¿Nacen espontáneamente los seres vivos, o deben tener padres forzadamente, como todas las cosas vivientes?
En los tiempos de Spallanzani el vulgo se inclinaba por la aparición espontánea de la vida. Poner en duda que los escarabajos y las avispas son engendrados por el estiércol de vaca, es poner en duda la razón, el juicio y la experiencia». Incluso los animales tan complicados como los ratones no necesitaban tener progenitores, y si alguien dudase de esto, no tenía más que ir a Egipto, en donde encontraría los campos plagados de ratones para gran desesperación de los habitantes del país.
Spallanzani tenía ideas vehementes acerca de la generación espontánea de la vida; ante la realidad de los hechos, estimaba absurdo que los animales, aún los diminutos bichejos de Leeuwenhoek, pudieran provenir de un modo caprichoso, de cualquier cosa vieja o de cualquier revoltijo sucio. «Una ley y un orden debían predecir su nacimiento; no podían surgir al azar» Y una noche, en la soledad de su estudio, tropezó con un librito sencillo e inocente, que le demostró un nuevo procedimiento de atacar la cuestión del origen de la vida Redi es el autor de este libro que tanto entusiasmo a Spallanzani
El clérigo, Needham, católico ferviente y aficionado a hacer experimentos, iba adquiriendo celebridad en Inglaterra y en Irlanda, con la pretensión de que el caldo de carnero engendraba maravillosamente animales microscópicos. Needham dio cuenta de sus experimentos a la Real Sociedad, cuyos miembros condescendieron a tomarlo en consideración: refería Needham cómo había tomado una cierta cantidad de caldo de carnero recién retirado del fuego, como había puesto el caldo en una botella y lo había tapado perfectamente con un corcho para que no pudieran penetrar ni seres ni huevos provenientes del aire. Había calentado después la botella y su contenido en cenizas calientes, pensando: «Seguramente morirán así todos los animalillos o todos los huevos que pudieran quedar dentro de la botella». Dejó en reposo el caldo y la botella por espacio de varios días, sacó el corcho y al examinar el caldo al microscopio, lo encontró plagado de animalillos. Decía Needham a la Real Sociedad Britanica, estos animalillos sólo pueden proceder de la substancia del caldo. Esto demuestra que la vida puede surgir espontáneamente de la materia muerta!» y no era indispensable que el caldo fuera de carnero: hacía el mismo efecto una sopa de semillas o de almendras.
El descubrimiento irrito a Spallanzani , que afirmó “Los bichos no nacen espontáneamente del caldo de carnero ni de las almendras ni de cosa alguna.”.
«¿Por qué han aparecido esos animalillos en el caldo calentado y en las sopas de semillas? Pues sin duda porque Needham no calentó la botella todo el tiempo que era necesario y seguramente porque no la tapó herméticamente». Despues de hacer el experimento tapando, las botellas con corchos y calentándolas, vio que los bichos persistían, entonces, uno a uno, calentó a la llama los cuellos de las redomas hasta que, fundiéndose, quedaron perfectamente cerradas; Una vez que las tuvo selladas y dispuestas, murmuró: Ahora les hace falta un buen calentón.
Hirvió una serie de redomas durante unos cuantos minutos solamente y mantuvo otra a la temperatura de la ebullición por espacio de una hora entera. Sacó de las calderas las redomas que contenían el caldo hirviente y esperó que pasaran unos días, para ver si en ellas aparecía cualquier clase de animalillo.
Al mismo tiempo preparó una serie duplicada de caldos en redomas tapadas con corchos, no selladas a fuego, y después de hervirlas durante una hora, las puso al lado de las anteriores.
Días más tarde examinó a las redomas y el examen de las gotas de caldo procedentes de las redomas que habían sido hervidas durante una hora no encontró ningún bicho, las que sólo habían hervido unos minutos , descubrió alguno que otro animálculo; no eran microbios grandes como otros que había visto, pero de todas maneras eran seres vivientes.
Estas redomas estaban cerradas a fuego, nada ha podido penetrar en ellas procedente del exterior y, sin embargo, hay en ellas animalillos que han podido resistir la temperatura del agua hirviente.
De Las redomas que había tapado con corchos, como había hecho Needham, extrajo con unas cuantas gotas del líquido. Cada una de las redomas que habían sido tapadas con corchos, no cerradas a fuego, estaba llena de animalillos, hasta las mismas redomas encorchadas que habían sido hervidas durante una hora «eran como lagos donde nadasen peces de todas clases, desde ballenas hasta carpas», lo que hizo exclamar a Spallanzani:
“Esto significa que los animalillos que hay en el aire lograron colarse en las redomas de Needham, además, he descubierto un nuevo hecho de gran importancia: que los seres vivientes pueden soportar la temperatura del agua hirviendo y seguir vivos; para matarlos hay que mantenerlos a esta temperatura durante una hora.
Después lanzó a la cabeza del pobre Needham un brillante trabajo lleno de ironía que conmovió al mundo científico en sus cimientos.
La pregunta que mas inquietaba a Spallanzani era: ¿Cuál es la causa de que animalillos sean engendrados en el caldo de carnero aún después de haberlo calentado, ?
Se olvidó de sus deberes religiosos, de los grandes auditorios de estudiantes y las hermosas damas a quienes entusiasmaba visitar su museo, se arremangó hasta el codo y se lanzó a la tarea, no ante la mesa de su estudio, sino ante la del laboratorio; no con pluma, sino con sus redomas, sus semillas y sus microbios.
Resumen
No etiquetó claramente a estos animalillos como microbios, y ni siquiera pensó que fueron causantes de enfermedades.
Este hombre inteligente y ordenado y buscador, no tenia un medio científico que le llevara por el camino que lo pequeño puede ser dañino y todo lo que lleva consigo. Tuvo siempre un auditorio y como todos los científicos tenia enorme broncas al menos en misivas con Needham

Louis Pasteur Los microbios son una amenaza!
Treinta y dos años después de la muerte del gran Spallanzani,
Se diseñaban nuevos microscopios, pero nadie se preocupó durante este tiempo a pesar de los descubrimientos que se estaban llevando a cabo, sobre todo en locomoción, de los animalitos En octubre de 1831, un niño de nueve años, había sido mordido en la pierna por un lobo rabioso
En el transcurso de varias semanas, ocho víctimas más del lobo rabioso murieron con las gargantas resecas por los sofocantes tormentos de la hidrofobia.
Pasteur pregunto a su padre. ¿Qué es lo que vuelve rabiosos a los lobos y a los perros, padre? ¿Por qué mueren las personas cuando son mordidas por perros rabiosos? Cosas del demonio o algo similar contestó el padre: en 1831 nadie conocía la causa de la muerte de las personas mordidas por perros rabiosos, pues el origen de todas las enfermedades era un misterio.
Pasteur era un muchacho atareado y meticuloso, que en absoluto llamaba la atención. Su tiempo libre lo ocupaba en pintar paisajes del río que corría próximo a la curtiduría. Sus modelos eran sus hermanas, que terminaban aquellas sesiones con el cuello tieso y las espaldas doloridas.
En Cagniard de la Tour, andaba manipulando en 1837 con las cubas de fermentación de la fábricas de cerveza; recogió unas cuantas gotas espumosas de una de esas cubas y al observarlas al microscopio notó que de las paredes de los diminutos glóbulos de levadura allí presentes brotaban yemas como las que salen de las semillas al germinar. Investigaciones ulteriores le dejaron convencido de que ningún cocimiento de cebada y lúpulo se convertía en cerveza de no estar presentes, levaduras vivas y en pleno desarrollo.
Cuando tenía veintiséis años; después de mucho examinar montones de diminutos cristales, descubrió que había cuatro clases de ácido tartárico en lugar de dos; que en la Naturaleza hay una gran variedad de compuestos extraños exactamente iguales, excepto en que unos son como las imágenes de un espejo de los otros.
Un mes después, convertido Pasteur en colega de sabios tres veces más viejos que él, recibía felicitaciones de los químicos consagrados.
Instalado en la ciudad de Lila, pretendió flirtear con las ciencias y sufrio una llamada de atención de los industriales. Le advirtieron que la ciencia pura estaba muy bien, pero que lo que ellos necesitaban, era una íntima cooperación entre la ciencia y la industria. Si usted aumenta el azúcar de las remolachas y obtenemos mayor producción de alcohol, entonces verá como le ayudamos a usted y a su laboratorio.
Monsieur Bigo, destilador de alcohol, comento a Pasteur: Tenemos dificultades con la fermentación, ayudenos.
Encontró que un frasco que contenía substancia procedente de una cuba enferma, y encontró que no había fermentos. Hay aquí unas motitas grises pegadas a las paredes del frasco y otras cuantas flotando en la superficie del líquido. No existen en el otro líquido donde hay fermentos y alcohol. Consiguió separar una de aquellas motitas, y colocándola en una gota de agua pura la examinó al microscopio. ! No encontró glóbulos de fermento, sino algo totalmente diferente: grandes masas móviles y enredadas de seres como bastoncitos, sueltos unos, a la deriva otros, como cadenas de botecillos, agitados todos por una vibración incesante y extraña, apenas se atrevió a hacer conjeturas acerca de su tamaño, pues eran mucho más pequeños que los fermentos; sólo medían una milésima de milímetro.
—Estos bastoncitos del líquido de las cubas enfermas están vivos, son ellos los que producen el ácido de la leche agria; tal vez entablan lucha con los fermentos y los venzan. ¡Son los fermentos del ácido láctico, del mismo modo que la levadura es el fermento del alcohol!
Iideó un medio de cultivo: tomó levadura seca, la hirvió en agua pura y la filtró para obtener un líquido perfectamente transparente, al que añadió una cierta cantidad de azúcar y un poco de carbonato de cal para impedir que el líquido tomase carácter ácido. Con la punta de una aguja muy fina pescó después una motita gris en el líquido de una fermentación defectuosa y con todo cuidado la sembró en el nuevo caldo, colocó el frasco en una estufa de cultivo y se dispuso a esperar.
El día siguiente transcurrió sin variación, y hacia la noche, encontró muchas motitas grises nuevas como las que sembró, y de algunas de ellas suben rosarios de burbujitas, ¡todas ellas están soltando burbujas!
Pasteur, afirmó que aquellos bastoncitos eran la causa de las malas fermentaciones. Unos animalillos sumamente pequeños eran capaces de transformar el azúcar en ácido láctico, cosa que ningún hombre había logrado hasta entonces. I

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«Los fermentos que me ha revelado el microscopio en las cubas de fermentación sanas son los que transforman el azúcar en alcohol; es indudable que son los fermentos los que fabrican la cerveza a partir de la cebada, y es seguro que son los fermentos los que transforman las uvas en vino, aún no he podido demostrarlo; pero estoy seguro de ello»
Pero el mundo de la ciencia le era hostil, Liebig, el gran alemán, el príncipe de los químicos, el gran sacerdote de la química, era contrario a las ideas de Pasteur.
—Lo que tengo que hacer es cultivar fermentos en un medio que carezca de albúmina, y con azúcar suficiente, los fermentos, no dejan de trabajar en tres meses o aun más.
Encontró después otra clase de fermentos que transformaban el azúcar en ácido butírico. en el campo del microscopio,: vio que en el centro de la gota se movían animadamente en todas direcciones, pero que al correr suavemente la preparación, sin intención tal vez, hasta que el borde de la gota quedase bajo el objetivo, no se movían, estaban quietos. Los mata el aire, había descubierto un fermento nuevo, un diminuto animal que tenía la propiedad de transformar el azúcar en ácido butírico, y que además, había comprobado que estos animales podían vivir, jugar, moverse y realizar su función sin necesidad de aire. El mismo aire los mataba. El primer ejemplo de animales microscópicos que pueden vivir sin aire.
Leeuwenhoek había visto la misma cosa doscientos años antes pero no las había interpetado, su mirada era mas concreta, no le interesaba el peri mundo de los microbios, , y cien años más tarde Spallanzani se había quedado asombrado al descubrir la existencia de seres microscópicos que pueden vivir sin respirar. Es muy probable que Pasteur desconociese estos descubrimientos de sus predecesores.

Pasteur realizó curiosos experimentos que tardaron tres años en llegar a término; llenó parcialmente varios matraces, unos con leche, otros con orina, los calentó en agua hirviendo, fundió al soplete los cuellos para dejarlos bien cerrados, y en esta forma los conservó años enteros. Llegando el día fijado, los abrió para demostrar que la leche y la orina estaban en perfecto estado de conservación y que el aire contenido en los matraces conservaba casi todo su oxígeno; no habiendo microbios, no se echaba a perder la leche. Pasteur, lo mismo que Spallanzani, no podía admitir que los microbios procediesen de la materia inerte de la leche, o de la manteca. ¡Era seguro que los microbios debían tener progenitores! Pasteur, era, un buen católico.
En estas circunstancias, llegó un buen día Balard al laboratorio de Pasteur. Balard no era hombre ambicioso, no sentía deseos de realizar todos los descubrimientos posibles en el mundo; haber descubierto el bromo era bastante para la vida de un hombre—, pero le gustaba husmear lo que sucedía en los laboratorios de los demás. «Comprenderá usted que, al penetrar el aire a medida que va enfriándose el matraz, el polvo y los gérmenes que éste arrastra por el cuello angosto, pero quedan retenidos por la humedad de sus paredes», dijo Balard.
—Perfectamente; pero, ¿cómo podemos comprobar esto? —preguntó Pasteur, intrigado.
—Coja usted uno de esos mismos matraces que ha tenido en la estufa tantos días, un matraz, donde no hayan aparecido seres vivientes, y agítelo, para que el caldo moje la parte del tubo estirada en forma de cuello de cisne. Vuélvalo a meter en la estufa y mañana, por la mañana se encontrará usted enturbiado el caldo por grandes colonias de animalillos, hijos de los que quedaron adheridos al cuello del matraz.
Pasteur siguió estas instrucciones, y todo salió según había predicho Balard. Poco después, en una brillante reunión, refirió Pasteur en términos elocuentes el experimento que había llevado a cabo con los matraces de cuello de cisne.
“Jamás podrá rehacerse la doctrina de la generación espontánea del golpe mortal que le he asestado con este sencillo experimento”, manifestó.
Un ensayo que le obligó a deslizarse por los glaciares., del norte de Francia donde la atmosfera estaba poco contaminada
—La atmósfera es tan tranquila, tan apacible en este lugar —dijo Pasteur a sus ayudantes—, que apenas si habrá polvo y ningún microbio.
Volvió a repetir los experimentos con los matraces , y. lo hizo en lugares como cuevas que suponía no había contaminación y al aire libre.
De los diez matraces que abrimos en las cuevas del Observatorio, hay nueve perfectamente transparentes, sin un solo microbio. Todos los que abrimos en el patio están turbios, llenos de colonias de seres vivos. Es el aire el vehículo que los lleva hasta el caldo de cultivo; entran con el polvo del aire.
Recogió los matraces restantes y tomó el tren: era la época de las vacaciones de verano, cuando descansaban los demás profesores. Fue a su casa natal, en las montañas del Jura, y trepó al monde Popet, en donde abrió veinte matraces—, después a Suiza, y arrostrando peligros, dejó penetrar, silbando, el aire en otros veinte matraces, en las faldas del Mont Blanc, y encontró, como esperaba, que cuando más se elevaba, menor era el número de matraces enturbiados por las colonias de microbios.
La cosa está resultando como debe ser— exclamó, cuanto mayor es la altura y más puro el aire, hay menos polvo y menor número, por tanto, de microbios adheridos a las partículas de éste.

En Arbois, la industria vinícola estaba en grave peligro y de nuevo Pasteur se decide salvarla. Tomó botellas de vino, vino amargo, vino viscoso, vino grasiento; sabía; por las investigaciones que había efectuado en otra época, que eran los fermentos los que transformaban el mosto en vino, y tenía la convicción de que el culpable de que los vinos se echasen a perder era otro ser microscópico.
Y así era: en cuanto examinó al microscopio las muestras de vinos grasientos, encontró un hormiguero de curiosos microbios, muy pequeños; ensartados unos con otros, como las cuentas de un rosario; que las de vino amargo estaban infectadas por otra especie microbiana y aun había otra diferente en los vinos agriados. Pasteur y Duclaux se pusieron a trabajar en un laboratorio improvisado; atacaron a fondo el problema de impedir la presencia de los microbios perjudiciales en los vinos sanos, y descubrieron por último que si, una vez terminada la fermentación, se calienta suavemente el vino, por bajo del punto de ebullición, morían todos los microbios que no desempeñaban papel alguno en el vino y se conservaba éste sano.
A esta técnica se le llama “pasteurización “
En 1861, Dumas, su viejo profesor, le piidio que le ayudara con un problema que tenían los gusanos de seda. Aunque en principio no le gusto la faena, el amor a su maestro lo hizo aceptar el trabajo. “Estoy a su disposición; haga usted de mí lo que quiera “.
En Aliáis se enteró de que los gusanos de seda fabrican un capullo en torno suyo y se convertían en crisálida en su interior; se enteró de que la crisálida se transforma en mariposa que sale del capullo y pone huevos que, incubados, dan origen a nuevos contingentes de gusanos de seda a la primavera siguiente. Los criadores de gusanos de seda, le dijeron que la enfermedad que los mataba se llamaba pebrina, a causa de las manchitas negras parecidas a la pimienta de que se cubrían los gusanos enfermos.
Después de una serie de meses interminables, Pasteur reflexionaba: Por lo menos he conseguido reunir unas cuantas camadas de gusanos sanos. ¿Morirán si los alimentos con hojas de moreras manchadas con las deyecciones de gusanos enfermos? «Ensayó y los gusanos sanos murieron; pero desgraciadamente, este experimento fue otro fiasco, porque en lugar de cubrirse de manchitas negras y morir lentamente, los gusanos atacados de pebrina sujetos al experimento, pasaron a mejor vida en setenta y dos horas. Descorazonado Pasteur, suspendió los experimentos; sus fieles ayudantes estaban preocupados. ¿Por qué no intentaba otra vez el mismo experimento? Gernez fue enviado al norte de Francia para estudiar los gusanos de seda de Valenciennes, y Pasteur, sin una razón bien determinada, le escribió recomendándole repitiese allí el experimento que había fracasado anteriormente. Gernez tenía unas cuantas carnadas de gusanos y la convicción, además, independiente del criterio de su maestro, que los globulitos en cuestión eran seres vivos, parásitos, asesinos de los gusanos de seda. Escogió cuarenta gusanos en buen estado de salud y los alimentó con hojas de morera buenas y sanas que no habían sido utilizadas por gusanos enfermos. Estos gusanos tejieron veintisiete capullos hermosos y en las mariposas que de ellos salieron no encontró glóbulos. Manchó otras hojas con mariposas enfermas machacadas y las dio a comer a los gusanos nacidos el día anterior, gusanos que vivieron una muerte lenta, y cubrieron de motitas negras y tenían los cuerpos llenos de glóbulos subdivisibles. Con más hojas manchadas con mariposas machacadas alimentó gusanos que se disponían a tejer sus capullos, y así lo hicieron; pero las mariposas a que dieron vida estaban plagadas de glóbulos y se malograron los gusanos procedentes de sus huevos. Gernez fue presa de gran agitación, que aumentó cuando las noches que pasó pegado al microscopio, le mostraron que los glóbulos aumentaban enormemente en número a medida que los gusanos caminaban a la muerte.
Gernez se apresuró a reunirse con Pasteur, a quien dijo: ¡Ya está resuelta la cuestión! Los globulitos están vivos, son parásitos, son los que hacen enfermar a los gusanos.
Los pequeños corpúsculos no son sólo señal de la enfermedad, sino también la causa. Los globulitos están vivos, se multiplican, se infiltran por todas partes del cuerpo de las mariposas.
Pasteur se dio cuenta entonces de que los globulitos causantes de la pebrina procedían de fuera de los gusanos, no nacían en su interior, y emprendió largas peregrinaciones para enseñar a los campesinos la manera de preservar a los gusanos sanos de toda contaminación por las hojas manchadas por gusanos enfermos.
Seis años estuvo luchando Pasteur con las enfermedades de los gusanos de seda; no había acabado de solucionarlo, cuando atacó otra enfermedad a estos desgraciados animalillos: pero ya conocía el terreno que pisaba, tardó poco en descubrir el microbio de la nueva plaga.
Pasteur tras una hemorragia cerebral, quedó paralítico de un lado, pero se dedicó a leer con todo ardor el libro del doctor Smiles «Auto-ayuda», y resolvió continuar su obra con toda energía, no obstante su impedimento. Cuando debía haber continuado en cama o haber ido a reponerse a la orilla del mar, se puso de pie, vacilante, y salió cojeando a tomar el tren para el Mediodía de Francia, alegando indignado, que sería criminal no acabar de salvar los gusanos de seda, cuando tanta pobre gente se moría de hambre.
Resumen
Pasteur, era un superdotado de mirada y cultura amplia, que tenia relaciones amplias a las que no dudaba en consultar
Pasteur es el modelo de investigador que el mundo necesita
Unica referencia
Paul Kruif. Cazadores de microbios