LA MEMORIA
La memoria es la capacidad mental que posibilita a un sujeto registrar, conservar y evocar las experiencias (ideas, imágenes, acontecimientos, sentimientos, etc.). El Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española la define así: «Facultad psíquica por medio de la cual se retiene y recuerda el pasado». La clasificación General entorpecen el conocimiento de la materia . Lo más difícil del conocimiento es definir el concepto que estamos tratando.
No es posible clasificar la memoria sino sabemos que es la memoria. Y la clasificación de un concepto no concretó, puede hacerse desde muchas vertientes, algunas de las cuales se enlazan manto
Intentemos en principio clasificar la memoria según su duración o su utilización
Clasificación según su duración
Memoria sensorial:
Visual: de escasa duración, menos de medio segundo.
Auditiva: también breve, entre uno y dos segundos de duración.
Memoria inmediata (memoria a corto plazo): Duración de menos de un minuto, y limitada a unos pocos objetos.
Memoria reciente: Su duración oscila entre unos minutos y varias semanas, y su capacidad de almacenamiento es mayor que la de la memoria inmediata.
Memoria remota: Mantiene la información desde semanas hasta toda la vida.
Clasificación por contenido o utilización
Memoria de referencia: Contiene la información reciente y remota obtenida por experiencias previas.
Memoria de trabajo: Se aplica a un proceso activo que está siendo actualizado de manera continua por la experiencia de un momento determinado.
Memoria episódica: Contiene la información relativa a sucesos acontecidos en un momento y lugar determinados.
Memoria semántica: Contiene información que no varía, como por ejemplo el número de horas que tiene el día o las capitales de provincia de Andalucía. Los elementos pertenecen habitualmente a categorías determinadas, llamadas categorías semánticas: nombre de animales, reyes godos, instrumentos musicales…
Memoria declarativa (o explícita): Contiene los hechos del mundo y los acontecimientos personales del pasado que es necesario recuperar de manera consciente para recordarlos.
Memoria de procedimiento (o implícita): Aprendizaje y conservación de destrezas y habilidades, como peinarse o montar en bicicleta. Estos procedimientos se automatizan y no precisan de una ejecución consciente.
Intentemos ahora clasificar la memoria según distintos componentes Pont
Las 5 diferentes tipos de memoria ¿las conoces?
Memoria episódica (Hechos personales)
Memoria a corto plazo (Funcional o de trabajo)
Memoria a largo plazo.
Memoria semántica (Hechos)
Memoria procedimental (Destrezas)
Podríamos de esta forma llegar al infinito clasificando la memoria.
Lógicamente el neurólogo y fundamentalmente el neurocirujano son los profesionales, que nos podían hablar, con más exactitud de los trastornos de la memoria en relación con la localización de la lesión cerebral, sobre todo si ésta es concreta y no difusa.
Todos conocemos que la lesión del lóbulo límbico se relaciona ampliamente con la memoria.
No obstante la en la representación de la memoria en el lóbulo límbico es tan amplia y tan conectados los distintos aspectos de cualidad del del intelecto, que la concreción es excepcionalmente la mente..
Ninguna enfermedad difusa del cerebro es capaz de explicar con precisión los deterioros de la memoria.
Los reservorios de la memoria no tienen valor localizador, si no tiene en cuenta las funciones frontales elaboradoras de la recompensa. Es decir el sistema básico de estabilidad psiiquica .
Poca literatura existe con respecto a la precisión de trastorno de memoria y localización de la lesión. Por ello llama mucho la atención, los deterioros del enfermo Scoville , que perdió tras cirugía de los lóbulos temporales, la memoria inmediata para todo el resto de su vida.
Pocas lesiones concretas del sistema nervioso son capaces de producir tanto daño
Henry Molaison comenzó presentando crisis de ausencia esporádicas en la preadolescencia, que sus padres atribuyeron inicialmente a un accidente en bicicleta, si bien en su familia paterna había varios casos de epilepsia. Desgraciadamente, con los años la frecuencia y la gravedad de las crisis se incrementaron y en los años previos a su operación tenía varias crisis convulsivas y ausencias cada día. Sus médicos lo trataron con las drogas antiepilépticas disponibles en la época, Dilantin y fenobarbital entre otras, a dosis crecientes. Pero ni las mayores dosis los fármacos eran efectivas, aunque los efectos secundarios de estas drogas fueron tales que le provocaron lesiones en el cerebelo y una neuropatía periférica. Y, finalmente, la única solución posible que quedó fue la quirúrgica: extirparle la parte medial de su lóbulo temporal, en donde residía el foco de su epilepsia. Ante la dificultad de saber en cual de los dos hemisferios cerebrales estaba el foco con las rudimentarias herramientas diagnósticas de mediados del siglo XX, el Dr. SCOVILLE DECIDIÓ RESECAR LA AMÍGDALA, LAS ÁREAS CORTICALES ENTORHINAL, PERIRHINAL Y PARAHIPOCÁMPICA, MÁS LA PORCIÓN POSTERIOR DEL HIPOCAMPO DE SUS DOS HEMISFERIOS CEREBRALES. Apenas unos pocos centímetros cúbicos de masa cerebral.
Como consecuencia de la operación, la vida de Henry sufrió un cambio dramático, especialmente para sus padres. La lesión bilateral de su hipocampo hizo que, desde el día de su operación su memoria quedara reducida a unos 30 segundos. Afortunadamente, Henry nunca fue plenamente consciente de su propio drama. Porque sin memoria no existe el pasado ni, por tanto, el futuro. Y sin pasado ni futuro, viviendo siempre en el tiempo presente[1], el sufrimiento queda muy mitigado, las preocupaciones no existen porque no hay futuro del que (pre)ocuparse. Todas sus experiencias pasaban por Henry sin dejar huella en su memoria y por tanto ni siquiera su propia condición de amnésico, su dependencia absoluta de la ayuda constante de la gente de su alrededor (sus padres primero, su madre cuando su padre murió, el personal sanitario después) podía provocarle ansiedad. A eso hay que sumar que su amígdala, el centro de nuestro cerebro responsable de nuestros miedos y alegrías, había sido extirpada junto con el hipocampo, si bien parte de su amígdala centro-medial (la más relacionada con la generación de miedos) quedó intacta tras la operación[2].
A pesar de ser una víctima directa de este terrible error, Henry es seguramente una de las personas que más ha contribuido activamente al avance de la neurociencia y la neurología en toda la historia de estas disciplinas. Incluso una vez muerto, Henry continuó sirviendo bien a la neurociencia y la medicina gracias a que decidió donar su cuerpo. Así que, inmediatamente tras su deceso, el cuerpo de Henry fue introducido en equipo de resonancia magnética para obtener una RMN postmortem de su encéfalo, su última RMN. Después, con sumo cuidado, un equipo de anatomistas expertos abrió su cráneo y fotografió su encéfalo desde todos los ángulos posibles dentro aun de su cabeza, para finalmente extraerlo y repetir la sesión fotográfica ahora ya del encéfalo aislado. Finalmente, fijaron el encéfalo para su estudio histológico y lo seccionaron en cortes muy finos para poder observar cada detalle al microscopio. En la web http://thebrainobservatory.ucsd.edu/hm se puede leer su historia y contemplar el fascinante vídeo (al menos para un histólogo como yo) en el que se muestra cómo un micrótomo de congelación automático, supongo que hecho a medida, permitió que durante 53 horas ininterrumpidas se obtuvieran miles de secciones horizontales del encéfalo de Henry. De éstas se seleccionaron 2401 que fueron teñidas y fotografiadas para realizar una reconstrucción 3-D del encéfalo del entrañable amnésico Henry Molaison. Este trabajo permitirá establecer correlaciones entre sus (mermadas) capacidades mentales y cognitivas y las zonas de su encéfalo sanas o lesionadas. Entender mejor la compleja relación entre anatomía y función en el sistema nervioso central, desentrañar la anatomía de la mente2.
La amnesia de Henry era tan impactante e impresionante que ha dejado en un segundo plano una alteración importantísima de sus capacidades perceptivas. Su olfato no era normal. Suzanne Corkin sometió a Henry a una serie de tests de percepción olfativa: le presentaba viales con una solución de una sustancia química olorosa común (por ejemplo, odorantes con olor a coco, menta o almendra) y pedía a Henry que identificara el olor de entre 5 posibles indicados en una tarjeta. El único olor que reconoció fue el agua destilada, a la que respondió “nada” es decir, reconoció la ausencia de olor. Todos los demás odorantes fueron detectados pero sin ser identificados: indicaba unos de los 5 posibles olores al azar (un acierto de cada 5 como media). Además, no sabía si dos olores presentados consecutivamente eran el mismo o dos diferentes, no discriminaba entre olores. Y si se le pedía que, sin tarjeta alguna, indicara qué olor estaba oliendo, daba descripciones estrambóticas: por ejemplo, un día identificó el clavo de olor (especia) como “madera recién cortada”. Y en otra ocasión el mismo odorante lo identificó como “pez muerto encontrado en la orilla”. Y si se le presentaba un objeto a ciegas y se le dejaba olerlo (por ejemplo un limón) cuando por fin se le retiraba la venda de los ojos decía: “curioso, no huele como un limón”.
Esta alteración del olfato que mostraba Henry no era, sin embargo, una hiposmia o una anosmia. Si se le hacía una prueba de discriminación de intensidad, presentándole distintas concentraciones de un mismo odorante y pidiéndole que ordenara los viales por concentraciones, lo hacía correctamente. Podía detectar la presencia o ausencia de olor y podía discriminar la intensidad del estímulo (olor fuerte, olor débil) pero no identificar el olor[3] .
Otros pacientes amnésicos por lesiones de hipocampo (Henry no es el único, aunque sí el más famoso) no presentan alteraciones del olfato similares. Por eso el cerebro de Henry aun esconde un misterio. Nos indica que tenemos sistemas separados: uno para detectar olores e inferir la intensidad de los mismos y otro para identificar los olores que detectamos. El primero estaría intacto en el cerebro de Henry, el segundo residiría en alguna de las áreas que perdió en la operación. Y tenemos unos cuantos candidatos. Entre ellos la corteza entorhinal y la amígdala.
Ya he mencionado la amígdala unos cuantos párrafos más arriba. Con la forma y el tamaño de una almendra (amygdala es almendra en griego y latín) esta pequeña porción del lóbulo temporal tiene un papel clave en las respuestas emocionales primarias[4]. Pero además, la amígdala es receptora de proyecciones desde los bulbos olfativos, lo que convierte a una parte de la misma, la llamada amígdala cortical, en un área olfativa. En los circuitos internos de la amígdala residiría el impacto emocional de los olores: si un día pasamos junto a alguien que lleva la colonia que solía usar nuestra madre (uso este ejemplo porque la mía murió hace más de 20 años) el impacto es tremendo. Y es ese impacto, quizás, el que nos permite asignar identidad a los olores y reconocerlos, distinguiéndolos de los demás. Aparentemente, Henry también perdió la amígdala cortical en su operación, y con ello un limón no olía a nada relevante, solo olía.
Desde su tumba, Henry aun nos da lecciones, con la misma generosidad con que lo hizo en vida.

Bibliografía

[1] Conocía el caso de HM desde hace años. Pero la lectura de Permanent Present Tense: The Unforgettable Life of the Amnesic Patient, H.M. de Suzanne Corkin, la psicóloga que lo trató durante los últimos 40 años de su vida, permite calibrar la magnitud del drama de Henry y sus padres (no tenía hermanos) y los terribles episodios que las modas médicas basadas en el supuesto pragmatismo y los delirios de fama de algunos, pueden llegar a generar en la población. Algún día tendré que escribir sobre psicocirugía y neuropsiquiatría.
[2] Annese et al. 2014. Postmortem examination of patient H.M.’s brain based on histological sectioning and digital 3D reconstruction. Nature Communications. 5:3122 / DOI: 10.1038
[3] Eichembaum et al. 1983. Selective olfactory deficits in case H.M.. Brain 106:459-72
[4] LeDoux J. 1998. The Emotional Brain: The Mysterious Underpinnings of Emotional Life. Touchstone Pr. ISBN-10: 0684836599; ISBN-13: 978-0684836591.
Olucha et al. 2015. Amygdala: Structure and Function. In: Paxinos G (ed.) The Rat Nervous System. Academic Press/Elsevier

Carmen Agustín Pavón Bióloga y Doctora en Neurociencias por la Universitat de València,
De la Vega, R. y Zambrano, A. Memoria [en línea]. Circunvalación del Hipocampo, junio 2018 [Consulta: 6 de marzo de 2020]. Disponible en: https://www.hipocampo.org/memoria.asp.