>Los mercados chinos, una cuna para toda clase de virus
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Estábamos alertados de la insalubridad de los mercados chinos, y la imagen que muestra la vanguardia de la evidencia de la suciedad y posibilidad de que se acumulen todo tipo de gérmenes y sobre todo los virus es evidente
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Peces y mariscos en tanques del mercado de Kowloon antes del golpe de gracia (Anthony Kwan / Getty)
ISMAEL ARANA, HONG KONG
02/02/2020 00:05Actualizado a02/02/2020 11:50
En el artículo de hoy en la vanguardia se describen cosas que ya sabíamos por las películas
“El 90% de nuestros clientes prefiere la carne fresca dice la servidora de una de estas tiendas horribles.
En china, la carne fresca es un lujo y una de las materias primas más codiciadas.
En las lonjas se puede encontrar peces y mariscos, carne de cerdo recién llegada del matadero o algunas cestas con ranas y tortugas que serán utilizadas para condimentar o bien en forma de una sopa o alguna otra manera
Esto aumenta en los zoológicos gastronómicos en donde entre rascacielos y empresas tecnológicas de última generación, algunos mercados cuentan con una variedad de animales domésticos y salvajes mayor que el arca de Noé, pero las condiciones higiénicas se asemejan a las de tiempos del Antiguo Testamento.
Es el caso del mercado Huanan de la ciudad de Wuhan, epicentro de la epidemia del coronavirus. En el ala oeste del complejo había a la venta, vivos o a trozos, cocodrilos pequeños, puercoespines, perros, ratas de bambú, crías de lobo, avestruces, patos, civetas, carne de camello, marmotas, conejos, serpientes, pavos reales o un ciervo. “Era conocido por vender muchos animales vivos y raros”, comenta James, un profesor de inglés que vivió cinco años cerca del mercado. “Así que nadie se sorprendió cuando se comenzó a decir que el virus podría proceder de un animal inusual”.
Desde el 1 de enero, este zoco luce cerrado a cal y canto y custodiado por agentes después de que algunos de sus vendedores y clientes comenzaran a mostrar síntomas de la nueva y extraña neumonía.
Algún estudio habló de la posibilidad de que el coronavirus se podría haber transmitido inicialmente a partir de serpientes, otros especialistas desecharon la idea y creen que proviene de un mamífero (probablemente un murciélago, incubadores naturales de varios virus).
Conservacionistas y expertos en la salud llevan años alertando contra el comercio de vida silvestre en los mercados chinos y de otras regiones asiáticas, tanto por su impacto en la biodiversidad como por el potencial de propagación de enfermedades. “La parte del bienestar animal es obvia, pero mucho más oculta es la acumulación y mezcla de todas estas especies en áreas muy pequeñas y cercanas”, apunta Christian Walzer, de la neoyorquina Wildlife Conservation Society.
En esos espacios reducidos, donde no suele ser fácil identificar la procedencia de muchos ejemplares, en ocasiones se entremezclan las secreciones de animales vivos con la sangre y desechos de los muertos, el caldo de cultivo ideal para que surjan virus desconocidos.
Es lo que pasó en el 2002 en el mercado de Qin Ping, en la provincia de Cantón, donde apareció el virus del SARS (síndrome respiratorio agudo severo), que en 9 meses mató a casi 800 personas e infectó a otras 8.422 por todo el mundo. En aquella ocasión, los científicos determinaron que el transmisor de ese coronavirus –emparentado con el de Wuhan– fue una civeta, una especie de gato salvaje muy apreciado por algunos paladares chinos.
China ha recorrido un largo camino desde entonces, cuando fue duramente criticada por ocultar información y negar el alcance de la epidemia. El país ha avanzado en el control y detección de enfermedades infecciosas, con un centro puntero que –ironías de la vida– está en Wuhan. También se han mejorado las condiciones sanitarias en mercados húmedos, establecido un sistema de licencias y prohibido la venta de aves de corral y otros animales en el centro de grandes urbes como Pekín o Shanghai. En el 2014, se aprobó una ley contra el comercio de animales en extinción, que también castiga con la cárcel al consumidor que la transgreda.
Aun así, conforme crece la economía china, también lo hace el apetito del consumidor patrio por los productos de animales salvajes, ya sea como alimento o para su uso en la medicina tradicional. En algunas ocasiones, el consumo de los más exóticos sirve para hacer ostentación de la posición social alcanzada. En otras, viene avivado por supuestas virtudes medicinales que se le atribuyen, desde mejorar la circulación hasta prolongar la vida o una vigorosa actividad sexual.
No ayuda que las inspecciones sanitarias no sean siempre lo rigurosas que debieran ser o que ciertos restaurantes y páginas de internet hagan su agosto a costa de la supervivencia de algunas especies en peligro de extinción.
Hace una semana, 19 reputados científicos firmaron una carta para pedir la limitación de su comercio. “No es sólo importante para la conservación ecológica, sino por su importancia capital para controlar riesgos de salud pública”, denunciaban. También pedían acción contra los vacíos legales en los permisos para la domesticación y cría de animales salvajes, un agujero por el que los traficantes cuelan bestias salvajes como animales criados en granjas.
Finalmente, el Gobierno chino anunció esta semana la prohibición temporal de transportar y comerciar especies salvajes –vivas o muertas– en mercados, supermercados, restaurantes o en la red. Además, las granjas de estos animales quedaron en cuarentena y se reforzarán las inspecciones y castigos para quien quebrante la ley. “Los consumidores deben entender los riesgos para la salud de comer animales salvajes”, rezaba la directiva.
Desde las organizaciones medioambientales reclaman que la prohibición se haga permanente y se extienda a otros países, con el fin de conservar las especies y evitar futuras pandemias. Pero otras voces aseguran que el problema no radica tanto en cambiar los hábitos alimentarios como los higiénicos, incidiendo en que a toda prohibición le sigue un mercado negro mucho más difícil de controlar. “La existencia de mercados como el de Huanan está impulsada por una demanda real de los consumidores. Mientras esta siga existiendo, si no se cubre aquí, lo harán en otro lugar”, advirtió a Bloomberg Liu Yuanfei, cliente habitual de la lonja ahora clausurada.
Esto no es sólo un problema de cultura alimenticia el sobre todo un problema de higiene y sin ella, si no es esta epidemia de coronavirus tendremos otra similar.
El ser humano debe utilizar los recursos de la naturaleza pero con ciertas normas y con una rigidez extrema en su uso y con su higiene.