«EL HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDO»:
SOBREVIVIR EN CONDICIONES EXTREMAS
Viktor Frankl Herder, escribio un librito en que manifiesta de manera tenebrosa, pero al mismo tiempo victoriosa, la capacidad del ser humano para soportar el dolor físico y psíquico, siempre que tenga un motivo para sobrevivir
Narra los horrores de los campos de concentración y el proceso de deshumanización que llevaron a cabo, mostrando lo que puede dar de sí la naturaleza humana, para lo malo y lo bueno
Este proceder se llama resiliencia que es, la capacidad que tiene una persona para superar circunstancias traumáticas «
Podemos también llamar resiliencia a la la capacidad de sobreponerse a las desgracias traumáticas de la vida a través del amor y de las relaciones emocionales. Sobrevivir en el infierno con el anhelo y la esperanza de la libertad final.
El hombre en busca de sentido es la narración autobiográfica de una persona que, a pesar de haber padecido los más atroces sufrimientos físicos y morales, es capaz de mantenerse incólume y sobreponerse a ellos. En cierta medida, este libro preludia el concepto de resiliencia que después acuñará Boris Cyrulnik, otro psiquiatra que también estuvo en un campo de concentración cuando era niño. La resiliencia es la capacidad de sobreponerse a las desgracias traumáticas de la vida a través del amor y de las relaciones emocionales significativas. Si Frankl había conseguido mantenerse a flote en las peores circunstancias que uno pueda imaginar, ¿por qué no podríamos nosotros hacer lo mismo en las nuestras, que son mucho más favorables?
Ninguna pesadilla podía ser peor que la realidad
«Jamás olvidaré aquella noche en que me desperté con los fuertes gemidos de un compañero amigo que se agitaba en sueños bajo los efectos de alguna horrible pesadilla. Yo siempre me he sentido especialmente conmovido ante las personas que sufren delirios o pesadillas angustiosas. Decidí despertar al pobre hombre, pero en el último instante me detuve, retiré rápidamente mi mano asustado por lo que iba a hacer. Comprendí con rapidez, de forma descarnada, que ningún sueño, por muy horrible que fuese, podrías ser peor que nuestra actual realidad [en el campo], una realidad a la que estuve a punto de cometer la crueldad de devolverlo».
De este libro Karl Jaspers dijo que era «uno de los pocos grandes libros de la humanidad» y la librería del Congreso de Washington lo considera uno de los diez libros de mayor influencia en Estados Unidos.
Es posible que este libro ha ayudado a muchas personas a encontrar sentido a sus vidas. Lo que no se si esta resiliencia personal, es propia de la raza humana o solo de una parte de ella . No se si alguien no cultivado en la meditación, es capaz de hacer la proeza de sobrvivir o para ello hay que tener un espiritu domesticado y enriquecido con el conocimiento
Otros libros han mostrado la capacidad de algunas personas para mantener este tono vital que les hace resiliente, como el Diario de Ana Frank o Si esto es un hombre, de Primo Levi.
El hombre en busca de sentido habla de los horrores del universo concentracionario y describe con gran fidelidad el deliberado proceso de deshumanización que se llevó a cabo en este entorno controlado, mostrándonos lo que puede dar de sí la naturaleza humana, tanto para lo malo como para lo bueno. El problema fundamental de nuestro tiempo (la capacidad de la técnica para despersonalizar al ser humano) se refleja ya en este libro mítico que explora los límites a los que puede llegar el hombre cuando se le obliga a vivir en condiciones infrahumanas.
En un principio, el libro se llamó Un psicólogo en un campo de concentración, aunque el éxito mundial vino cuando se le cambió el título y se le añadió un epílogo en el que el autor, psiquiatra austriaco, resumía los elementos clave de su particular enfoque terapéutico, la logoterapia.
El objetivo de Viktor Frankl (judío vienés, 1905-1997) consistió en reflejar de la manera más objetiva posible la profunda transformación de la personalidad que sufría un prisionero típico en un campo de concentración nazi, es decir, la espeluznante despersonalización y progresiva animalización que conllevaba este cruel proceso, meticulosamente planificado por sus verdugos.
las pavorosas circunstancias que acompañaban la deportación: los viajes de varios días en trenes para ganado atestados de personas con un mendrugo de pan como único alimento y sin apenas agua para beber, la salida en dos caminos (uno, hacia la dura vida del campo; otro, hacia los hornos crematorios) según el macabro «juego del dedo» que llevaba a cabo un oficial de la SS impecablemente vestido (papel que en Auschwitz representó el infame doctor Mengele), las engañosas duchas, etcétera. Por eso quizás no sea necesario insistir en estos elementos del relato de sobra conocidos por todos, sino destacar más bien los aspectos más originales de texto.
El objetivo de Frank era reflejar la profunda transformación de la personalidad que sufría un prisionero y su progresiva animalización en ese cruel proceso planificado por sus verdugos
Después del impacto emocional de la primera fase, venía una segunda etapa de apatía generalizada, de embotamiento emocional ante el sufrimiento continuo que uno presenciaba todos los días, y que «desembocaba en una especie de muerte emocional». En pocos días, la personalidad del interno se transformaba por completo y dejaba de experimentar sentimientos como la repugnancia, la piedad, la indignación o el horror. El propio Frankl cuenta cómo pasó algún tiempo en el barracón de los enfermos y vio cómo allí moría mucha gente «sin sentir la menor conmoción interior».
Lo severo de este tipo de educación, era capaz de anular las emociones, las percibían de forma no tan dramática cómo lo haría una persona no experimentada . Podríamos decir que se comportaba como una leucotomía, al menos algún tiempo y posiblemente en la mayoría de los prisioneros
Todos los esfuerzos de los prisioneros se concentraban en una única tarea: sobrevivir un día más al esfuerzo agotador y a las exiguas raciones de comida, los 300 gramos de pan y el litro de sopa aguada que les daban para todo el día. No es extraño, pues, que las conversaciones y sueños de los prisioneros gravitasen alrededor de la comida: el hambre era la sensación que lo presidía todo. Los nazis consiguieron que la existencia humana se redujese a la mínima expresión. De ahí que «el afán de procurarse alimentos fuese el instinto primitivo dominante alrededor del cual giraba el resto de la vida mental», según cuenta Frankl. Según su testimonio, solo sobrevivían aquellos internos que «endurecidos quizá por el deambular durante años de campo en campo, y en la lucha por la supervivencia, perdían todos los escrúpulos; aquellos que, con tal de salvarse, eran capaces de emplear cualquier medio, honesto o menos honesto, incluida la fuerza bruta, el robo o la traición a sus compañeros». Incluso llega a confesar varias veces en el libro que «los mejores de entre nosotros no regresaron a casa».
Las personas que sufrieron este trauma tenian sus necesidades físicas y morales, limitadas a una mínima expresión , solo para mantenerse vivo.
Esta dimensión espiritual del hombre, esta capacidad de autotrascender, de buscar un sentido fuera de él mismo, es lo que realmente define antropológicamente al hombre. «El ser humano es un ser autotrascendente», afirma Frankl de manera categórica. Para él, «ser hombre implica dirigirse hacia algo o alguien distinto de uno mismo, bien sea realizar un valor, alcanzar un sentido o encontrar a otro ser humano. Cuando más se olvida uno de sí mismo —al entregarse a una causa o a una persona amada—, más humano se vuelve y más perfecciona sus capacidades».
Pero lo sorprendente de estas situaciones, es que el hombre y por sobrevivir suspende funciones, en otros casos vitales, como la emoción y el sentimiento, es capaz de contener su biología en post de la supervivencia.
Frank afirma que el hombre decide lo que es». Su conclusión fatídica es que en los campos de concentración se mostró lo peor y lo mejor del ser humano, el ser humano en su estado puro. Y termina el libro con estas palabras: «El hombre es ese ser capaz de inventar las cámaras de gas de Auschwitz, pero también el ser que ha entrado en ellas con la cabeza erguida».
Pero me detengo antes esta afirmación , el sobrevivir es tan fuerte que en la inmensa mayoría de los sufrientes , solo persiste un cerebro primitivo responsable de funciones vitales, todo lo elaborado por la sociedad, no es tenido en cuenta, por lo menos en gente no sublime
«El hombre es ese ser capaz de inventar las cámaras de gas de Auschwitz, pero también el ser que ha entrado en ellas con la cabeza erguida»
No rotundamente no, el hombre sabe construir los terrible artilugios, cuando es una mala bestia, pero entrar con la cabeza erguida en la cámara de gas, es de un ser superior. Aunque también domesticado por la imaginacion
Creo que el hombre tanto cuando sufre como cuando sueña no tiene nada que ver con la realidad. Su organismo tiene instalado mecanismo en pos de la supervivencia y esto ocurre en la mayoría de los humanos . Pero como excplicariamos esto en los suicidas, actitud cada día mas frecuente.
En condiciones terribles pero impuestas, el hombre se las ingenia con todas las dimensiones de su conciencia para fabricarse mitos y realidades que le permitan seguir vivo, pero cuando las vías nerviosas que transportas estas actitudes están lesionadas por mil mtivos,, va y se suicida
Me parece construir desde lo absurdo, lo imaginario.
Lo que si parece imperdonable, es la actitud de unos fieras, que no respetan nada y experimentan todo lo imaginable. La gente con este comportamiento, tienen una mente no humana, no se lo que pueden ser, pero mejor que no existieran , porque siguen vivos.
Los hombres y las condiciones que tenemos en estos tiempos, condicionan un cerebro que actúa de forma diferente.
Quiere vivir la vida de forma extrema, y ello le conduce a accidentes no solo físicos, sino también morales, que los devirtuan. Es muy posible que nuestro cerebro y nuestra mente no sean los de antes y que el valor de la vida sea diferente. Me da mucho miedo que tanta literatura, difuminan conceptos que son personales, pero contagiosos.
El suicidó y con el las enfermedades mentales que sufre nuestra sociedad, necesitan de una atencion, inasumible por una parte y por otra desacertada, porque no sabemos, casi nada de su etiología.
Dios reparta suerte