EL DOLOR CRÓNICO PUEDE ESTAR ORIGINADO EN EL CEREBRO

Aina Perelló, médica de familia y experta en dolor: «No hay ningún medicamento contra el dolor que haya igualado los resultados y el impacto que tiene el movimiento y el ejercicio físico»

El dolor crónico puede estar originado en el cerebro y, en algunos casos, es como si la alarma estuviera estropeada. Se queda encendida y debemos conseguir desactivarla”

«La persona debe aceptar que tiene dolor, pero debemos intentar que no se pegue: no hace falta que renuncie a hacer cosas ni que toda su vida gire en torno a esto»

Muchas personas arrastran 20 o 30 años con dolor y, a menudo, están deprimidas o tienen insomnio… están muy afectadas psicológicamente”

Aina Perelló Bratescu (Bucarest, 1976) es especialista en Medicina Familiar y Comunitaria y ejerce en el CAP Larrard de Barcelona. La doctora Perelló es experta en el abordaje multidisciplinar del dolor crónico desde el ámbito de la atención primaria. En esta entrevista nos habla del uso de los fármacos contra el dolor (también de los opioides), pero sobre todo de las últimas evidencias ligadas al beneficio que aporta la tríada formada por ejercicio físico, educación y psicología.

Recientemente, los expertos hablan más de “dolor persistente” y no tanto de “dolor crónico”. ¿Qué diferencia existe entre estos dos conceptos?

Justamente estamos discutiendo sobre este tema, porque trae controversia. Desde hace unos años, existe todo un movimiento a favor de cambiar el término “dolor crónico”, debido a la connotación negativa que puede tener esta cronicidad, ligada al dolor “de por vida”. Lo que dice nuestro grupo de trabajo de Camfic y lo que se está diciendo en toda Europa, es que el dolor no tiene por qué ser para siempre con la misma intensidad. Hablamos del dolor primario, aquél que no tiene una causa clara conocida, o al menos no lo hemos descubierto. Con educación, este tipo de dolor puede que no desaparecerá, pero puede mejorar. Ahora bien, desde las sociedades científicas estamos hablando con colectivos que reivindican que el término “dolor persistente” puede tener efectos negativos en lo que respecta al reconocimiento de estas patologías oa la falta de evidencia de curación actualmente. En cualquier caso, el dolor persistente puede ser por un período largo, pero quizás no de por vida. La idea de fondo es que el dolor puede mejorar y se puede realizar una vida funcional.

Por tanto, ¿el dolor crónico es aquel que, a diferencia del dolor agudo, no tendría una causa identificable?

Es muy importante distinguirlos, porque el tratamiento es muy distinto. En el modelo cartesiano del dolor, tenemos un dolor agudo y una lesión (“me quemo”, “me corto”, etc.): el cerebro detecta que existe un dolor y genera una respuesta (retirada, protección, etc.). El dolor primario persistente o crónico, también llamado dolor nociplástico, no es el típico dolor que tiene una causa evidente. El mecanismo que hace que persista es la sensibilización. El dolor se genera en el cerebro y, en ciertas ocasiones, es como si fuera una alarma estropeada. En un primer momento es útil, pero la alarma se queda encendida y nada nos está aportando. Si no aprendemos qué está pasando, si no la desactivamos, la persona es difícil que mejore. Se ha demostrado que dar fármacos o seguir mirando la rodilla o la espalda no sirve en estos casos. Lo que parece ayudar puede ser la educación en neurociencia, es decir, entender todo esto, combinada con ejercicio y psicología. Es un tratamiento multidisciplinar.

Los fármacos opioides son un tratamiento habitual para ciertos tipos de dolor. En este sentido, hay noticias muy preocupantes, que nos llegan de Estados Unidos, sobre personas adictas al fentanilo. ¿Cómo estamos aquí?

Aquí el problema es distinto. Parece que no existe un uso ilegal de este fentanilo rápido o está de forma muy anecdótica. El mercado negro de fentanilo es muy minoritario. Pero sí tenemos un problema de prescripción inadecuada. Hice mi tesis doctoral, que se puede consultar, al respecto. Me refiero al dolor crónico no oncológico; porque, en pacientes oncológicos, los opioides sí tienen su espacio. Pero, por lo demás, hay muchísimas personas que tienen prescripciones de opioides en dosis muy altas, sobre todo mujeres mayores pobres. Y el tema es que estas pacientes no mejoran su calidad de vida, sino que tienen mayor riesgo de morir por depresión respiratoria y, además, su dolor persiste. La solución es moverse, no dar opioides, y estamos dando muchísimos sin resultados claros.

Has mencionado el movimiento. ¿Moverse es bueno para el dolor, pues?

Sí, claramente. Está demostradísimo que es la medida más barata y con menos efectos secundarios (quizá, como mucho, una lesión). No existe ningún medicamento que haya igualado los resultados y el impacto que tiene el ejercicio físico. Es una medida que aparece en muchísimos estudios. En las guías internacionales europeas, americanas y australianas se dice que debe potenciarse el ejercicio. Los fisioterapeutas saben muchísimo dolor. Los medicamentos tienen muchos efectos secundarios ya menudo no hacen mejorar a los pacientes. Lo que debe hacerse es moverse, no perder la movilidad

 

14/03/2024