EL BANCO DE CEREBROS

La labor del banco de cerebros de la Fundación CIEN de Madrid permite el avance de la Neurociencia en España. Visitamos sus instalaciones junto a Pilar, futura donante. Los guardamos para siempre. Nunca se tiran»

El Banco de Cerebros de la Fundación CIEN tiene más de 700 cerebros.

Las pruebas de imagen ayudan a conocer mejor las enfermedades neurológicas, pero analizar los trastornos en un cerebro real supone un salto cualitativo. Foto: ALBERTO DI LOLLI

Nunca se tiran». Pilar García es una de las más de 800 personas inscritas en el programa de donación de tejidos del Banco de Cerebros de la Fundación CIEN de Madrid. Cuando muera, quiere ayudar a la investigación neurológica y contribuir con su cerebro a que se conozcan mejor enfermedades como el Parkinson, el Alzheimer o el deterioro cognitivo que ha comenzado a borrar la memoria de su marido.

Pilar García, una futura donante.  Foto: ALBERTO DI LOLLI Pilar García, una futura donante. Foto: ALBERTO DI LOLLI

Hace más de 10 años que se apuntó al programa y cada día está «más convencida de la decisión», asegura con firmeza mientras recorre las instalaciones del centro. «Por la enfermedad de mi marido y por mi hermano Juan Manuel, que falleció hace poco más de un año por una enfermedad neurodegenerativa sin diagnosticar. Se fue quedando paralizado, pero la mente la conservaba. Yo le ponía rancheras, porque nacimos en México y le encantaban. No llegamos a conocer la causa. No se pudo hacer nada por él».

Gracias a las donaciones, el banco madrileño, creado en 2007, cuenta actualmente con algo más de 700 cerebros disponibles para la investigación. La mitad, aproximadamente, es de personas que sufrieron demencia. «La información que aportan a la investigación las muestras humanas es fundamental», explica Alberto Rábano, director científico del Banco de Tejidos de la Fundación CIEN.

Es cierto que las pruebas de imagen o los estudios en animales contribuyen a conocer mejor las enfermedades neurológicas. Sin embargo, analizar los trastornos en un cerebro real supone dar un salto cualitativo. «Gracias a los cerebros podemos saber cosas que, si no, desconoceríamos», insiste Rábano.

El estudio de cerebros donados al centro ha permitido, por ejemplo, descubrir nuevas enfermedades raras, como la ataxia espinocerebelosa tipo 37 o hallar nuevas mutaciones relacionadas con la neurodegeneración. También ha hecho posible profundizar en los misterios cognitivos que todavía esconde el cerebro.

«Dos cerebros con las mismas alteraciones no generan siempre los mismos síntomas», explica Rábano. «Bajo el microscopio, las lesiones son iguales, pero en un individuo han producido demencia en mucha mayor medida que en otro. Hoy sabemos que eso se debe a lo que llamamos reserva cognitiva, a la influencia que ejercen factores como los años de educación que ha tenido esa persona, su profesión, las lenguas que habla o, algo muy importante, la red social que le rodea. Esa reserva cognitiva es, por tanto, modificable. Todavía no sabemos bien dónde se encuentra, pero se está avanzando en la investigación».

Este banco es el único en España que está integrado en las mismas instalaciones que un centro socio-sanitario, el Centro Alzheimer Fundación Reina Sofía, lo que le ha permitido poner en marcha un programa de investigación pionero que desde 2007, hace seguimiento a una cohorte de pacientes ingresados en la residencia. Sin interferir en sus actividades, el programa realiza evaluaciones periódicas de la evolución neuropsicológica, psiquiátrica o funcional de los participantes, así como estudios de resonancia magnética o análisis de biomarcadores en sangre

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Una gran parte de los pacientes, mediante un consentimiento informado específico por parte de sus familiares, dona su cerebro a su muerte, lo que está proporcionando datos únicos sobre la progresión de distintas enfermedades neurológicas. «Es la serie de cerebros mejor estudiada del mundo», subraya Rábano. «Es una cohorte única en Europa, y casi en el mundo, que está permitiendo destapar cuestiones como que lo que llamamos demencia en una persona de edad avanzada con mucha frecuencia es en realidad una combinación de patologías. El reto está en resolver ese puzle, en las claves de esa combinación».

Este banco es el único en España que está integrado en las mismas instalaciones que un centro socio-sanitario, el Centro Alzheimer Fundación Reina Sofía. Foto: ALBERTO DI LOLLI Este banco es el único en España que está integrado en las mismas instalaciones que un centro socio-sanitario, el Centro Alzheimer Fundación Reina Sofía. Foto: ALBERTO DI LOLLI

El centro, integrado en las redes internacional y nacional de biobancos, recibe peticiones de muestras de todo el mundo. «Es muy importante seguir un protocolo muy estandarizado», explica Rábano. «Tenemos un equipo de extracción de tejido disponible 24 horas para que no se pierda ninguna donación y porque es importante una variable, el intervalo postmortem. Para que el tejido sea útil, es fundamental que el tiempo desde el fallecimiento hasta que se conserva el cerebro sea bajo, de pocas horas. Nuestra media está en torno a cuatro horas desde que el paciente fallece hasta que el tejido está congelado».

Tras el aviso de la familia, y sin que suponga ningún coste para el donante, el cuerpo se traslada a las instalaciones del banco, donde se realiza la extracción. Posteriormente, el cerebro se divide en dos mitades iguales: la parte derecha se congela de forma inmediata y se almacena a -80ºC mientras que la izquierda se fija en formaldehido y se emplea, en primer lugar, para llevar a cabo estudios neuropatológicos que permitan determinar si padecía enfermedades y de qué tipo eran. Cada una de las donaciones se clasifica en función de las patologías detectadas. «Con el diagnóstico definitivo se envía un informe detallado a los familiares del donante», señala Rábano.

-¿Y todos los cerebros son útiles para la investigación?- plantea Pilar García mientras se pone unas calzas para entrar en la sala de extracciones.

-Sin duda, necesitamos tanto cerebros enfermos como sanos para poder compararlos- responde Rábano

Las pruebas de imagen ayudan a conocer mejor las enfermedades neurológicas, pero analizar los trastornos en un cerebro real supone un salto cualitativo. Foto: ALBERTO DI LOLLI

De hecho, los cerebros llamados «de control» son muy preciados, porque escasean. Son más frecuentes las donaciones de pacientes que han sufrido enfermedades graves, incapacitantes o raras, y que están muy comprometidos con la investigación. «Dentro de la tragedia que suponen estas enfermedades, poder contribuir a la investigación es muy reconfortante para ellos y para sus familias», explica Rábano. «Muchos familiares nos piden ver el tejido congelado o saber para qué investigaciones se utilizarán las muestras. Y el número de donaciones que se producen tras una eutanasia programada en la que también se donan órganos para trasplante es sorprendente».

Pilar está convencida de que si más gente conociera el programa, habría muchas más donaciones. «A la gente le da yuyu porque no saben qué es», dice- «Piensan que les van a quitar el cerebro en vida. Pero es un regalo al futuro, a la investigación que vendrá».

A sus 80 años, Pilar va a clases de ofimática, juega al bridge dos veces por semana y está pendiente de su marido, sus tres hijos y ocho nietos. Trabajó durante décadas como enfermera y gran parte de su carrera la pasó junto a su marido, que fue cirujano. «Hemos donado todo su instrumental a una fundación que gestiona una clínica en Camerún para que ese material siga siendo útil, para que otras personas se puedan beneficiar de él. Quiero que con mi cerebro pase lo mismo. Que siga siendo útil cuando yo ya no esté».

NEUROLOGÍA – TIENE MÁS DE 700 CEREBROS

CRISTINA G. LUCIO. MADRID

FOTO: ALBERTO DI LOLLI

SÁB, 25/03/2023 – 08:00