MANERS BEFORE MORAL.

MI CASA EN 1961

Yo soy de una ciudad y de una región más bien, que por lo menos en tiempos atrás fue  frecuentísimo intentar intimidar con la “pose”. Esto no es que sea específico de mi pueblo, es específico de los seres vivientes pero mas en los que tienen una gran corteza en el  cerebro.

ACTUALMENTE

También lo he visto en animales. Me impresionó una vez que un amigo francés amante de los caballos que   me visitaba con frecuencia, me enseño a mi, que viví muchos años en este pueblo, la belleza despampanante de los caballos de esta mi ciudad.

Eran jóvenes chorreando hormonas que querían mostrarse con todo su esplendor y que además lo conseguían. Su trote coqueto, el movimiento suave y ondulante de su cola majestuosa y su cabeza altiva era lo que siempre había visto en la elite de esta ciudad que tanto nombro, tanto me sorprende y tanto amo.

Pero esta altivez similar en los caballos y en los señoritos y posiblemente en muchos animales me dio a mí siempre la sensación de insuficiencia. Vamos, como una alternativa a cosas más suculentas que mostrar.

Desde que era muy niño, me sorprendía y maltrataba esta postura de la supuesta elite y también de otros muchos que no eran de tal elite, pero que la usaban como remedio contra el dolor de alma o contra la necesidad de tener un alma potente y estirada. Camisa azul, dentro de traje azul o a veces chaqueta azul y pantalón gris: Peinando un  pelo ricamente estirado hacia atrás. El cuello extendido como los palomos cuando están alertas. Rara vez su cuello tenia la exquisitez del de los cisnes, pero tengo que admitir que alguna vez si. Esto era más propio de las señoras.

Pero siempre, sin perder un momento de apariencia desafiante . Producían desazón mezclada con admiración, odio y repulsa, todo al mismo tiempo.  Ahora es mas difícil sorprenderlos con esta actitud, posiblemente porque para mantenerla se necesita adquirir una energía, un medio y un ser mirado, que  ya no existe o no se lleva que es lo mismo. Y además tener dinero, y tenerlo en cantidad. Por el contrario cada vez existen más gorditos, muchos bajitos de cuello corto, siempre sonrientes, que beben cerveza, y no copas y que tienen una cantidad de dinero que les permite apartarse y no admirar a los  de cuello extendido.

Esta postura de cuellos extendidos para irnos entendiendo es muy propia de los animales. Excepcionalmente existe un animal, que no se estire ante el peligro o para intimidad a su interlocutor. Necesita hacerse notar y el estirarse es un buen medio, y en los primates y más en los homínidos,  el estiramiento es un pretendido signo de distinción.

Deduzco que debe ser un automatismo de defensa o mejor de puesta en postura para asustar al interlocutor, que tuvieron utilidad en algunos tiempos, pero en otros no sirven para nada, por lo tanto es un automatismo regulado por la sociedad en cada tiempo.

Invito al lector a recordar la postura de los mandos alemanes, o  ingleses sobre sus subordinados, que podemos ver en las películas de la segunda guerra mundial

Europa más que América es un enclave de este prototipo. El centro de esta Europa esta llena de estirados.

Personalmente los he sufrido creo que en exceso y de ahí mi marcado rechazo a estos caballeros y no tanto a los animales. Recuerdo cuando escribí una carta al profesor de neurocirugía Penibaker, para que me permitiera hacer una estancia en su servicio de  Oxford en el Raclif  Infirmary Hospital, y una vez admitido para estar un mes viendo sus técnicas, entonces discretamente admiradas, me presente en la Secretaria de Neurocirugía donde una secretaria simpática, me dijo que me esperaban y que  “ The profesor is in the ward run”. Después de hacerle repetir lo de correr por la sala, la secretaria  se desespero ligeramente, me agarro del brazo y me llevó a una sala de enfermos, veinte aproximadamente,  La sala consistía de un simple rectángulo de obra  pintada de blanco mate que contenía camas de la segunda guerra mundial y que cada enfermo poseía una simple mesilla de noche y unas cortinas que cuando las corría le permitían  aislarse de sus compañeros. Todo limpio y ordenado y sin el mínimo ruido.

Estas habitaciones las recordaba del hospital de Santa Isabel, pero en eran paredes altas y esbeltas y el suelo blanco de mármol. Vamos que había una diferencia.

Allí estaba el profesor Penibaker, era alto, pálido, delgado y desde luego de cuello extendido como los caballos y los señoritos. Tenía el pobre un blefaroespasmo , continuo e intenso que lo maltrataba. Sus ojos aparecían y desaparecían detrás de sus parpados cientos de veces.

La secretaria dijo al profesor Penibaker, que yo era el Dr. Rubio de España y obtuve como gratificación una vuelta de unos 25º a 35º de su cuello y una mirada por encima de unas gafas de viejo. Le extendí mi mano como saludo y Penibaker, rehízo su postura y me dejo con la mano y el brazo extendido y creo recordar, que sentí una vergüenza tremenda. Esto me volvió a pasar con un colega el día que tomé posesión de mi plaza Jefe de Servicio en Barcelona. Posteriormente, años mas tarde tuve que intervenir enérgicamente para que lo readmitieran en el hospital de donde lo habían expulsado por falsificar informes, con el objeto de que en los tribunales dotaran a los pacientes de mayor indemnización por las lesiones sufridas en traumatismos y el, se beneficiara de mayor porcentaje.

Estuve un mes con el profesor Penibaker,  y la verdad es que operaba muy bien, pero sin ninguna modificación de lo admitido desde hacia 40 años. Sus enfermos tenían un buen curso postoperatorio, aunque esto era lo de menos.

Recuerdo a una señora. muy inglesa ella de unos 70 años o mas a la que vi, como el P. le extirpaba un glioma, tumor maligno propio y frecuente en el cerebro, que afectaba la región frontal derecha  y se extendía a  áreas, motoras. Le hizo P una extirpación amplia, pero vamos se llevó por delante toda la representación motora en la corteza cerebral y por tanto pensé “veras cuando despierte.”

Efectivamente al día siguiente durante the ward run, Penibaker,  se dirigió muy cariñosamente  a la señora y le pregunto como estaba. Ella contesto sonriente I´m no bad . Estaba hemipléjica total del lado izquierdo y decía que no estaba mal. ¿Me dije a mi mismo como tiene que estar de paralitica, para estar mal?.  

La señora dijo no estar mal, cuando estaba hemipléjica después de operar, si esto hubiese ocurrido en mi entorno, estaba asegurada la denuncia a los directores y probablemente al juez de guardia y yo hubiera recibido bronca de todos lados. No, nada de eso ocurrió. El esquema, “maners before moral”, es anglosajón, pero a mi me parece  muchas cosas y todas malas.

Recuerdo también y con algo de enfado y aunque se distancie algo del objetivo de este trabajo, el incidente con él ingeniero agrícola que vivía frente a mi casa. Su casa era preciosa y rodeadas de jardines públicos discretos. Aquí jugábamos los niños, lo que nos dejaban. Recuerdo una vez y yo tenía entonces entre 7 y 8 años, que me senté en los escalones de la caza del ingeniero y acumulé un poco de tierra del jardín colindante.

No debió de gustarle al ingeniero, porque salió y medio tal cantidad de bofetadas que sangré de forma profusa por mis narices. Salí corriendo para mi casa y mi pobre Madre se quedó asustada. Me coge de la manita y pregunta al ingeniero que ha pasado. El Sr. Ingeniero revestido de pontifical le dice: “rojos que sois unos rojos, os vamos a fusilar a todos”. Ni que decir tiene que mi madre y yo volvimos rápidos a casa, callados y asustados.

Treinta años más tarde, a través de unas amigas, soy requerido para ver al ingeniero. Yo ya era neurocirujano, el Señor tenía las arterias de ambos lados de la cabeza, las arterias temporales superficiales, muy inflamadas.

Pero lo curioso del caso, es que cuando entró en su casa y lo saludó, el ingeniero me dice: “toda mi vida me he arrepentido de lo que le hice a usted”. Yo dignamente respondo, “cuénteme lo que le pasa”.

Exploró al paciente y me encuentro con una arteritis de la arteria temporal superficial, expresión de un proceso inflamatorio, fácilmente controlable con corticoides.

La trate con mucho respeto, creo que no con cariño, le cobre y el paciente se recuperó. No volví a verlo ya que sus médicos continuaron el tratamiento hasta la curación del brote inflamatorio. Pero tampoco se me olvidó nada y lo sigo recordando. “buenos tiempos aquellos”, sobrevives si te callas, porque te pueden hasta fusilar.

Estoy seguro de que hay que olvidar, si se puede. Pero estoy aún más seguro que hay cosas que no se olvidan nunca y posiblemente uno se recrea en el recuerdo.

El estirarse es una actitud incomoda y embustera, ponerse normal, acomodarse, sonreír y colocar la ética delante de la estética, me parecen   mejor.

Pertenezco a una tertulia a la que asisto una o dos veces al año y esta relacionada con mi cofradía “Jesus Nazareno”. Asisten gente variada de formación media y con una economía aceptable, y siempre dan lugar a charlas interesantes.

De entrada, todos creen, o casi todos, que los tiempos pasados fueron mejores. Se vivían mejor en las casas de vecino, y en estos lugares había confraternidad y desde luego lo guisos que preparaban nuestras Madres eran marcadamente mejores que los actuales. En General la convivencia era mejor y más que grata y los alimentos mejores.

Hasta dónde llegan mis recuerdos, la cosa no eran así, ni siquiera se le parecen.

Los recuerdos de la casa donde viví hasta ser médico no coinciden con lo idílico, con que mis amigos los nostálgicos, describían de sus casas de vecinos. La casa donde yo vivía, era enorme de grande, con un patio enorme donde crecían plantas agradables y un gran árbol de Nísperos, que nos quitó alguna vez, algo de hambre.

Lo habitaban obreros, y cada vivienda estaba compuesta por dos grandes habitaciones con vigas de maderas, y el suelo, de ladrillos ásperos, que mortificaban a mi Madre cuando los fregaba para mantenerlos limpios. Mi madre que sufría de cefaleas, de toda su vida al igual que todos sus descendientes entre los que me encuentro, tenía fuertes cefaleas cada vez que fregaba los ladrillos del suelo.  

No había miseria, pero sí algo que se le podría parecer. Pero lo que más me intimidaba, era, que teníamos un solo cagadero para 40 personas. Y nada más, ducha o similar ni soñarla. Creo que la primera vez que me duché en mi vida, fue estudiando medicina en Sevilla. Esto, mi sensación de falta de higiene si que me martirizó un poco. Todavía cuando me ducho me siento complacido.

La convivencia con el resto los vecinos eran aceptables. Excepcionalmente había agresividad. Sin embargo “en la casa de junto”, así llamada por su proximidad a la mia, las broncas eran muy frecuentes sobre todo por la Señora Angelita que me parecía encantadora, pero que se peleaba con todo el mundo.

Los vecinos se ayudaban algo entre sí, y no era infrecuente que, durante las crisis de cefalea de mi madre, algunos la ayudarán.

En síntesis, era una pobreza no solemne, pero siempre tuve ansias de modificarla.

Cuando fui médico, en poco tiempo pude comprar a mis padres un piso, en una barriada muy simpática, rodeada de arbolado. Tenía 4 dormitorios y dos cuartos de baño y a mis dos hermanos, y a mi madre nos pareció un paraíso. Pero mi Padre siempre tuvo nostalgia de su antigua casa. Recuerdo con claridad que se asomaba a la ventana de su nueva casa y decía “ cuánto me acuerdo de mi casa”. Nunca lo entendí.

Freud no cree que se puedan institucionalizar todos los conflictos, siempre hay un conflicto primordial que no tiene solución y permanece siempre latente y esta puede intrínsicamente proporcionar carácter violento a la convivencia. Si existe una ansiedad básica por vivir, también existe una ansiedad básica por morir.

Cada vez que progresamos adquirimos una deuda que tarde o temprano hay que pagar

En resumen, no estoy de acuerdo con mis amigos los nostálgicos, cualquier tiempo pasado no fue mejor ni por asomo. Pero nuestra realidad líquida, necesita modificar los sentimientos y se los fabrica.

Cuando charlo con los amigos que aún me quedan, y convecinos, sobre las bellezas de nuestro barrio, siempre estoy manifiestamente en contra de cómo ellos la veían.

Es verdad que esta casa donde yo viví tiene unas connotaciones que la hacen especial. Estaba en el centro de la ciudad rodeada por personas ricas y aristócratas algunas, de forma que mi pobre casa destacaba para mal entre tanta riqueza. El desnivel para mí fue siempre discretamente insoportable. Nuestros ricos vecinos, con excepciones, nunca nos hicieron daño. Pero para ellos, tengo muchas dudas que entráramos dentro de la categoría de humanos. Nunca hablé con ellos. Creo que la ignorancia puede ser una poderosa arma para mantener la diferencia. Repito que muchos de los pobres que vivíamos en el caserón no comparten mi idea. Incluso con los pocos ricos que quedan, mis amigos tienen alguna amistad. Yo vivo muy lejos y esta amistad está diluida, por la distancia y porque me da la gana. Otro día les contare mas aventuras de mi casa antigua.