LA PROTEÍNA,  OTX2 REGULA LA ANSIEDAD

Mujer adulta con problemas de salud mental Foto gratis

La ansiedad (del latín anxietas, ‘angustia, aflicción’) es la persistencia, con niveles patológicos en mjuchas ocasiones, de un mecanismo de defensa natural del organismo frente a estímulos externos o internos que son percibidos por el individuo como amenazantes o peligrosos,1​ y se acompaña de un sentimiento desagradable o de síntomas somáticos de tensión. Se trata de una señal de alerta que advierte sobre un peligro inminente y permite a la persona que adopte las medidas necesarias para enfrentarse a una amenaza.2

La ansiedad es una de las enfermedades más prevalentes en el mundo y los datos de la Organización Mundial de la Salud revelan que solo en España la padece -aunque los datos son anteriores a la pandemia- el 4% de la población -casi dos millones de personas-,

La ansiedad adaptativa o no patológica es un sentimiento de un estado emocional normal ante determinadas situaciones y constituye una respuesta habitual a diferentes situaciones cotidianas 

Cierto grado de ansiedad es necesario para el manejo normal de las exigencias o demandas del medio ambiente.

Cuando sobrepasa cierta intensidad —con síntomas físicos, psicológicos y conductuales, la mayoría de las veces muy inespecíficos.24​, se convierte en patológica y a veces mutilante.

Con ocasión de la epidemia de Coronavirus 19 que estamos padeciendo. La ansiedad esta aumentando marcadamente

Una amplia gama de enfermedades médicas puede producir síntomas de ansiedad.

Ante una situación de alerta, el organismo pone a funcionar el sistema adrenérgico. y se fuerza a todo el organismo a aportar energías de reserva para resolver el problema y lo antes posible normalizará los valores que han disparado esa «alerta amarilla». , pero la persistencia del peligro o daño orgánico, el estado de anxiedad se convierte en patológico, es la llamada  «alerta roja».

El sistema dopaminérgico también se activa cuando el organismo esta ante un peligro, real o imaginario. En esta situación, el organismo entra en alerta amarilla ante la posibilidad de la existencia de una amenaza, que no es lo mismo que cuando la amenaza pasa a ser real, pues en ese caso lo que se libera es adrenalina.

Desde este punto de vista, la ansiedad se considera una señal positiva, de salud, que ayuda en la vida cotidiana, siempre que sea una reacción frente a determinadas situaciones que tengan su cadena de sucesos de forma correlativa: alerta amarilla, alerta roja y consecución del objetivo. Si la cadena se rompe en algún momento y esas situaciones se presentan con ansiedad, entonces el organismo corre el riesgo de intoxicarse por dopaminas o por otras catecolaminas.

En general es una persistencia de un sistema de defensa.

En las sociedades avanzadas modernas, esta característica innata del ser humano se ha desarrollado de forma patológica y conforma, en algunos casos, cuadros sintomáticos que constituyen los denominados trastornos de ansiedad, que tiene consecuencias negativas y muy desagradables para quienes lo padecen.

La enfermedad o estrés que dimana de este desorden es pluriisintomatica, física y psquicamente  y de interpretación personal

Entre los trastornos de ansiedad se encuentran las fobias, el trastorno obsesivo-compulsivo, el trastorno de pánico, la agorafobia, el trastorno por estrés postraumático, el trastorno de ansiedad generalizada, el trastorno de ansiedad social, etc. El miedo escénico es una forma de ansiedad social, que se manifiesta frente a grupos y ante la inminencia de tener que expresarse en público o por efecto de imaginar dicha acción. En el caso del trastorno de ansiedad generalizada, la ansiedad patológica se vive como una sensación difusa de angustia o miedo y deseo de huir, sin que quien lo sufre pueda identificar claramente el peligro o la causa de este sentimiento.

Están implicados en esta patologia tanto de factores biológicos como ambientales y psico-sociales. Además, es muy común la comorbilidad con otros trastornos mentales, como los trastornos del estado de ánimo.2

Entre los factores biológicos, se han encontrado alteraciones en los sistemas neurobiológicos gabaérgicos y serotoninérgicos; anomalías estructurales en el sistema límbico (córtex paralímbico), que es una de las regiones más afectadas del cerebro; ciertas alteraciones físicas; una mayor frecuencia de uso o retirada de medicinas, alcohol, drogas o sedantes y otras sustancias; y cierta predisposición genética.2

La ansiedad normal es adaptativa y permite a la persona responder al estímulo de forma adecuada, por lo que es necesaria para la supervivencia. Se presenta ante estímulos reales o potenciales (no imaginarios o inexistentes). La reacción es proporcional cualitativa y cuantitativamente, en tiempo, duración e intensidad.7

La ansiedad se considera patológica cuando el estímulo supera la capacidad de adaptación de respuesta del organismo y aparece una respuesta no adaptativa, intensa y desproporcionada, que interfiere con el funcionamiento cotidiano y disminuye el rendimiento. El límite entre la ansiedad normal y la ansiedad patológica no es fácil de definir y puede variar entre los individuos en función de los rasgos de personalidad o, sobre todo, en función de lo que se ha descrito como un «estilo cognitivo propenso a la ansiedad».

El problema surge cuando esta forma de reacción aguda es excesivamente intensa, como en los ataques de pánico o en las crisis de ansiedad (en los que la persona no puede controlar su ansiedad y alcanza niveles extremos), o bien cuando dicha reacción aguda se establece como un hábito, es decir, si una reacción de ansiedad de alta intensidad se convierte en crónica, o se vuelve muy frecuente.10

Una reacción aguda de ansiedad no siempre es patológica, sino que puede ser muy adaptativa. Por ejemplo, cuando la situación que la provoca requiere una fuerte reacción de alarma que prepare para la acción (si se exige una gran concentración en una tarea para la que se necesitan muchos recursos de la atención); o si requiere una gran activación a nivel fisiológico (porque se necesita tensar más los músculos, bombear mayor cantidad de sangre, más oxígeno, etc.). Dicha reacción de ansiedad ayuda a responder mejor ante esta situación.10

Cuando la ansiedad se convierte en patológica provoca malestar significativo, con síntomas que afectan tanto al plano físico como al conductual y psicológico, entre los que cabe destacar:2

Físicos

vegetativos: sudoración, sequedad de boca, mareo, inestabilidad;

neuromusculares: temblores, tensión muscular, cefaleasparestesias;

cardiovasculares: palpitacionestaquicardias, dolor precordial;

respiratorio: disnea;

digestivos: náuseasvómitosdispepsiadiarreaestreñimientoaerofagiameteorismo;

genitourinarios: micción frecuente, problemas de la esfera sexual.

Psicológicos y conductuales

aprensión, preocupación;

Sensación de agobio;

miedo a perder el control, a volverse loco o sensación de muerte inminente;

dificultad de concentración, sensación de pérdida de memoria;

inquietud, irritabilidad, desasosiego;

conductas de evitación de determinadas situaciones;

inhibición o bloqueo psicomotor;

obsesiones o compulsiones.

Estos síntomas pueden interactuar entre sí. Por ejemplo, los síntomas cognitivos pueden exacerbar los síntomas fisiológicos y estos a su vez disparar los síntomas conductuales. Cabe notar que algunos síntomas de la ansiedad suelen parecerse, superponerse o confundirse con los de padecimientos no mentales, tales como la arritmia cardíaca, la hipoglucemia o la enfermedad celíaca. Se recomienda a los pacientes someterse a un examen médico completo para evaluarlos.

Existe un amplio abanico de enfermedades que cursan con síntomas psiquiátricos o que pueden simular un trastorno mental. Su identificación puede llegar a resultar complicada y no siempre se realiza una adecuada evaluación del paciente.21314151617

La de ansiedad cursa con períodos de reducción y desaparición de los síntomas durante un intervalo de tiempo variable. De la misma forma que ocurre con cualquier otra enfermedad crónica, con un tratamiento apropiado se puede convivir con este problema de manera adecuada, consiguiendo llevar una vida normal. Un tratamiento efectivo ayuda a disminuir los síntomas, mejorar la autoestima, volver a disfrutar de la vida de nuevo y prevenir recaídas, si bien pueden aparecer altibajos durante el proceso.2

Los tratamientos habituales son la psicoterapia (terapia cognitivo-conductual) y la medicación (principalmente antidepresivos y ansiolíticos), que pueden ser usados o no de forma conjunta, según el trastorno que presente el paciente.2

Según la psicología cognitiva, los pensamientos generados por la ansiedad «producen distorsiones a la hora de orientarse en el mundo» y mirar la realidad.

Los estados que proporciona se mezclan entre si y en general proporcionan:

1. Pesimismo: «tendencia a focalizarse en el problema sin ser capaz de ver las soluciones».

2. Generalización: «los pensamientos son tipo siempre/nunca, todo/nada».

3. Pensamiento negativo: «el foco está en los aspectos negativos y se olvidan o descalifican los positivos».

4: Catastrofismo: «ver los aspectos negativos de una manera excesiva y exagerada».

5. Leer el pensamiento: «creen saber lo que los otros están pensando y sus motivos negativos ocultos».

6. Adivinar el futuro: «tendencia a anticipar que las cosas van a salir mal».

7. Comparación: «medirse con los demás para acabar siempre perdiendo y sintiéndose inferior».

8. Exageración: «si alguien se equivoca una vez pasa a ser un torpe o si le sale mal una cosa le llama fracasado en todas las áreas».

9. Culpabilidad: «sentir que las circunstancias desagradables que suceden siempre están en relación con uno mismo»

10. Perfeccionismo: «establecer exigencias a los demás, a uno mismo o a cómo deberían ser las cosas».18​.

Investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y al Collège de France, Molecular Psychiatry del grupo Nature, ha conseguido desentrañar, en modelos animales, el mecanismo cerebral que regula la ansiedad
Han descrito por primera vez cómo una proteína, llamada OTX2, regula el comportamiento nervioso en ratones adultos, lo que abre la puerta para conocer mejor la ansiedad y cómo está regulada en individuos a través de vías hasta ahora desconocidas.

 La ciencia ya conocía la implicación de esa proteína en procesos de aprendizaje y de plasticidad neuronal, y que también se había observado que intervenía en la susceptibilidad a padecer comportamientos depresivos. Pero se desconocía su intervención en la regulación de la ansiedad, y esta proteína podría ser una buena diana terapéutica y facilitar el efecto de muchos fármacos que se están utilizando en la actualidad para el tratamiento de algunos trastornos mentales, aunque ha insistido en la importancia de hacer más estudios en animales superiores.

Los resultados, ha informado la Universidad Autónoma de Madrid, se lograron mediante estudios en ratones mutantes que fueron sometidos a diferentes pruebas de comportamiento con el fin de determinar su respuesta al ambiente, y junto a esos ensayos los investigadores realizaron estudios genéticos y de tejidos en diferentes áreas del cerebro.
Javier Gilabert ha explicado a EFE que han comprobado que cuando los ratones expresan menos cantidad de esta proteína (la OTX2) se produce un efecto ansiolítico, y cuando expresan más cantidad se produce el efecto contrario. «No conocemos con exactitud el mecanismo por el cual esto sucede, pero sabemos que, de alguna forma, la cantidad de proteína condiciona la respuesta a las situaciones estresantes», ha precisado el investigador.

Y ha explicado las diferentes estrategias que han utilizado durante los ensayos en el laboratorio con los modelos animales, que se completaron con una infección cerebral mediante virus modificados para poder comparar los efectos en diferentes modelos y para estar seguros de que el fenotipo observado se repetía en las diferentes condiciones.

Trastornos estigmatizados socialmente

Como todos los trastornos mentales, el estigma social dificulta el diagnóstico y el tratamiento de la ansiedad, pero Javier Gilabert ha valorado la importancia de estos descubrimientos científicos y ha incidido en la importancia de normalizar las enfermedades mentales «como normalizamos la diabetes o el cáncer» y de visibilizar este tipo de trastornos para derribar las barreras sociales que todavía existen.

«Durante muchos años la enfermedad mental ha sido menospreciada por la sociedad», ha asegurado el investigador, ha advertido de que estas enfermedades son de las más incapacitantes para el individuo «y de las que más cuesta salir», y ha observado que en concreto la ansiedad aumenta día a día «y después del año pandémico podría llegar a dispararse».

Insiste por ello en la necesidad de avanzar en la investigación y en el tratamiento de este tipo de enfermedades y de normalizar la visita al psicólogo o al psiquiatra «para tratarlas y atajarlas en la medida de lo posible», y en la importancia de que aumente la conciencia social sobre la importancia de la terapia mental y de que ésta sea accesible a todos los ciudadanos.

Referencias[

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 Serrano-Sosa, Isabel (5 de enero de 2019). «Así te mata la ansiedad»El Mundo.

J Gilabert  Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y al Collège de France, Molecular Psychiatry del grupo Nature,