EL TRANSHUMANISMO: Y LA INMORTALIDAD HUMANA
Neuronas | Fuente: NIH Image Gallery, Leterrier, NeuroCyto Lab, INP, Marseille, France. (Flickr)
Desde los albores de la humanidad, se ha considerado que es nuestra consciencia quien reside en el cerebro. El cerebro es el que alberga toda la información que dicta quiénes somos, qué debemos hacer y por qué. Es la parte de nosotros que nos otorga la tan estudiada autoconsciencia. Pero ¿y si pudiéramos generar más de repuesto? ¿Y si pudiéramos crear una copia de seguridad? ¿Puede el ser humano burlar a la muerte de esta manera?
Esta idea viene muy desarrollada en una corriente reciente llamada transhumanismo. La idea defiende el desarrollo de la especie a un nivel extracorpóreo. Siempre en los límites de la ciencia y la tecnología y muy alejados del misticismo que suele preceder a estos planteamientos. Digamos que este salto de la humanidad aún sigue muy anidado en la ciencia ficción, con ejemplos tan extendidos como Matrix, pero cada vez deberíamos verlo más cerca. Según Ray Kurzweil, ingeniero de Google, en torno a mediados de este siglo el ser humano podría lograr migrar datos cerebrales al entorno digital.
Ray Kurzweil
Hoy en día, solo hemos conseguido crear lo que los ingenieros de tejidos llaman organoides: una especie de protocerebros capaces de crear pequeñas interconexiones que sirven para testar ciertas funciones cerebrales aisladas. Desde la Universidad de Stanford han conseguido crear este tipo de organoides para ratas.
La creación en el laboratorio de estructuras que imitan a los órganos permite estudiar las enfermedades humanas y sus posibles tratamientos.
La técnica ha sido declarada método del año 2017 por la revista Nature Methods.
Michael Eisenstein
Organoide renal derivado de células embrionarias, marcadas en diversos colores, tras su trasplante a un ratón. Emi Yoshizawa y Takanori Takebe]
Los organoides son cultivos tridimensionales derivados de células madre que presentan una estructura y funcionamiento similares a los órganos.
Estos miniórganos, cuya producción se está perfeccionando, ofrecen modelos cada vez más complejos para estudiar el desarrollo embrionario y las enfermedades humanas, además de proporcionar potentes herramientas para los tratamientos personalizados.
No obstante, todavía están lejos de generar órganos completamente funcionales, debido en parte a la dificultad que supone incorporar ciertos elementos esenciales, como un sistema circulatorio que sostenga su total desarrollo.
Dentro de cada célula madre hay un órgano latente. Aunque los biólogos lo saben desde hace generaciones, hace poco que ha aprendido con qué facilidad puede despertarse ese potencial en los cultivos celulares.
Investigadores de todo el mundo convierten células madre en conjuntos tridimensionales organizados, u «organoides», que imitan la estructura y la función de órganos tan diversos como el colon o el cerebro. «La capacidad que tienen estas células, tras cientos de millones de años de evolución, para construir estructuras de orden superior es increíble», afirma Hans Clevers, del Instituto Hubrecht de los Países Bajos y una autoridad en este campo.
Muchos investigadores refieren que descubrieron esa capacidad por casualidad. Así, Madeline Lancaster obtuvo organoides cerebrales por un accidente afortunado, mientras cultivaba células madre neurales de ratón durante su trabajo posdoctoral en el laboratorio de Jürgen Knoblich, en el Instituto de Biología Molecular de Austria. «Nos habían sobrado unos reactivos que sirven para que las células se adhieran a la placa, pero tal vez se habían estropeado porque las células no se adherían», comenta Lancaster. «En lugar de ello, formaron unas estructuras esféricas tridimensionales muy interesantes.» Cuando transfirió esas esferas a un sustrato sólido, dieron lugar a estructuras corticales sencillas sin apenas más intervención.
EL objetivo es crear un cerebro en miniatura en un cultivo, para estudiar sus propiedades
Si bien esas formaciones primitivas constituyen solo un punto de partida, los investigadores se están esforzando para que la producción de organoides sea más robusta, reproducible y representativa de los tejidos vivos. Su trabajo está dando buenos frutos y los primeros estudios han dejado patente la utilidad de los organoides como herramientas para la biología del desarrollo, la investigación de enfermedades y la medicina regenerativa. Todo ello ha motivado que la revista Nature Methods eligiera los organoides como la técnica del año 2017.
Aunque el cultivo celular tridimensional se remonta a hace más de un siglo, el trabajo fundamental de investigadores pioneros como Mina Bissell, del Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley, ha demostrado en tiempos más recientes que las células pueden ensamblarse en estructuras tridimensionales que reflejan su organización y comportamiento in vivo. Los organoides, tal y como suelen caracterizarse hoy en día, se construyen a partir de células madre adultas o pluripotentes, proporcionan modelos capaces de reproducir el desarrollo o la hemostasia tisular y también reflejan la configuración genómica del donante.
Gran parte de la labor reciente sobre los organoides se ha centrado en estructuras tisulares relativamente sencillas, como el tubo digestivo. En un trabajo fundamental publicado en 2009, el grupo de Clevers estimuló a células madre adultas individuales para que formaran estructuras tridimensionales que imitaban a las criptas y vellosidades del intestino delgado. El laboratorio de Jason Spence, en la Universidad de Michigan, también ha demostrado su competencia para generar organoides que reproducen la estructura y la función del duodeno y el íleon a partir de células madre embrionarias (CME) o células madre pluripotentes inducidas (CMPI). «Se diferencian en células caliciformes que fabrican moco y lo segregan a la luz de los organoides», «y generan enterocitos capaces de absorber aminoácidos y péptidos pequeños».
Teniendo en cuenta que crear un órgano artificial es todo un reto para la ciencia y la ingeniería hoy por hoy, ¿cómo hacemos una copia de seguridad de nuestra conciencia? No la podemos introducir en un órgano similar y tenerlo ahí por si acaso muere nuestro cuerpo, ya que la tecnología solo llega a hacer pequeños cerebros con funciones limitadas. La ciencia de datos y la informática tienen la clave.
Convertir aquello que nos conforma en datos digitales parece descabellada. Hay que enfrentar dos grandes problemas que todavía no están a nuestro alcance.
La primera barrera a superar es la del estudio de todas las conexiones neuronales. Para poder emular el cerebro debemos tener en cuenta sus interconexiones. Estas interconexiones son casi cien mil millones, un número incapaz de manejar por un ordenador actual.
Esto nos traslada a la segunda idea a traspasar. No solo debemos estudiar estas conexiones a nivel eléctrico para poder emular nuestros recuerdos o pensamientos, sino que hay que añadir el plano molecular. Sobre este nivel, de hecho, no se tiene aún suficiente conocimiento.
Esta idea también explorada en la serie de Netflix Altered Carbon quedaría, por tanto, lejana. No sabemos si hasta el punto de dicha serie (año 2384) o antes, pero lo que es seguro es que la ciencia llega a sitios que creemos imposibles, superando con creces a la ciencia ficción.
Podríamos fabricar un órgano aire que sustituyera a un cerebro reaccionado en la parte dañada
Pero identificar esta estructura de tantos millones de neuronas y millones de comunicaciones entre ellas no sería nada fácil.
Teniendo en cuenta además que estamos sometidos a una producción que continuamente destruye estructuras nerviosas y tienen que ser reemplazadas.
Esto en cuanto a la arquitectura del cerebro pero no digamos en cuanto a contenido de su conciencia cuya relación con la estructura orgánica del cerebro no tiene por qué coincidir
De todas formas los árboles y algunos peces viven mucho tiempo y algunos como los de Cefalopodos pueden ser eternos.
Es posible que podamos conseguir esto con el tiempo pero primero tenemos que estar seguro de cómo engarzamos la parte del parénquima cerebral alterada, y el contenido intelectual necesario para que actúen.
La llegada de la informática supone que una cantidad de nuevas cosas pueden estar a nuestro alcance pero antes de llevarla a la práctica necesitamos conocer más la arquitectura del cerebro las piezas que se repiten y sobran y el contenido espiritual cómo es y dónde se aloja. Está claro que el hombre es un buscador un curioso y esto le puede abrir puertas.
Pero vivimos una época donde las enfermedades son múltiples y se prolongan cada día y hay que curar una por una y evitar los agentes poluciónantes que fabrican sustancias que promueven la inflamación, que a fin de cuentas y en nuestros días es la mortificante y muy probablemente la informática solucionará estos problemas y no muy tarde.
Pero la prudencia debe percibir presidir nuestros actos y sobre todo pedir a Dios que nos ilumine que lo necesitamos
Bibliografia
Mina Bissell, del Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley
Jason Spence, en la Universidad de Michigan, también ha demostrado su competencia para generar organoides
Nature Methods eligio los organoides como la técnica del año 2017.
Emi Yoshizawa y Takanori Takebe organoide renal derivado de células embrionarias, marcadas en diversos colores, tras su trasplante a un ratón.
Ray Kurzweil
Madeline Lancaster obtuvo organoides cerebrales
Image Gallery, Leterrier, NeuroCyto Lab, INP, Marseille, France. (Flickr)
Ray Kurzweil, ingeniero de Google,