Nos defendemos el mundo que nos rodea, mediante la inmunidad, pero tradicionalmente esto ha sido relegado a la defensa que nuestro organismo hace para controlar patógenos físicos y químicos.
Mucho antes que conociéramos la inmunidad biológica, la antigua filosofía oriental, se preocupó mucho del control de nuestras emociones y sentimientos. Y desarrollo evidentes y eficaces métodos, que en la actualidad intentamos recuperar, ya que los patógenos psíquicos de nuestro tiempo son los más frecuentes e incontrolables
El sistema inmune controla con cierta habilidad a los patógenos biológicos, y aunque cada vez son más frecuentes, también lo son los procedimientos que están apareciendo contra las enfermedades que desencadenan este tipo de patógenos.
Es imposible controlar del todo nuestra exposición a virus, bacterias y demás patógenos, pero si tenemos un sistema inmune sano, podemos o tener marcados beneficios sobre las enfermedades que producen la exposición a este tipo de patógenos.
Contra este tipo de patógenos biológicos, tenemos sobre todo un orden social, que pasa por la prevención. Disciplina en la ingesta, en el ejercicio físico, en la exposición a toxicos y una serie de medidas físicas. Que están totalmente subordinada a un equilibrio psíquico.
Los conflictos psíquicos son los patogenos más frecuentes en nuestro tiempo y estamos muy lejos de poder frenarlos. Ni siquiera nos planteamos cómo controlar la agresión psíquica del mundo que nos rodea.
Tanto los conflictos biológicos, como lo psíquico tienen un final común, desencadenar estrés.
El estrés es la medida que arbitra nuestro biología para luchar contra el mundo que nos rodea. La lucha que nuestro organismo utiliza para inhibir los patógenos, biológicos y psíquicos se llama, inflamación, y el sistema que la regula, es el inmunitario.
Como consecuencia de una buena defensa contra los patógenos, biológicos y psíquicos, tenemos agentes proinflamatorios excesivos, que a su vez desencadenan enfermedades preferentemente psíquicas. De forma que la defensa contra determinados patógenos se convierte en una patología psíquica, cada dia mas frecuente y que se escapa a nuestra, capacidades terapéuticas.
Los agentes biológicos estresantes, los entendemos relativamente bien y luchamos contra ellos con cierto acierto, fabricando , primero proinflamatorios y despues controlar la inflamación.
El eje hipotálamo, hipófisis, suprarrenal, está encargado de una manera potentísima del control de la respuesta. Pero esta respuesta debe ser ordenada, disciplinada y temporal Porque de no serlo cada nueva aventura defensiva, se convierte en una nueva respuesta ,esta vez psíquica.
Nuestra incapacidad de percibir nuestro mundo como un todo y si por partes, nos impide elaborar la respuesta adecuada.
Ante un patógeno físico, producimos anticuerpos y estos desencadenan procesos psíquicos.
Hemos inventado la vacuna contra agentes patógenos infecciosos con evidente acierto. Pero nunca se nos ha ocurrido crear vacunas contra el conflicto psíquico. O una respuesta inflamatoria virtuosa que respete el exceso y el defecto de material inflamatorio.
Necesitamos una visión humanística del proceso en su conjunto y una terapia también del conjunto. Pero no de cada una de las partes que lo constituyen.
La evolución no es lineal, es por lo menos circular.
En la actualidad sabemos que algunas personas son capaces de sobrellevar numerosas adversidades sin que éstas los suman en la ansiedad, la depresión o la desesperanza; asimismo, muchas personas mantienen con gran estabilidad un estado de ánimo positivo. De aquí que diferentes psicólogos hayan identificado el concepto de un sistema inmune psicológico. El psicólogo de Harvard, Dan Gilbert, mantiene que las personas tienen un sistema inmune psicológico que les permite enfrentar adversidades sin desmoronarse. Hay personas que son resilientes ante la tragedia. Otras personas se entristecen a la mínima. La reposición tras un conflicto PSIQUICO, se produce en el 75% de las personas vuelven a ser felices en los dos años posteriores al peor trauma que te puedas imaginar”.
Personalmente creo que los tiempos que vivimos produce un individuo, que se queja cuando está enfermo, y cuando ha curado. Vale la queja de aquel niño, que insistentemente se quejaba de que tenía sed, y cuando su Madre le proporciono agua, se quejaba entonces de »
» que sed tenia, que se tenía”.
La resiliencia tiene un componente natural o innato, ciertas personas parecen nacer con una capacidad mayor de tolerar adversidades . Sin embargo, esta capacidad también puede claramente cultivarse, incluso a niveles muy superiores a los de la norma. Una de las cosas que permite cultivar la resiliencia y este llamado sistema inmune psicológicos es encontrar significado en la vida. Una persona que se enfrenta a una contrariedad, si no tiene una profunda motivación –como puede ser un trabajo que ama o una familia de la cual cuida–, puede rápidamente desarmarse y caer presa de una «infección psicogénica». Una persona que ha hallado el significado y que sus actividades giran en torno a aquello que le da sentido a la vida, se levanta rápidamente de la mayoría de las contrariedades o contingencias ya que, ante la visión global que la da sentido a su vida, estas generalmente son sólo pequeñeces o, en el caso de que sean situaciones muy graves, éstas logran ser transformadas como formas de crecimiento. Uno de los aforismos del lojong del budismo tibetano sugiere que las adversidades deben tomarse como parte del sendero espiritual.

Podemos hablar entonces de dos aspectos fundamentales del sistema inmune psicológico: el componente de resiliencia y el componente de eudaimonía, esto es, la felicidad sostenible que no proviene del placer sino del significado o de la vida del alma.
Vuelvo a preguntar, “y esto como se hace”. Cuando un médico, ante la insistente queja de un paciente » me duele, me duele, que me va a pasar». Le responde, contrólese, no piensen ello , aguántese. Si no agrega una potente y amplia medicación, que sepa que el enfermo, no va a colaborar, y no es porque no quiera, sino que no sabe hacerlo.
El Doctor Gilbert plantea el temor infundado de lo que va a pasar, de muchos pacientes. Y todos tenemos la observación, que cuando estos suceden, suelen procesarlos mejor de lo que pensaban. Esto ocurre porque las personas ignoran que tienen un sistema inmune psicológico y subestiman su propia resiliencia. Pero también, porque aunque conozcan estos sistemas, no saben usarlos.
El maestro de meditación budista Alan Wallace sostiene que la meditación es una forma probada por milenios para cultivar el sistema inmune psicológico. Principalmente la meditación permite cultivar la relajación, la concentración y el desapego a eventos mentales con los que nos identificamos. Si utilizamos la metáfora de que ciertas emociones, conceptos o pensamientos son como bacterias o virus, la meditación hace que estos patógenos no logren encontrar un huésped al cual adherirse –la mente se vuelve como una casa vacía– o que no vivamos los procesos inflamatorios propios de una excesiva reacción inmune, como por ejemplo cuando alguien nos dice algo que lastima nuestro ego. El Dr. David Kessler ha teorizado que la mayoría de las enfermedades mentales tienen como causa lo que llama una «captura», algo que capta de manera obsesiva nuestra atención. Por ende, si somos capaces de dominar nuestra atención tendremos un sistema inmune más competente.
En la actualidad está muy de moda la estimulación del vago, que evidentemente tiene una respuesta beneficiosa. Pero que necesita de un aprendizaje y de una insistencia existencia en su manejo, que está al alcance de pocas personas.
Alan Wallace cita al gran maestro indio Shantideva, quien señala que «una persona distraída vive continuamente en las fauces de las aflicciones mentales». Una mente que no es capaz de controlar su atención es susceptible a desequilibrios «como la lasitud o la excitación, es como si el sistema inmune psicológico estuviera discapacitado, por lo que todo tipo de problemas mentales fácilmente nos abruman. El cultivo de la atención dirigida tiene un directo e importante efecto en la moralidad y la libertad de la voluntad», dice Alan Wallace. «La práctica meditativa integral es como una dieta sana que es indispensable para mantener tu vitalidad y tu resistencia a la enfermedad. De la misma manera, una práctica meditativa balanceada durante una vida socialmente activa aumenta tu sistema inmune psicológico, de tal forma que eres menos vulnerable a desequilibrios mentales de todos tipos».
Después de estos párrafos, que son más de lo mismo . Fraccionar el conjunto y tratarlo por partes, nos encontramos que esto no es así y que de serlo no lo entendemos.
Tener más resiliencia, resistencia a las adversidades, no es más que tener una bioquímica adecuada. Que no sabemos cómo va.
Aún es peor, cuando esta resiliencia, forma parte de una alteración bioquímica, por un exceso o defecto de inflamación, que tiene como uno de sus compromisos, la alteración de la conciencia sobre aquel hecho en sí.
Qué más quisiéramos que poder fabricar vacunas contra los disturbios emocionales y sentimentales, que nos proporcionaran un estado de ánimo aceptable.
Nos cuesta entender la patología de la forma, a la patología de las ideas, ni nos acercamos. Si una y otra tienen el mismo origen, “curando el porqué, tendríamos un cuando”.
Tengo muchas dudas, qué un paciente oriental, con cáncer de estómago, pueda mediante la meditación, inhibir el proceso tumoral. Pelusita Pero me gustaría que esto fuera posible. Lo que no creo posible, es curarlos sin tener una idea clara de cómo funciona.
Pero estamos en ello. El exceso