¿cómo se encuentra?

La felicidad se puede definir de una manera sencilla, como: no tener dolor ni malestar interior.
Los trastornos psiquiátricos en nuestros días , son tan frecuentes y contaminan tanto a la patología en general, que la confusión es frecuente y excepcionalmente acertada.
Imsonnio, cansancio, desmotivación, dolorimiento en general y todo esto mezclado, que favorecen la confusión.
Es necesario algo mas sencillo y claro, al ser posible numerico
Intentaré describir, y nominar cada uno de los términos que producen una patología
psiquiatrica, de la forma mas sencilla posible

Empecemos por ver las distintas formas de interpretación y denominación de esta forma de vivir la vida que con frecuencia se convierte en patología cronica.

I. TALANTE
Talante y estado de animo son términos sinónimos.
La serie de alteraciones que ocurren en este talante o estado de animo, es extensa y la intención que tengo con este articulo es aclarar a que nos referimos cuando decimos algo inherente a como me siento y en que consiste, ese en general malestar
El término talante indica, ante todo, la disposición anímica, por la que una persona se siente de una forma determinada ante sí mismo y frente al mundo. Cada hombre tiene un talante que condiciona y colorea su mundo de percepciones, pensamientos y sentimientos. El talante «es un hábito sentimental, condicionado por las emociones que siente y percibe. Los sentimientos de odio, envidia o resentimiento, condicionan su talante y estado de animo. La suma algebraica de los elementos que componen este talante se verterán al exterior y llenaran nuestro mundo de hermosura o de malestar.
El talante puede figurar, o desfigurar, las cosas. Lo que biológicamente aparece como tono vital o temperamento es la resultante de lo anímicamente vivido. Este estado de no es especifico de ningún grupo social, es del cada hombre. Este, y no otro, es el sentido de la frase de Fichte de que «la filosofía que se elige, depende de la clase de hombre que se es». Esta primacía del talante, ¿acarrea el subjetivismo y la incomunicación de la verdad personal? A primera vista, parecería que cada hombre es determinado inexorablemente por su talante y que este constituye una especie de compartimiento estanco al que corresponderá una verdad puramente relativa a él. Efectivamente, «cada estado de ánimo nos defiere un aspecto de la realidad, hasta el punto de que lo que en el habla usual se llama la experiencia de la vida no consiste en otra cosa que la articulación jerarquizada de los estados de ánimo por que se ha pasado, en haberla ido viviendo a través de todas las situaciones existenciales, a través de todas las edades, coloreada por las diversas vivencias correspondientes al niño, al adolescente, al joven, al hombre maduro, al viejo»2.
Cada estado de ánimo nos descubre una cara de la realidad, y posiblemente, solo posiblemente es posible actuar sobre el ánimo, modificando su estado. Aquí radica la diferencia, desde el punto de vista ético, entre el pathos (temperamento) y el ethos, carácter o personalidad moral. El pathos se tiene, se nace con él, pero el ethosse forja. Hay un condicionamiento fisiológico y biológico del talante. «Todo el mundo sabe por experiencia hasta qué punto nuestra disposición anímica depende del estado de salud en que nos encontramos, del cansancio, de la irritación o sedación de nuestros nervios»3. Pero si toda actividad espiritual se alza sobre una base fisiológica, también es cierto que se puede modificar. El amor constituye uno de los modos de obrar sobre el estado de ánimo propio y ponernos en comunicación espiritual –este es el modo de conocimiento llamado de simpatía–con el estado de ánimo ajeno. Las funciones cerebrales superiores expresadas en forma diversas colaboran. Pero no sólo la poesía, también la música, la filosofía, la /religión, etc.
Si el talante es la disposición anímica, espontánea, prerracional, de encontrarse el hombre ante la vida, cabe decir que no hay un único estado de ánimo apto para el conocimiento, porque la vida ofrece múltiples caras, vertientes muy diversas. No hay un solo estado de ánimo, sino una jerarquía en cuya cúspide cabe situar el buen talante, donde radican la esperanza, la confianza, la fe y la paz. Pero estas disposiciones anímicas, nobles y limpias de oscuridades egoístas, no podrían prevalecer en un mundo miserable y roto, cruel y amargo, sin un fundamento supramundano, es decir, religioso; requieren el apoyo en un Dios revelado e infinitamente misericordioso, en una tradición, en una Iglesia, cuya cabeza invisible es Cristo, que nos conduzca de la mano, como a niños, a la salvación; y que este sentimiento de apoyo tenga un fundamento racional suficiente y dé al talante estabilidad, firmeza de actitud.
Hay, en suma, una jerarquía de estados de ánimo que se reducen a la autenticidad y a la profundidad. Y el temple anímico fundamental, aquel desde el que se vive y del que se vive, el temple último radical es siempre religioso o irreligioso.
La religión, determina, o codetermina, nuestro talante ¿colorea el talante, de algún modo, la religión que se vive y en la que se vive?. El hábito o vivencia continuada de cualquier religión, dando al alma una idea de la vida, un ethos y un ideal nuevos, la transforman, a veces hasta de raíz, poniéndola en conformidad con ellos. Aunque con exageración, no en vano se ha dicho que «el hábito es una segunda naturaleza»; cuánto más el hábito religioso: «Quien cree en un Dios colérico, arbitrario y terrible, acaba haciéndose pusilánime y aterrado, o bien estoicamente desesperado. Quien confía en un Dios bondadoso, equitativo y amante, se torna sereno y alegre o termina convirtiéndose en perezoso y temerariamente seguro de su salvación»4.
Si Fichte dijo que la filosofía que se elige depende de la clase de hombre que se es, con mayor razón puede afirmarse que cada cual busca la religión que mejor se acomoda a su habitual disposición de ánimo. O, en otras palabras, cada ser humano propende a abrazar la fe que mejor se adecua a su modo psíquico de ser y, aun la fe recibida, la vive según su personalísima idiosincrasia. La situación religiosa influye en el talante y el talante en la situación religiosa.
La religión que se cree y en la que se vive, conforma al hombre con más fuerza que cualquier otra condición o influencia. Según como sea nuestro Dios, así seremos nosotros. La religión no es sólo cultura, aunque también lo es; es el núcleo central de toda filosofía y, en general, de toda cultura.
II. EL ESTADO DE ÁNIMO
El estado de ánimo es una actitud o disposición emocional en un momento determinado. No es una situación emocional transitoria. Es un estado, una forma de permanecer, de estar, cuya duración es prolongada y destiñe sobre el resto del mundo psíquico. Se diferencia de las emociones en que es menos específico, menos intenso, más duradero y menos dado a ser activado por un determinado estímulo o evento.1 2 3
Los estados de ánimo suelen tener una determinada valencia o lo que es lo mismo, se suele hablar de buen y de mal estado de ánimo; activado o deprimido. A diferencia de las emociones, como el miedo o la sorpresa, un estado de ánimo puede durar horas o días. Cuando esta valencia se mantiene habitualmente o es la que predomina a lo largo del tiempo, se habla entonces de humor dominante o estado fundamental de ánimo.
El estado de ánimo sufre oscilaciones a lo largo del tiempo. Cuando sucede dentro de unos límites que no generan dificultades a la persona, se denomina eutimia. Cuando es anormalmente bajo se llama depresión. Cuando es anormalmente alto se llama hipomanía o manía. La alternancia de fases de depresión con fases de manía se llama trastorno afectivo bipolar.
También se diferencian del temperamento y de la personalidad, los cuales generalmente no suelen tener una componente temporal, sino que son actitudes permanentes en el tiempo. No obstante, determinados tipos de personalidades, como el optimismo o la neurosis, pueden predisponer al sujeto a determinados estados de ánimo. Ciertas alteraciones del estado de ánimo, como la depresión o el trastorno bipolar, forman una clase de patologías denominadas trastornos del estado de ánimo.
Según algunos psicólogos, como Robert Thayer, el estado de ánimo es una relación entre dos variables: energía y tensión.4 Según esta teoría, el estado de ánimo diverge entre un estado energético (de más cansado a más activo) y un estado referido al grado de nerviosismo (entre más calmado o más tenso), y se considera que el «mejor» es un estado calmado-energético y el «peor», un estado tenso-cansado. Thayer también defiende una conexión especial entre la alimentación y el ejercicio físico en el estado de ánimo.5
Un reciente metaanálisis llegó a la conclusión de que, contrariamente al estereotipo del artista sufridor, la felicidad es uno de los factores que propician la creatividad, mientras que un bajo estado de ánimo propiciaría menores niveles de ésta.6
Los estados de ánimo pueden ser provocados de manera experimental, el procedimiento más común es la inducción a un estado de ánimo determinado, y posteriormente la evaluación de su influencia sobre la ejecución de una tarea cognitiva. De acuerdo a Forgas (1999), una de las relaciones que más interés ha despertado es sobre el proceso de la memoria. Parece constatado que la información cargada emocionalmente es recordada mejor que la información neutra.7
-Robert E. Thayer define un estado de ánimo como un sentimiento de fondo que persiste en el tiempo. Sus investigaciones afirman que los estados de ánimo surgen de la energía y la tensión y que éstos pueden entenderse a partir de cuatro estados básicos que dependen del espectro energía-tensión.
Calma-energía. Es el estado donde el sujeto se siente a gusto, en confianza y optimista. Es el estado ideal para realizar actividades como el trabajo y estudio puesto que se presenta con alta energía y tensión baja. Regularmente suele presentarse en las mañanas.
Calma-cansancio. Es la sensación previa al sueño en el que el sujeto alcanza un punto donde no hay energía ni tensión.
Tensión-energía. Es la sensación que experimenta el sujeto cuando se le ha acabado el tiempo para cumplir alguna actividad sea entregar un trabajo, pagar un servicio, atender una cita, etc. La sensación de urgencia genera una frecuencia cardíaca elevada porque el cuerpo está liberando adrenalina, lo que ocasiona que se presenten altos niveles de energía y tensión.
Tensión-cansancio. Es el estado que se origina cuando existe agotamiento. En este punto existen pensamientos negativos debido a que existe cansancio físico acompañado de ansiedad nerviosa. Es un estado de baja energía y alta tensión que comúnmente acontece durante las tardes.
Las fluctuaciones del humor son eminentemente moduladas por la satisfacción o la insatisfacción de diversas necesidades instintivas (el hambre, la sed, el sueño, la sexualidad); relacionales (vida conyugal, familiar, profesional); o culturales (ocio, vacaciones). Las variaciones patológicas del humor pueden hacerse en el sentido negativo (la depresión), positivo (un carácter muy expansivo) o inscribirse en el sentido de una indiferencia.
Humor depresivo o distimia, los afectos depresivos expresan matices desde la morosidad, de la languidez, de la nostalgia, de la ideación suicida, del desaliento, hasta la depresión más autentica y más profunda, estado de tristeza patológico y de dolor moral. Esta disforia se acompaña de un sentimiento de desvalorización de si mismo, de pesimismo, de cansancio y de inhibición.
Humor expansivo o hipertimia, expresa matices de la satisfacción, del bienestar, de la felicidad, de la euforia hasta el éxtasis. Esos estados de exaltaciones tímicos son de grados muy diversos, desde la hipomanía habitual de algunos sujetos hiperactivos hasta la gran excitación tímica, ideática y motora de la manía aguda. Algunas intoxicaciones (alcohol, éter, anfetaminas) pueden dar lugar a exaltaciones tímicas pasajeras.
El humor neutro o «eutimia», algunos estados afectivos se caracterizan a la inversa de los precedentes por una frialdad, una neutralidad, una atonía, por el carácter indiferenciado del humor, el cual parece inaccesible a los estímulos habituales. Un humor totalmente neutro supondría una indiferencia total y no se observa en condiciones psicológicas normales, por ello el término «eutimia» designa habitualmente estados de ánimo normales y excepcionalmente estados de ánimo neutros por ser más infrecuentes, como en esquizofrénicos, donde se observan casos de embotamiento tímico (aplanamiento afectivo), de indiferencia aparente, alternando a veces con unos accesos depresivos o eufóricos.
Sin embargo, la teoría de Thayer conduce a pensar que el estado de ánimo se trata únicamente de una condición reactiva ante estímulos externos y desestima los elementos psíquicos internos propios de la persona, reduciéndola así a una mera relación causa-efecto en la que el estado de ánimo es el resultado (efecto) de una causa o número de causas de origen exógeno. Otras escuelas, como el psicoanálisis, ven en el estado de ánimo una expresión o una suerte de síntoma dependiente de procesos inconscientes infinitamente más complejos y subjetivos en tanto que se ligan a la propia historia del sujeto y cuya expresión se hace presente no solo a través de la conducta, sino también a través de posibles somatizaciones o manifestaciones físicas capaces de presentarse en la forma de padecimientos como la dermatitis, el dolor de cabeza o el estreñimiento, entre otros.8

III LA DISTIMIA
La distimia, también llamada trastorno distímico, es un trastorno afectivo de carácter depresivo crónico, caracterizado por la baja autoestima y aparición de un estado de ánimo melancólico, triste y apesadumbrado, pero que no cumple con todos los patrones diagnósticos de la depresión. …
Se considera que puede afectar a entre un 3 y un 5 % de la población.
El inicio suele ser temprano. Aparece con doble frecuencia en mujeres que en hombres, sola o asociada a otros trastornos psiquiátricos, sobre todo depresiones graves y pérdida del apetito sexual. Es frecuente en su evolución el deterioro social y el abuso de sustancias como alcohol y otras drogas. Se halla emparentada con la neurastenia o la psicastenia.
El principal síntoma es el estado de ánimo distímico persistente casi todos los días a lo largo de al menos dos años.1 Un año en niños y adolescentes.
Otros síntomas pueden ser:
Trastornos alimentarios: inapetencia o ingesta compulsiva.
Trastornos del sueño: insomnio o hipersomnia.
Sensación de déficit de energía vital (astenia), cansancio injustificado, fatiga continua.
Trastornos de la memoria y la capacidad de concentración.
Baja autoestima, sentimiento de incapacidad, sentimiento de desesperanza, pesimismo.
Incapacidad para la toma de decisiones.
El diagnóstico viene dado por la existencia del síntoma principal y alguno de los secundarios de forma persistente y estable, si bien los pacientes pueden experimentar variaciones a lo largo del tiempo en la intensidad de la sintomatología.
El tratamiento más eficaz es la asociación de fármacos antidepresivos inhibidores de la recaptación de serotonina con las psicoterapias conductuales, cognitivas, psicoanalíticas, interpersonales, de grupo…
Sin tratamiento, lo habitual es que la distimia evolucione a una depresión mayor, llamada «depresión doble».2
La medicación utilizada pasa por:, los antidepresivos los más comúnmente usados para este trastorno son los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS); es decir, entre otros: fluoxetina (FLUOXAC), sertralina (SERTEX), escitalopram (SELECTIVE), paroxetina (XERENEX), y citalopram (Celexa).3 Otros antidepresivos que pueden ser utilizados incluyen nuevos agentes de acción doble, como bupropion (Wellbutrin), venlafaxina (Effexor), mirtazapina (Remeron, Avanza), (Pristiq) y duloxetina (Cymbalta).
A veces dos medicamentos antidepresivos diferentes son prescritos en conjunto, o un médico puede prescribir un estabilizador del estado de ánimo o medicamento ansiolítico en combinación con un antidepresivo.
Algunos efectos secundarios para los SSRIs son: disfunción sexual, náusea, diarrea, somnolencia o insomnio, pérdida de memoria a corto plazo y temores. Los medicamentos antidepresivos pueden causar suicidio y agresión en algunos casos, en particular, en niños y adolescentes.4 Algunos antidepresivos son ineficaces en algunos pacientes. Los antidepresivos más antiguos, como antidepresivos tricíclicos o IMAOs pueden ser usados en estos casos. Los antidepresivos tricíclicos son más eficaces, pero tienen peores efectos secundarios. Los efectos secundarios de los antidepresivos tricíclicos son «aumento de peso, sequedad de boca, visión borrosa, disfunción sexual, y presión arterial baja».
La distimia es una patología que dura años. Son pocas las personas que se recuperan completamente. Lo habitual es que el tratamiento, sin resolverlo completamente, mejore significativamente el cuadro clínico, precisando el mantenimiento de la terapia de modo crónico.
IV. LA ANHEDONIA (del griego ἀν- : an- «falta de» y ἡδονή : hedoné «placer») es la incapacidad para experimentar placer, la pérdida de interés o satisfacción en casi todas las actividades. Se considera una falta de reactividad a los estímulos habitualmente placenteros. Constituye uno de los síntomas o indicadores más claros de depresión, aunque puede estar presente en otros trastornos, como por ejemplo, en algunos casos de demencias (Alzheimer) y el trastorno esquizoide de la personalidad.
Las primeras definiciones de la anhedonia enfatizan experiencia placentera, modelos más recientes han puesto de relieve la necesidad de considerar diferentes aspectos del comportamiento divertido, como la motivación o deseo de participar en una actividad («anhedonia motivacional»), en comparación con el nivel de disfrute de la actividad en sí misma («anhedonia consumatoria»).
La anhedonia es la incapacidad para experimentar placer con actividades que normalmente resultarían agradables o con las que antes se disfrutaba. Es como si la persona estuviera anestesiada y la anestesia, en vez de evitar que sintiese dolor, le impidiera reconocer los estímulos positivos que conducen al placer, o directamente los bloqueara.
Según los investigadores, el problema puede deberse a una alteración del sistema de recompensa en el cerebro, un mecanismo por el que la dopamina provoca satisfacción al comer o mantener relaciones sexuales, por ejemplo.
Más que un trastorno en sí mismo, la anhedonia se considera un síntoma o signo de que el individuo sufre un trastorno emocional o psiquiátrico, como la depresión, la distimia, la esquizofrenia, o una adicción a drogas o alcohol que le impide disfrutar de cualquier sensación placentera que no esté ligada al consumo de esas sustancias. También puede ser un efecto secundario de algunos medicamentos.
La anhedonia puede afectar a todos los ámbitos de la vida, o centrarse en un solo aspecto; así, por ejemplo, existe la anhedonia social, cuando la persona no disfruta del contacto con los demás y su interés por relacionarse es nulo, lo que le lleva al aislamiento social; o la anhedonia eyaculatoria, que se caracteriza por que la eyaculación no va acompañada del placer del orgasmo.
Recientemente, un grupo de investigadores españoles ha identificado lo que se ha denominado ‘anhedonia musical’, que define la incapacidad de muchas personas para emocionarse o disfrutar al escuchar una melodía, aunque otras actividades sí les produzcan sensaciones placenteras.

La anhedonia, es un síntoma, no un trastorno mental, aunque suele ser una de las formas de expresión de diferentes tipos de enfermedad mental.
Los trastornos en los que es más frecuente que aparezca la anhedonia son, especialmente, los trastornos depresivos. En la depresión se suele dar un aplanamiento emocional y una sensación que los pacientes describen como incapacidad para disfrutar de cosas que deberían estimularlos de manera positiva.
Sin embargo, la anhedonia también es relativamente común en casos de esquizofrenia y de distimia, así como en personas que se han vuelto tan adictas a una sustancia (alcohol, cocaína, y otras drogas) que se han habituado a eso y se han vuelto insensibles a otras formas de satisfacción.

La cultura tiene una gran influencia. Una conducta puede ser aceptada por un grupo cultural y no ser bien vista por otro. Los factores biológicos son la causa principal donde se encuentran las influencias perinatales y la salud física. Es el médico el que determinará si es normal o anormal.
Los criterios generales para diagnosticarla como un trastorno son ver el grado de insatisfacción con las capacidades y logros del paciente, evaluar sus relaciones interpersonales y la forma en que afronta los acontecimientos de su vida. Lo importante es que el paciente aprenda a aceptar los hechos como se presentan; si su comportamiento le causa un daño a él y/o a los demás, entonces se transforma en una patología que debe ser tratada.
En 1976 L. Chapman y M. Raulin propusieron dos escalas, conocidas como «escalas de Chapman», para la valoración de la anhedonia:1 la escala para la anhedonia física y la escala para la anhedonia social. Posteriormente ambas escalas fueron revisadas pero, aunque ampliamente difundidas, no han llegado a ser publicadas de forma oficial. La Escala Revisada para la Anhedonia Física2 es un cuestionario autoaplicado de 61 preguntas que valora la capacidad de experimentar placer de estímulos físicos típicos, como la comida, el tacto, el sexo, etc., mediante preguntas como «Los bellos decorados siempre me han gustado«. La Escala Revisada para la Anhedonia Social3 es un cuestionario autoaplicado de 40 preguntas que valora la capacidad de experimentar placer de estímulos como el trato con la otra gente, charlar, intercambiar impresiones o sentimientos, etc., mediante preguntas como «Un viaje en coche es más agradable si alguien me acompaña».
Inicialmente, los que desarrollaron las escalas creyeron que la escala para la anhedonia física sería la más útil de las dos escalas, y que la escala para la anhedonia social se vería afectada por la presión social y el sesgo derivado del deseo de agradar. Estos supuestos no se vieron confirmados en las investigaciones posteriores. En primer lugar, la escala para la anhedonia social resultó ser la más útil de las dos escalas, y demostró ser un robusto indicador del desarrollo posterior de trastornos del espectro esquizoide. En segundo lugar, la escala para la anhedonia social resultó ser estable en el tiempo para casos de individuos diagnosticados de esquizofrenia.
La anhedonia social ha demostrado ser también un rasgo característico del trastorno del espectro autista, lo que ha motivado, por ejemplo, el estudio4 del solapamiento diagnóstico entre el síndrome de Asperger y el trastorno esquizotípico de la personalidad.
Chapman, L. J., Chapman, J. P., & Raulin, M. L. (1976). «Scales for physical and social anhedonia». Journal of Abnormal Psychology, 87, 374-407.
V. MELANCOLIA
Es un sentimiento que nos recuerda que nos falta algo, que estuvo ahí, que era bueno para nosotros, pero que ya no podemos recuperar.
Dice Víctor Hugo que “la melancolía es la felicidad de estar triste”. Lo cierto es que cuando nos sentimos melancólicos nuestro estado de ánimo suele asociarse a la tristeza, aunque lo que estamos recordando sean buenos momentos del pasado.
La melancolía sin memoria no es posible.
Rememoramos viajes, momentos, personas o experiencias que nos hacen pensar que, cualquier tiempo pasado fue mejor. Cuando alguien está melancólico, realmente está sufriendo por algo que ya no puede tener. Es una manera de dolor permitido, es decir, recordamos algo o a alguien que ya no está con nosotros. Eso nos duele, pero también nos hace pensar que es nuestro, que nos pertenece, aunque sólo sea por unos minutos y esté alojado en nuestro banco de recuerdos.
La melancolía es también una manera de no aceptar el presente, de no estar contentos con lo que tenemos ahora. Porque cuando nos permitimos viajar con la mente a otros lugares, a otros espacios, a otros tiempos y buscamos una compañía irreal, inconscientemente creemos que es algo que poseemos y que no podemos separarnos de él.
NO ESTAMOS SATISFECHOS CON NUESTRA VIDA
La melancolía se presenta en momentos puntuales, pero puede convertirse en un problema cuando se instala en nuestra vida de manera permanente. Es normal sentirse melancólico una tarde y mirar fotografías antiguas; o escuchar una canción y recordar un momento agradable; o pensar en alguien con el que compartimos nuestra vida. Pero cuando esta conducta se repite frecuentemente, si no se trata, puede derivarse en una depresión.
Los expertos aseguran que esta alteración saca a la luz una carencia que tenemos la personas, que no estamos contentos con nuestra vida. Si nuestra vida es plena no sentimos la necesidad de aferrarnos al pasado para pensar que lo de antes era mejor que lo de ahora. Sentirse más o menos melancólico va a depender del grado de satisfacción que tengamos en nuestro presente. Cuando uno está feliz, no necesita evocar tiempos pasados, ni pensar que todo podía ser de otra manera. Anclarnos en el pasado es una manera de perdernos el presente.
Sabina le cantó a este sentimiento. “vivo en el número siete, calle melancolía, quiero mudarme hace años al barrio de la alegría”. El traslado no depende de nadie, más que de nosotros mismos.
La melancolía, como experiencia humana, siempre ha existido. Sin embargo, la forma en que la sociedad cataloga esa experiencia ha cambiado a lo largo del tiempo.
En la Antigua Grecia Hipócrates se refería a la melancolía como uno de los cuatro humores que componían el cuerpo, la “bilis negra”, que era el peor de todos. Esa bilis contenía pneuma, que provocaba enfermedades y hacía que la persona pasara rápidamente de la tristeza a la ira. Por eso, la melancolía se asoció con la depresión, una idea que se mantuvo hasta el Renacimiento.
Es curioso que durante la Edad Media la melancolía, entendida como sinónimo de tristeza y pereza, fue considerada como uno de los pecados capitales, aunque más tarde se eliminó de la lista. Sin embargo, con el Renacimiento todo cambió y la melancolía comenzó a ser asociada con la genialidad y la locura creativa. A finales del siglo XV, Marsilio Ficino, un filósofo italiano, propuso que las personas con más bilis negra mostraban una sensibilidad artística especial.
Así, el término depresión no apareció hasta el siglo XVII, aunque siempre vinculado a la melancolía. Y no fue hasta las primeras décadas del siglo XX que el concepto de depresión ganó identidad propia, desvinculándose de la melancolía.
VI. NEURASTENIA
Neurosis que se caracteriza por fuertes síntomas depresivos, tendencia a la tristeza y gran inestabilidad emotiva.
La Neurastenia es una fatiga general debida al agotamiento de la energía nerviosa, según el neurólogo americano George Miller Beard (1839-1883).
Este término de origen etimológico griego fue muy usado en el pasado, y en alemán significaba “debilidad nerviosa“.
Etimológicamente el vocablo Neurastenia deriva del griego, y está formado por “neuro” que significa “nervio”, el prefijo “a” que significa “sin” y “astenia” que quiere decir vigor, fuerza,
La Neurastenia se definía como una fatiga general debida al agotamiento de la energía nerviosa por un gasto prolongado y excesivo que ocasionaba debilidad y fatiga en el SNC de la persona que lo padecía.
Pero, fue un neurólogo americano quien realizó la primera descripción a mediados del siglo XIX, y curiosamente la atribuyó a los efectos provocados en el Sistema Nervioso Central (SNC) por los viajes en ferrocarril, poco frecuentes en esa época. Como bien sabemos, desde hace tiempo se ha demostrado la inocuidad de tales viajes.
En el pasado a la Neurastenia se la encuadró dentro de las llamadas Neurosis Orgánicas.
El Psicoanálisis fue el primero en demostrar que gran parte de los cuadros clínicos llamados neurasténicos se debían a causas psíquicas, y demostró además que la Neurastenia era curable.
A los neurasténicos se les describía como personas que se fatigaban física y psíquicamente con facilidad, tenían cefaléas en casco, trastornos intestinales, insomnio, eyaculación precoz, sensación dolorosa en la espalda es decir (raquialgías a las que se les llamaba “irritación espinal”, sin tener nada patológico en la médula espinal), laxitud dolorosa de las articulaciones al despertar, trastornos vaso-motores y sensitivos (parestesias), palpitaciones, sudoración, etc.
Actualmente para referirnos a esta dolencia utilizamos la denominación de Fatiga crónica más que el de Neurastenia

VII. PSICASTENIA
La psicastenia (del griego psyché, «alma» y asthenia, «debilidad») es una dolencia de la psique caracterizada por fobias, obsesiones, compulsiones y ansiedad. El término ya no se utiliza en el diagnóstico clínico, aunque sigue figurando como una de las diez subescalas clínicas en el MMPI, test de personalidad diseñado para detectar trastornos de personalidad o de conducta.
La subescala 7 del MMPI describe la psicastenia como un trastorno afín al desorden obsesivo-compulsivo, e indica que sus característica son dudas excesivas, compulsiones, obsesiones y miedos irracionales. El psicasténico es incapaz de resistir ciertas acciones o pensamientos. Además de los rasgos obsesivo-compulsivos, la escala indica miedos anormales, autocrítica, dificultades para concentrarse y sentimiento de culpa. La escala marca como rasgo a largo plazo la ansiedad, aunque también funciona en parte como respuesta al estrés puntual.
El psicasténico tiene un control insuficiente sobre su pensamiento consciente y su memoria, lo que le lleva a divagar sin propósito y/o a olvidar qué estaba haciendo. Sus pensamientos suelen ser dispersos y le cuesta mucho organizarlos, por lo que a menudo construyen frases que no se corresponden con lo que quieren decir y resultan ininteligibles para otras personas. El esfuerzo mental constante y el insomnio producen fatiga, que empeora el estado del enfermo. Los síntomas pueden reducirse en gran medida mediante ejercicios de concentración y terapia, dependiendo de si la condición es psicológica o biológica.
El término psicastenia está ligado históricamente a la obra de Pierre Janet, que clasifició las neurosis en psicastenias e histerias, descartando el término neurastenia porque implicaba una teoría neurológica de la enfermedad, cuando de hecho no la había. Las histerias tienen en su origen un estrechamiento del campo de la conciencia, mientras que las psicastenias parten de un trastorno en el sentido de la realidad, una especie de debilidad que afecta a la capacidad para atender a las experiencias cambiantes, ajustarse a ellas y hacerse una idea válida de las mismas. Carl Jung utilizó más tarde los estados histérico y psicasténico como prototipos de las personalidades introvertidas y extravertidas.
Karl Jaspers mantiene el término neurastenia, definiéndolo como una ‘debilidad irritable’, y da como síntomas irritabilidad, susceptibilidad, hiperestesia dolorosa, respuesta anormal a estímulos, dolores corporales, sensación intensa de fatiga, etc. La neurastenia contrasta con la psicastenia, que define, siguiendo a Janet, como una variedad de fenómenos ‘ligados por el concepto teórico de una ‘disminución de la energía psíquica’.’ La persona psicasténica prefiere ‘apartarse de sus semejantes y no exponerse a situaciones en las que sus complejos anormalmente fuertes le resten claridad mental, memoria y equilibrio’. Al psicasténico le falta confianza en sí mismo, es proclive a pensamientos obsesivos, miedos infundados, autoescrutinio e indecisión. Este estado le induce a retirarse del mundo y vivir en ensoñaciones, lo cual sólo empeora las cosas. ‘A la psique le falta en general la capacidad de integrar su vida o de elaborar y manejar sus diversas experiencias; es incapaz de construir su personalidad y hacer cualquier tipo de progreso firme’. Jaspers creía que algunos de los casos más extremos de psicastenia de Janet eran en realidad casos de esquizofrenia.

¿ Cual es el sustrato que condiciona estos conflictos y los hace insoportables o muy cercano a ello. Seguro que una alteración química domina la arquitectura y la funcion del sistema nerviosos que lo soporta. La interpretación de los síntomas es personal.
Referencias

J. L. López Aranguren , Obras completas I: Filosofía y religión, Trotta, Madrid 1994, 217. — 2 ID, 220. — 3 ID, 221. — 4 ID, 227. — 5 ID, 227. — 6 ID, 234.
BIBL.: AA.VV., Teoría y sociedad: homenaje al profesor Aranguren, Barcelona 1970; BLÁZQUEZ E, José Luis L. Aranguren, medio siglo de la historia de España,
Ethos, Madrid 1994; GUY A., La théorie du talante chez J.L. L. Aranguren, en AA.VV., La nature humaine, PUF, París 1961, 292-296; ID,
L’ambivalence du talante religieux selon Aranguren, en Mélanges André Combes III, París 1968, 469-480; LÓPEZ ARANGUREN J. L.,
El buen talante, Tecnos, Madrid 1985; ID, Catolicismo y protestantismo como formas de existencia, en Obras Completas I: Filosofía y Religión, Trotta, Madrid 1994, 209-413; ID, Talante, juventud, moral, Madrid 1975
Chapman, L. J., & Chapman, J. P. (1978). «Revised physical anhedonia scale» (Available from L. J. Chapman, Department of Psychology, 1202 West Johnson Street, University of Wisconsin, Madison, WI 53706).
Eckblad, M. L., Chapman, L. J., Chapman, J. P., & Mishlove, M. (1982). «The revised social anhedonia scales». (Available from L. J. Chapman, Department of Psychology, 1202 West Johnson Street, University of Wisconsin, Madison, WI 53706).
Ruth M. Hurst, Rosemery O. Nelson-Gray, John T. Mitchell and Thomas R. Kwapil. «The Relationship of Asperger’s Characteristics and Schizotypal Personality Traits in a Non-clinical Adult Sample», Journal of Autism and Developmental Disorders, Volume 37, Number 9 / October, 2007.
9. Double Depression: Hopelessness Key Component Of Mood Disorder Accessed 2008 July 17 National Institute of Mental Health
10.US Food and Drug Administration: Antidepressant Use in Children, Adolescents, and Adults retrieved 2010 June 3
11. Davidson JR, Abraham K, Connor KM, McLeod MN (February 2003). «Effectiveness of chromium in atypical depression: a placebo-controlled trial». Biol. Psychiatry 53 (3): 261–4. doi:10.1016/S0006-3223(02)01500-7. PMID 12559660