De nuevo comentó un artículo de la vanguardia de hoy 14 de Enero de 2017, escrito por Luis Rojas Marcos, famoso psiquiatra sevillano que con frecuencia nos enriquece con artículos, de divulgación científica.
Con letras negras, un recuadro que dice “nuevos estudios ligan el estado de ánimo con el riesgo de morir de cáncer, infarto, ictus o infección”.
Esto lo he leído ya aproximadamente mil veces. Y está de acuerdo con ello absolutamente todo el mundo. Lo difícil es encontrar las causas que motivan el no tener optimismo. Quién le pone el cascabel al gato.
Que los estados de ánimo positivos están relacionados con una buena salud, ha sido demostrado científicamente, y también el pueblo llano lo sabe. Estoy absolutamente de a acuerdo ¿ pero como lo hago?. Y como lo hago cada día, esto ya es más difícil.
Tensosn, comenta el artículo, que la escuela de Salud Pública de Harvard, que asocian el optimismo en la mujer, a un menor riesgo de morir por cáncer, enfermedad cardíaca, accidente cerebrovascular, enfermedades respiratorias o infecciones y también los finlandeses encuentran que el pesimismo contribuye en el riesgo de muerte por cardiopatía coronaria.
Entre los años 2004v y 2012, también siguiendo los estudios de Harvard, las personas con un talante positivo tienen un 52% menos de riesgo de morir de infección, un 39% menos de morir por ictus, un 38% menos de hacerlo por enfermedades cardio respiratorias y un16% menos de morir por cáncer. Estas observaciones son extensibles a los varones.
Las personas con un estado óptimo sentimental, comen mejor, hacen más ejercicios, duermen mejor y en consecuencia tienen menos procesos inflamatorios, porque tienen mejor controlada su inflamación.
La alteración de proinflamatorios que los individuos padecemos cada vez más, dan paso, a la hipertensión arterial, obesidad y un largo etcétera de lo que se llaman enfermedades crónicas. Y la alteración fundamental la proporciona el desequilibrio inmunitario. Que es primario y del que dimana todo lo demás.
A medida que somos mayores, que vivimos más, estamos más en contacto con patógenos que nos estresa y alteran nuestros neuromoduladores. Y esto es lo que altera nuestro psiquismo. Así lo afirma la OMS, que llega decir que el 33% de la población, sufre distimias.
Creo que algunos afortunados son capaces de controlar su bioquímica y posteriormente tener un mejor estado de ánimo. Pero también estoy seguro, como médico y como persona que está habilidad la tienen sólo contadas personas. Y la psicoterapia y ciencias asociadas pueden hacer algo, pero no mucho.
Lo que sí creo que hay un algún regulador en nuestra biología que está fallando y que muy probablemente se trata del sistema vegetativo concretamente del vago.
Yo no digo nada diferente a lo que dice Rojas Marcos, salvo que invierto la actuación. Primero la bioquímica, después, la aplicación de las ideas será posible.
Aturde e la cantidad de científicos que proporcionan medios de curación rápido, y siempre utilizando, la voluntad “tu puedes” . Tengo que aplicar una voluntad positiva para desembarazarme, de la agresión ambiental.
No puedo dominar mi resiliencia, Ni el estrés con que respondo, en consecuencia mi eficacia en la situación es que me proporciona la vida diaria, se acerca a lo nulo. Y los buenos hábitos los puedo ejecutar, si tengo una aceptable salud psíquica. Si no tengo ganas de comer, ni de dormir, ni de trabajar. De verdad que todos se me hace cuesta arriba.
No dudo que los apoyos psicológicos son útiles pero en pequeñas cantidades y breves tiempos.
Modular la inflamación, a la que se le está prestando en nuestros días una enorme atención, es la clave. Pero no de manera individualizada y personal, sino potenciando y curando un nervio vago enfermo que no modula de la manera adecuada. Y que hace unos 2.500 años, los budistas lo atacan con acierto. Pero ojo en un medio aislado, con pocos habitantes por kilómetro cuadrado, con estímulos ambientales controlados y poco variados. Esto sólo lo tienen determinados grupos que intentan exportarlos, pero no han conseguido el éxito esperado.
Me gustaría preguntar de una manera cercana a los divulgadores de métodos curativos fundado en las ideas, si de verdad y de forma duradera consiguen la sanación de un importante porcentaje de pacientes afectados.
Estamos todos de acuerdo que el optimismo no cura. Si qué añade al organismo un poco más de impulso para sanar. No olvidando nunca, que la química está antes que las ideas.
Olvidar que nuestra conducta en general es secundaria a nuestra química, es no avanzar .
Una persona enferma esta tan preocupada, con su salud, que no tiene energía, para ser optimista.
Conozco personas, que siempre han estado enfadas. Y lo hacen desde muy enfadadas, y en descontento con todo, hasta discretamente enfadas. También conozco muchas personas templadas, que empatizan con facilidad y que alegran la vida a lo demás y también a ellas mismas . Y esto parecen condiciones con las que se nace y poco adquiribles.
Es verdad que periódicamente el optimismo se vende mal y la queja tiene un predominio. Pero esto es como la gripe, viene, por epidemias. Y en la actualidad estamos en fase de epidemia, Es muy difícil pensar que todas las maldades del mundo, que son muchas y se agrupan, tienen una etiología individualizada. Lo que si están es ligadas y todo está relacionado con todo
Creo que es imprescindible, conocer el problema, su causa y los reguladores del desequilibrio.
Cuando se les encuentre, tratarlos, Mientras tanto hacer lo que podamos, utilizar toda la psicoterapia que disponemos, pero respetando el orden, sin tirar cohetes .
La química está delante de las ideas
En realidad el mejor comentario lo hace el Dr. Enrique Rubio.
El tema merece mucha atención. No basta con apoyar una idea generalizada y antigua
con números de estadísticas. Estas ofrecen como nuevo algo que tiene siglos
de difusión y que ya preconizaba la Escuela de Salerno.
Es fácil preguntarse que es un talante optimista y cómo se mide.
Los signos externos pueden ser erróneos. Algunos no se consideran por los científicos modernos.
Por ejemplo, investigar sobre el posible papel de las creencias
religiosas y sus repercusiones biológicas