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Mensaje por Amelia el Jue Feb 25, 2010 7:48 am

-¿Qué supone para usted su ingreso en la Academia de Medicina de Cádiz?

-Una gran alegría. Seguir la senda de hombres maravillosos que ayudaron a construir la medicina española es un honor.

-¿Por qué cree que le han elegido?

-Imagino que por mi curriculum y por haber pertenecido a dos de los centros mas grandes y prestigiosos de España en Neurocirugía. Sevilla y Barcelona, en este ultimo como jefe del servicio y profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona.

-Su discurso de ingreso trata sobre ‘El lóbulo temporal derecho. El cerebro místico’ ¿Cuáles son sus principales conclusiones?

-El novelista ruso Fiodor Dostoievski era epiléptico y seis de los personajes de sus novelas también. Lo llamativo es lo que se llama aura o episodio que precede a la crisis convulsiva. Durante este aura el autor que sufría o gozaba de este mal, logra describir de una bella forma el placer que le invade cuando es poseído por el mal, y lo hace sobre todo en la novela, ‘El idiota’ poniendo como enfermo al príncipe Mishkin. Los episodios extáticos son auras de crisis generalizadas y el novelista narra repetidamente, con gran fuerza y belleza, sus propias experiencias: «Durante unos momentos antes del ataque, experimento una tal sensación de felicidad imposible de imaginar en un estado normal y del que otra gente no tiene idea. Me siento en total armonía conmigo y con el mundo entero, y esta sensación es tan fuerte y tan deliciosa que por unos segundos de tal bendición daría unos gustosos diez años de mi vida si no la vida entera». Hasta la fecha hay doce casos documentados científicamente en pacientes, que presentan esta aura y todos se deben a una lesión en el lóbulo temporal derecho del paciente. Ocurren en personas religiosas y que no lo son, pero el mas bello de todos los describe de una manera prolífica Santa Teresa de Jesús.

-¿Entiendo entonces que los ‘éxtasis’ de Santa Teresa eran el preludio de un ataque epiléptico?

-Así los entiende hoy la ciencia. Ella les llamaba ‘arrobos’: «En fin, no alcanza la imaginación, por muy sutil que sea a pintar ni trazar como será esa luz, ni ninguna cosa de las que el Señor me daba a entender con un deleite tan soberano, que no se puede decir, porque todos los sentidos gozan en tan alto grado y suavidad que ello no se puede encarecer y ansí es mejor no decir más». El doctor García-Albea Ristol, autor de un trabajo sobre la epilepsia extática de Teresa de Jesús, señala la estereotipia de sus episodios o su parentesco con casos similares de evidente origen epiléptico. Afirma que la santa sufría crisis extáticas o de Dostoievski de posible origen en el lóbulo temporal derecho.

-¿Qué le llevó a elegir este asunto para su discurso?

-El haber tenido un paciente que operé de un tumor cerebral y recién salido me contó un episodio de esta epilepsia extática que me dejó alucinado.

-¿Está el alma en el cerebro?

-Creo que si. Esto científicamente no se lleva en nuestros días y se le llama conciencia que es una palabra más soportable en un mundo laico, pero es el encender a todo lo que nos anima.

-¿Qué proyectos tiene en la actualidad?

-Uno maravilloso que se me escapa de las manos. Estamos rodeados de gérmenes, ellos son productores de una reacción de rechazo por nuestro organismo que se llama inflamación. Cuando el germen entra y la inflamación se desencadena, las enfermedades crónicas, como Alzheimer, Parkinson, artrosis y cuadros psiquiátricos están asegurados y un porcentaje de ellos nos conduce a los tumores. Evitar la infección curaría todo y nos permitiría llegar a viejos sanos.

-¿Algún caso que le haya marcado especialmente?

-Durante años producíamos lesiones en una parte del cerebro que se llama tálamo, para tratar el dolor de las enfermedades que no cedían a otros fármacos. Una mañana visité a un paciente que había operado el día anterior y que se quejaba de fuertes dolores. Le pregunté por su dolor y me contestó: «Sigue igual pero ya no me importa». Esta respuesta que sigo escuchando y ya relacionada con otros tipos de cirugías continúa dejándome sorprendido. Una parte del cerebro impide que la señal dolorosa sea interpretada por la corteza del cerebro y ya no la valora como dolorosa.