El blog del Dr. Enrique Rubio

Mes: julio 2020 (Página 2 de 2)

LA INMUNIDAD Y CORONAVIRUS

LA INMUNIDAD Y CORONAVIRUS
La inmunidad durante la epidemia de coronavirus real podría ser el doble de la que indican los tests serológicos

La inmunidad que estamos sufriendo durante esta epidemia podría ser el doble de la que indican los tests serológicos
El 40% de positivos sin síntomas no tiene anticuerpos, pero sí células T específicas
Es imprescindible conocer los mecanismos por los que el coronavirus del Covid-19 nos está atacando y para ello es imprescindible conocer su fisiopatología para poder ponerle barreras imprescindibles para su detección y detensión, porque hasta ahora es imparable . Recientemente sabemos que, el 20% de los hospitalizados por Covid-19, con su PCR positivo, no tienen anticuerpos que neutralicen el virus. Han generado inmunidad a través de los linfocitos
La principal diferencia entre la inmunidad celular y la inmunidad humoral son los efectores que en ella intervienen. En la inmunidad celular los mediadores son células, principalmente linfocitos T, en cambio, en la inmunidad humoral son los anticuerpos.
Existen varios tipos de anticuerpos o inmunoglobulinas que utiliza el sistema inmune para identificar y eliminar sustancias extrañas, como bacterias o virus.
Existen muy diversas modalidades de anticuerpos y cada una de ellas tiene varios tipos. Esta gran diversidad de anticuerpos humano permite al sistema inmunitario reconocer una gran cantidad de antígenos.
En los humanos existen 5 grandes tipos de anticuerpos (isotipos). Cada uno de ellos se nombra con las “Ig” de inmunoglobulina, junto a una letra según el tipo de cadena pesada que tienen.:
IgA: cadenas pesadas tipo alfa (α). Contiene cuatro sitios de unión a antígenos. Tienen dos subtipos estructurales, el IgA1 y el IgA2. Es característico de las mucosas, donde cumple una función inmune contra las infecciones, como el tracto respiratorio y digestivo, así como en secreciones (leche materna, lágrimas, saliva).
IgD: cadenas pesadas tipo delta (δ). Se produce en forma de monómeros de 185 kDa aproximadamente y representa el 1% de los anticuerpos séricos, mientras que en el suero, en forma libre, representa el 0.25%. Si bien se desconoce su función específica, se cree que podría estar relacionada con la activación y diferenciación de los linfocitos B en los plasmocitos, así como en la activación de mastoncitos y basófilos.
IgE: cadenas pesadas tipo delta epsilon (ε). Se produce en forma de monómeros de 200 kDa aproximadamente. Es un anticuerpo poco frecuente que representa solamente el 0.02% de las inmunoglobulinas séricas y se encuentra generalmente en las mucosas del sistema intestinal y respiratorio, ofreciendo una protección inmunitaria, especialmente frente a gusanos parásitos.
IgG: cadenas pesadas tipo delta gamma (γ). Se produce en forma de monómeros con un peso molecular de 150 kDa aproximadamente. Es el anticuerpo más abundante en la sangre y en el fluido extracelular. Existen varios tipos de IgG: IgG1, IgG2, IgG3 e IgG4, siendo el más común el IgG1. Estos anticuerpos protegen a casi todos los órganos y tejidos de los agentes patógenos.
IgM: cadenas pesadas tipo mu (μ). En el cuerpo humano, es el anticuerpo más grande, pues su forma libre mayor es un pentámero que puede superar los 900 kDa de peso molecular.
El IgM es el tipo de anticuerpo que produce una respuesta más rápida ante un agente patógeno, por ello es considerado el anticuerpo primordial en la respuesta primaria humoral. Según el tipo de estímulo del que se trate, los linfocitos B que se encuentran activos cambiarán hacia los isotipos IgG, IgE o IgA en la respuesta secundaria humoral.
El 40% de positivos sin síntomas no tiene anticuerpos, pero sí células T específicas
La inmunidad frente al coronavirus de la Covid-19 es un importante galimatías que se intenta desenredar a toda velocidad en cientos de lugares del mundo simultáneamente, para saber por dónde ponerle coto. Y uno de los hallazgos recientes es que, aunque el 20% de los hospitalizados por Covid-19, con su PCR positivo, no tiene anticuerpos que neutralicen el virus, sí han generado inmunidad. Pero de otro tipo, a través de los linfocitos.
Es lo que están investigando en uno de los proyectos que lleva a cabo el consorcio de IrsiCaixa (Can Ruti), el CReSA, Grifols y el supercomputador MareNostrum (BSC). El Instituto Karolinska ya ha dado a conocer un avance de sus resultados provisionales en esta misma línea de investigación y ven que la respuesta inmunitaria a través de células T es el doble que la que dan los test de anticuerpos entre las personas positivas asintomáticas o con pocos síntomas. Así que la protección de la población, a pesar de que los test de serológicos hayan dado unos resultados muy bajos, podría ser muy superior. Quizás el doble de lo que se pensaba.
“En los pacientes, hospitalizados por Covid-19 han desarrollado anticuerpos eficaces, Sólo el 20% y el 40% tiene muy poco
Los anticuerpos pertenecen a una faceta de la inmunidad, la llamada inmunidad humoral. Es la que fabrica inmunoglobulinas (como las IgG y las IgM). De estas inmunoglobulinas, no todas son capaces de neutralizar al virus y su aparición varía mucho según lo expuesto que hayan estado los infectados. “Por ejemplo, en el 40% de nuestros asintomáticos, o con síntomas muy leves, no hay anticuerpos neutralizantes. Ni siquiera inmunoglobulinas que sean detectables en los test rápidos”, explica Clotet. “Pero eso no quiere decir que no haya respuesta inmune: sí pueden tener inmunidad celular, de la que se ocupan los linfocitos, sobre todo los CD4 y CD8. El trabajo que desarrollan aquí Christian Brander y Julia García pretende identificar dianas de esa inmunidad celular para conseguir una vacuna potente y duradera”. En esa investigación participan los fondos recogidos en la iniciativa YoMeCorono.
Y aún hay más. Muchos ciudadanos del planeta, sin haber estado nunca en contacto con este coronavirus nuevo, se cree que han de¬sarrollado una sensibilización previa eficaz contra el coronavirus, gracias a antígenos comunes de este SARS-CoV-2 con otros virus del resfriado común. Así que puede haber inmunes, capaces de una reacción baja “pero que, de forma rápida incrementan su respuesta al virus y es suficiente para protegerles. Y sin desarrollar inmunoglobulinas”, indica Clotet.
Los test serológicos por lo tanto resultan insuficientes para medir la inmunidad de la población. “Estamos trabajando en una cohorte muy amplia de población para conocer personas expuestas que no tienen anticuerpos neutralizantes. Unos con PCR positiva, otros con PCR negativa pero que son contactos estrechos de positivos y que tienen muchas posibilidades de haber hecho una inmunidad celular, la de los linfocitos”, explica Clotet.
Se puede Complicar un poco más. “Hay personas con inmunidad innata que la desarrollan inmediatamente, a base de interferón. Sin CD4, ni anticuerpos”.
Clotet insiste que nunca se había sabido y estudiado tanto y tan rápidamente un virus, lo que no quita que haya mucho que no se sabe. “Casi todo lo que tenemos es a partir de los pacientes hospitalizados, con cargas virales muy altas. Tenemos que mirar qué pasa en el positivo que no fabrica anticuerpos, en el negativo en contacto estrecho con el virus, en los que no enferman”.
La posibilidad que en la pandemia que estamos sufriendo intervenga más de un germen podría aclarar el problema en cuanto a la producción de inmunidad

EVALUAR LA RESPUESTA EMOCIONAL

EVALUAR LA RESPUESTA EMOCIONAL EVALUAR LA RESPUESTA EMOCIONAL
La evaluación de la conducta ante la pena o si quieren ante circunstancias adversas, es tan variable, que pierde absolutamente toda veracidad. La interpretación del dolor moral, es tan subjetivo y tan difícil de definir, que se llega a la conclusión que toda puede ser absolutamente mentira. Y esto referente a una sola entrevista, porque si se repiten, seguro que serán mas diferentes aun.
Y por supuesto la respuesta, va a ser diferente, de la hora del día, de como viste tu entrevistador, de cómo te gusta o no la persona que te entrevista.
Cuando rememoro un acontecimiento físico, por ejemplo como me impresiona un musico en un momento de su actuación , no tiene nada que ver, cuando lo hago en un día que estoy malhumorado y especialmente si lo estoy francamente , o si lo hago en un momento placido. Las respuestas ni tienen que ver entre si, ni siquiera tienen algo de verdad.
Rememorar un acontecimiento mecánico, tiene ya un grado de mentira, pero si lo vuelvo a contar unos días mas tarde, ya tienen algo mas de mentira. Lo he rememorado, lo he guardado otra vez y de nuevo una rememoración, hace que se vaya desvirtuando la idea fundamental. Pero si rememora circunstancias, psíquicas impregnadas de emoción, seguro que el valor obtenido es muy dudoso
Esto podría a conducirnos al axioma, de que vivimos en un estado de mentira, y sobre todo si se aplica al dolor o daño moral.
Pondré un ejemplo a nivel personal.
Cuando recuerdo a algún familiar o amigo, fallecido. Mi pesar oscila,dependiiiendo de múltiples valores. Yo diría de las ganas o no que tengo de ponerme triste. Pero no influye en ello mi voluntad, y me pregunto, si es así como hay que sentir, o no lo se hacer bien, o no se hacer bien en aquel momento
Si pidiéramos esto a un poeta a mi amigo Angel, que todo su decir lo convierte en bello, seguramente me gustaría su respuesta. Pero si se lo digo a otro amigo encantador, magnifico y buen Neurocirujano, pero mas bruto que una mula y sobre todo con ganas de ser toxico. Seguro como pasa siempre su respuesta me enfadaría y parecería disonante
Les pongo como ejemplo la acertada descripción, que hace JUAN MANUEL GARCÍA en la reacción que han tenido niños de un margen de edad estrecho ante la confinación durante la epidemia de Corona Virus
Una investigación presentada la semana pasada por dos psicólogas especializadas en desarrollo infantil revela que el estrés disminuyó durante el confinamiento en niños de 8 a 10 años.
“El objetivo inicial de nuestra investigación era la prevención del ‘bullying’”, explica Giménez-Dasí, una de las autoras. “Durante el mes de febrero hicimos una evaluación muy completa de los alumnos de 3, 6, 8 y 10 años, además de a sus padres y profesores. Respondieron muchas cuestiones que nos tenían que servir para evaluar su bienestar psicológico”, añade. En pleno desarrollo del trabajo, llegó la pandemia del coronavirus, los colegios cerraron sus puertas abruptamente el 11 de marzo y el proyecto se paralizó. Pero lo que parecía un contratiempo se convirtió en una oportunidad para analizar la respuesta emocional de los niños al confinamiento.
Los investigadores percibieron que, al contrario de lo esperado, los niños se mostraban felices y relajados en casa, así que repitieron las preguntas en plena cuarentena. Los resultados fueron reveladores. En lo que respecta a los niveles de ansiedad, los niños y niñas de 6 años no mostraron cambios significativos, pero en el tramo de edad entre los 8 y 10 años se aprecia una disminución “significativa” de los niveles de estrés.
Curiosamente, las respuestas de los padres y sus hijos a esta segunda ola fueron muy distintas. Por un lado, el 38% de los padres observaban en sus hijos dificultades relacionadas con la regulación emocional (cambios de estados de ánimo, apatía, más quejas) y el 20% apreciaban modificaciones en las pautas de sueño o de alimentación; por el contrario, la respuesta más frecuente de los niños fue que “estaban genial en casa” (31%) o que “estaban genial en casa, pero a veces se aburrían” (25%). Las emociones negativas fueron mencionadas con menos frecuencia: solo el 14% decía echar de menos a sus amigos, el 9% echaba de menos ir al colegio y el 5% admitía “estar nervioso”.
En el resto de medidas evaluadas en el estudio no se aprecian diferencias significativas entre los resultados del pre test y el realizado durante las seis semanas de confinamiento –que incluye el mes de abril, que en Madrid resultó particularmente duro–. Ni las conductas desafiantes ni la depresión experimentaron cambios relevantes. Con una sola excepción: la disposición al estudio en los niños de primaria es el índice que más disminuye de todos los evaluados (de 3,02 antes de la pandemia a 2,38 durante la cuarentena).
Esto es una muestra de laboratorio casi virtual, y seguro que si se repite la encuesta nos pueden dar resultados absolutamente distintos .

Es decir las circunstancias emocionales cambian la respuesta sentimental y cada vez que cambia el tipo de emoción, también lo hace el sentimiento y cuando rememoro sentimentalmente los hechos adultero la emoción causal.
De forma que el cambio no solo altera al sentimiento , sino producen errores de la rememoración incompatibles con la verdad.
El ambiente, sobre todo si se cambia a un ambiente emocional, los resultados son impredecibles, sobre todo si se rememoran.
Y para complicar mas la cosa, hablar de los neurotransmisores que se liberan en la emoción, los que se producen en el sentimiento de la emoción y los que se producen al rememorar los hechos, complican hasta el infinito los resultados.
La evalucion comunitaria de la conducta, tiene grandes dificultades, sobre todo si estas condiciones son estresantes

Cómo funciona un virus?

¿Cómo funciona un virus?
Esquema del coronavirus SARS-CoV-2.
Un virus es un agente infeccioso 100 veces más pequeño que una célula, por eso solo solo visible a través del microscopio electrónico. La palabra procede del latín virus, que significa “toxina” o “veneno”.
Los virus están al límite de lo que podría considerarse un ser vivo, porque necesitan la célula de otro ser vivo para vivir: puede ser la célula de un animal, una planta o una bacteria (las bacterias son organismos unicelulares).
Una vez dentro del organismo que sirve de “huésped”, el virus infecta sus células y se multiplica para sobrevivir.
Existen millones de tipos de virus, que tienen distintas formas y afectan diferentes tipos de células, por lo que pueden producir diferentes enfermedades. Por ejemplo, el virus de la polio afecta el sistema nervioso y la movilidad, mientras que el coronavirus afecta a los pulmones y el sistema respiratorio.
La estructura de un virus es bastante sencilla: tiene un núcleo de genoma, que define las características del virus y la forma como se multiplica, y un envoltorio de proteínas llamado “cápside”.
Los virus no tienen citoplasma ni ribosomas (elementos necesarios para formar una célula), por eso no pueden multiplicarse por sí solos y necesitan infectar la célula de otro organismo para hacerlo.
Cuando el virus infecta una célula, se multiplica y libera más agentes virales para que infecten otras células y así extenderse por el cuerpo del organismo huésped.
Los virus se contagian por contacto directo, a través de fluidos corporales (sangre, saliva, semen) o secreciones (orina, heces). También pueden infectarse las personas que toquen objetos o animales infectados. Por eso, en caso de epidemia, es importante mantener un alto grado de higiene. El coronavirus es un ser vivo?
La discusión sobre si un virus es un ser vivo o no persiste. Como si eso fuera importante
Preguntarse si está vivo un virus que ha infectado a más de un millón de personas en todo el mundo y matado a decenas de miles parece un poco absurdo, pero los científicos no se ponen de acuerdo.
Parece acertado considerara al virus “un robot” de ARN y proteínas no es un ser vivo, porque solo puede prosperar gracias a células como las nuestras, pero otros piensan que sí. Y aunque el debate sigue abierto. Esta bichejo hace un daño terrible. Puede terminar con lo humano por lo menos

Enrique Sacristán

Partículas del virus SARS-COV-2 (en amarillo) infectando células (azuladas) aisladas de un paciente y vistas a través del microscopio electrónico de barrido con corrección de color. / NIAID
Los coronavirus SARS-CoV-2 son diminutos, solo tienen entre 60 y 140 nanómetros de diámetro. Están formados de una cadena de ARN donde van sus genes y una cubierta lipídica con las proteínas que les permiten adherirse y entrar en las células del cuerpo que invaden. Sin ellas, no podrían sobrevivir ni reproducirse.

Margarita del Val, investigadora del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (CBMSO, centro mixto CSIC-UAM), “ cuenta que los virus son parásitos obligados y de estos , hay muchos más ejemplos en el árbol de la vida. Nosotros mismos somos organismos simbiontes obligados (aunque no parásitos), ya que sin la que tenemos en nuestros órganos probablemente no seríamos viables como especie”.
Del Val también explica que estos ‘bichos’ se multiplican haciendo copias de sí mismos, mutan moderadamente sin comprometer su viabilidad, y como consecuencia de ello responden a las fuertes condiciones selectivas de su entorno, donde sobreviven los más aptos.
«Los virus no envejecen ni mueren como individuos: si se inactivan es lo que llamaríamos un accidente, pero eso no es una característica inherente a la vida –aclara–. Otros seres unicelulares que se dividen por gemación tampoco mueren, e incluso algunas especies marinas (como ciertas medusas) son inmortales y solo se les acorta la vida por sus predadores».

Esquema del coronavirus SARS-CoV-2. / Scientific Animations
Muchos virus se adaptan a su hospedador a lo largo de millones de años, encontrando un punto de equilibrio. “Este privilegio lo tienen de preferencia los virus del herpes y no ocurre lo mismo con virus que surgen de repente como SARS-CoV-2.
Sobre el origen de este nuevo coronavirus, los estudios indican que lo más probable es que se transmitiera a las personas desde los murciélagos, quizá pasando por especies intermedias como el pangolín. No se sabe si se convirtió en patógeno cuando llegó hasta nosotros, donde tiene la capacidad de esconderse en individuos asintomáticos, o si ya lo era antes; pero el caso es que en pocos meses ya ha infectado a más de un millón de personas en todo el mundo y ha acabado con la vida de cerca de 70.000, casi un 20 % en España .
Actua como algo vivo, aunque también podría actuar como un robot replicante: llega a una célula humana a través de las mucosas, se adhiere a un componente específico de su membrana, abre un hueco y entra dentro, introduce su cadena de genes en el mecanismo celular y lo ‘engaña’ para que produzca los componentes de nuevos virus, que acaban saliendo a buscar más víctimas.
“Los virus no son metabólicamente activos, evolucionan y se reproducen ”.
. Siempre necesitan una célula para mantenerse y prosperar, así que quedan fuera de los grandes reinos de la biología.
«Los virus carecen de metabolismo, nunca han podido obtener energía del medio externo, lo cual los excluye definitivamente de la definición de vida», subraya la bióloga Ester Lázaro

“A fin de cuentas están hechos de las mismas moléculas que la vida, incluyendo un genoma en el que se almacena la información sobre sus propiedades y funcionamiento. Con esas instrucciones, se pueden multiplicar de forma muy rápida y adaptarse en tiempos récord a los cambios del ambiente”.
Que todo eso no lo pudiera hacer el patógeno de forma independiente, a Lázaro no solo le parecía un detalle menor, sino que le reafirmaba en su idea de que eran organismos vivos muy simples que se aprovechaban de otras formas más complejas: “Las bacterias parásitas también han reducido sus genomas y ahora no pueden vivir de forma independiente, así que pensaba que a los virus les pasaba lo mismo”.
Una receta con los ingredientes de la vida
Sin embargo, su trabajo en el CAB le hizo cambiar de idea según fue reflexionando sobre qué es realmente la vida y sus propiedades esenciales. Según la viróloga, el consenso científico actual más extendido es que la materia viva debe cumplir estos requisitos: poseer información genética, tener la capacidad para transformar la materia y la energía procedentes del exterior en materia y energía aprovechables para su mantenimiento, incluir un compartimento que defina sus límites respecto al entorno y ser capaz de evolución darwiniana.
“De todas esas funciones, hay una que los virus no poseen ni han poseído nunca en toda su historia, que es la de poder obtener energía del medio externo”, subraya Lázaro, “es decir, los virus carecen de metabolismo, lo cual los excluye definitivamente de la definición de vida. Se multiplican y evolucionan, pero son las células las que hacen posible que esa multiplicación y esa evolución viral tengan lugar, aunque en ese proceso acaben destruidas”.
Carlos Briones, también investigador en el CAB y coautor del libro Orígenes, coincide con ese punto de vista en su obra: “Nuestro conocimiento actual apoya la idea de que los virus y viroides (agentes infecciosos todavía más sencillos) no deberían ser considerados como seres vivos, aunque resulten fundamentales en la evolución de la vida y en la configuración de nuestra biosfera. En el fondo, la cuestión biológicamente relevante no es lo que son, sino lo que hacen”.
«En realidad no importa si el coronavirus está vivo o no, lo relevante es conocer su biología, cómo interactúa con nosotros y como lo podemos vencer”, concluye el astrobiólogo Charles Cockell
De hecho, los virus (palabra que en latín significaba veneno, ponzoña) en realidad llevan toda la vida con nosotros, coevolucionado con las primeras células desde sus comienzos en la Tierra y dejando su huella genética en ellas.
“Para bien o para mal, somos lo que somos gracias a nuestros parásitos, especialmente gracias a aquellos que nos manipulan de una forma más íntima”, dice Lázaro.
Quizás deberíamos renunciar a categorizar y poner límites, aceptando que entre la vida y la no vida hay entidades que no sabemos muy bien cómo clasificar pero que cumplen su función en la historia de la vida”.
Como dice el astrobiólogo Charles S. Cockell de la Universidad de Edimburgo, encerrado en su casa como tanta gente durante esta pandemia, quizá el concepto de vida solo es una palabra. Según la definición que entienda cada uno, los virus entran o no a formar parte de ella, pero puede que estemos perdiendo el tiempo: “No importa si el coronavirus está vivo o no y que no nos pongamos de acuerdo. Lo relevante es conocer su biología, cómo interactúa con nosotros y cómo lo podemos vencer”.

Así como los antibióticos atacan la membrana celular de las bacterias, este tipo de fármacos no sirve para tratar los virus (porque no tienen la misma estructura que una bacteria).
Para combatir los virus necesitamos vacunas, que permiten que el sistema inmunitario reconozca el virus como un intruso y lo destruya.
Las vacunas crean una especie de memoria contra el virus. Así, cada vez que entra en nuestro cuerpo, las células inmunitarias reconocen las proteínas que recubren el virus y actúan contra él.
El problema es que los virus tienen una gran capacidad de mutación: el envoltorio de proteínas puede cambiar y ‘engañar’ al sistema inmunitario, que deja de reconocerlo como un elemento nocivo y no reacciona. Por eso los virus tienen tanta resistencia.
Desde que se creó la primera vacuna a finales del siglo XVIII, se han desarrollado vacunas para enfermedades como la rabia, la poliomielitis, la fiebre amarilla, la tuberculosis o el sarampión.
Existen virus que no producen ninguna enfermedad, mientras que otros pueden resultar mortales.
Uno de los virus más extendidos es la influenza, responsable de la gripe. Existen diferentes tipos de influenza, que va mutando de año en año: por eso, aunque se encuentre una vacuna, siempre hay gripe porque aparecen nuevas formas del virus.
La fiebre amarilla está provocada por un virus que se transmite por la picada de un mosquito. Si no se tiene el tratamiento adecuado, puede resultar mortal. Se trata de una enfermedad endémica en África y América Latina, donde cuesta mucho erradicarla por la falta de recursos económicos, de saneamiento y de campañas que fomenten los hábitos higiénicos y sanitarios.
El virus VIH es otro de los más conocidos porque causa la síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida). Desde que se detectó por primera vez en 1980, se calcula que más de 35 millones de personas han muerto de sida. Todavía no se ha encontrado una vacuna para prevenir el contagio, pero sí existen tratamientos para evitar que el virus evolucione hasta la fase más avanzada.
ALBA FERNÁNDEZ
11/02/2020 10:30 | Actualizado a 16/03/2020 13:57

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