El hipocampo y la amígdala están implicados en los procesos de memoria, lo que hace que los olores puedan asociarse más rápida e intensamente con los recuerdos y las emociones. Además, son recuerdos que se mantienen por mucho tiempo, tienen un enorme poder evocador y ese olor a lavanda o a jabón Lagarto nos devuelve de nuevo a la casa de la abuela y los montones de ropa limpia.
La información de la memoria sensorial se fija como recuerdo a través de un proceso de atención y selección; es decir, cuando nos concentramos de manera específica en un aspecto del entorno mientras ignoramos otras cosas, este proceso filtra los estímulos para retener sólo los que nos parecen interesantes.
Human perception infographic scheme. Five senses (sight, smell, hearing, touch, taste) as represented by organs, surrounding brain. Line icon set, vector illustration.

Con todo, ¿podemos usar estos cinco sentidos para hacer más efectivo el estudio? Si sacamos partido a las percepciones sensoriales en la tarea de estudiar, si utilizamos estímulos adecuados que nos ayuden a aprender, contaremos con una herramienta más para mejorar el proceso. No nos referimos a comer dulces durante el estudio, ni a poner música o no ponerla, ni a iluminar la habitación con luz artificial o natural, ni a leer en pantalla o en papel. Tampoco queremos animar a mantener el cuarto con un olor permanente a canela o a pachuli según la asignatura. Simplemente, los sentidos están ahí y la neurociencia tiene algo que decir sobre ellos y su incidencia en el proceso cognitivo.
Ya hemos visto que el sentido del olfato está estrechamente relacionado con la memoria. De hecho, este sentido puede ser el más potente de todos para recuperar información. Ciertos aromas tienen una capacidad excepcional para desencadenar recuerdos vívidos. Esto se conoce como «efecto Proust» y hace alusión al pasaje inicial del libro Por el camino de Swann en el que el protagonista rememora su pasado tras oler una magdalena sumergida en la taza de té.
Al estudiar podemos utilizar la memoria olfativa en nuestro beneficio. Por ejemplo, si usamos un perfume original, nuevo para nosotros, mientras estudiamos y lo volvemos a utilizar justo antes del examen, se activará la memoria que evoca el contenido de lo estudiado. Por esto el olor debe ser diferente a cualquier otro y recordarnos sólo el contenido del examen.
De la misma manera que el olfato, el gusto también activa recuerdos. Está demostrado que los recuerdos gustativos tienden a ser los recuerdos asociativos más fuertes que podemos hacer. ¿Por qué es así? Un estudio realizado entre la Universidad de Haifa y el Instituto Riken de Japón (Chinnakkaruppan et al., 2014) descubrió que existe un vínculo funcional entre la región del cerebro responsable de la memoria del gusto, nuestra corteza insular, el área responsable de codificar el sabor y el área a la que va a parar la experiencia de este estímulo. En otras palabras, igual que el olfato, el gusto evoca recuerdos a través de nuestro hipocampo, el área del cerebro responsable de recuperar vivencias. Si aplicamos este sentido al estudio podemos saborear un caramelo con un gusto novedoso, extraño y diferente, para asociarlo sólo al contenido de los apuntes, mientras asimilamos información y después no debemos olvidar esa rareza de caramelo en el examen. Sin estudiar antes con ánimo, no hay nada que hacer, pero el sabor y la textura tienen cierto poder para desencadenar recuerdos de lo aprendido.

Vamos con la memoria ecoica; si lo que escuchamos es de nuestro interés, lo almacenado brevemente en la memoria sensorial pasa a la memoria de trabajo. Allí podemos administrar temporalmente la información requerida para llevar a cabo tareas cognitivas complejas como el aprendizaje, el razonamiento y la comprensión. Por lo tanto, si escuchamos algo que queremos utilizar en un futuro, este sentido es de gran ayuda. Entonces, podemos reproducir por audio el contenido que queremos aprender. Por otro lado, si consideramos la influencia de la música en el estudio, no encontraremos evidencias que demuestren sus beneficios o sus peligros en el proceso cognitivo. Sin embargo, lo que sí sabemos es que escuchar música cambia nuestro estado de ánimo, induce la producción de dopamina, el neurotransmisor que promueve sentimientos de felicidad, emociones positivas y bienestar. Esto nos puede hacer ver el tiempo de estudio de otra manera disminuyendo la ansiedad frente a los apuntes. Según la investigación realizada por Alice Isen, psicóloga estadounidense y profesora de psicología y marketing en la Universidad de Cornell, a medida que nuestro estado de ánimo mejora, también lo hace nuestra capacidad para resolver problemas, aprender y ser creativos.
Podría parecer que la cuestión del tacto está más alejada de las herramientas de estudio. Sin embargo, existe una fuerte correlación entre nuestro sentido del tacto y nuestra capacidad de concentración. Pequeños ejercicios físicos repetitivos pueden aumentar los niveles de neurotransmisores necesarios para la atención, por ejemplo, «estrujar» una pelota antiestrés o dar vueltas al lápiz, o incluso garabatear al margen del texto.

Estos estímulos activan la memoria háptica y nos ayudan a focalizar el interés.
Finalmente, consideremos el sentido de la vista; nuestro cerebro es en gran medida un procesador de imágenes, ya que el noventa por ciento de la información que recibimos del exterior es visual. Estos estímulos ponen en marcha esta memoria sensorial. Además, actualmente dedicamos mucho tiempo a las pantallas y estamos saturados de imágenes e incluso de texto si estudiamos en este formato. Para recuperar la frescura en el impacto visual y recoger información con este sentido es importante hacer descansos. Una buena manera es aplicar la regla 20-20-20 que supone un descanso de 20 segundos sin mirar la pantalla cada 20 minutos mirando a un punto situado a 20 metros de distancia, es decir, perder la mirada en el horizonte. Esto permite que los músculos de los ojos se relajen y que desaparezca la fatiga ocular y la sobrecarga sensorial.
Con todo esto, tenemos a los cinco sentidos implicados en los momentos de estudio y puede resultar beneficioso ser conscientes de ellos.

En esto de la conciencia entra en juego otro de los 33-34 sentidos identificados por diferentes autores: el sentido de la identidad. Éste percibe quiénes somos y como representamos el mundo que nos rodea, como procesamos los estímulos y cómo actuamos ante ellos. Desde ahí, ponemos el foco en nuestros cinco canales receptores clásicos y, como hemos indicado, los utilizamos en nuestro favor para optimizar la grata tarea de aprender.

Referencias

Chinnakkaruppan A, Wintzer ME, McHugh TJ, Rosenblum K (2014). Differential Contribution of Hippocampal Subfields to Components of Associative Taste Learning. Journal of Neuroscience 34(33): 11007-11015. DOI: 10.1523/JNEUROSCI.0956-14.2014

DeSalle R (2018) Our senses: an immersive experience, New Haven: Yale University Press.

Sperling G. (1960) The information available in brief visual presentations. Psychological Monographs: General and Applied, 74(11): 1–29. DOI: 10.1037/h00937591960, George Sperling realizó una serie de experimentos sobre la memoria sensorial (Sperling, 1960).

Marta Bueno y José R. Alonso Rela cion de la memoria con los sentidos