El lobulo limbico es una compleja arquitectura cerebral, comprometido desde los reptiles con el mundo de las emociones. Su complejidad hace que sus limutes sean imprtecisos. No obstante hoy se sabe su arquitectura bastante bien.
Comprende el tálamo, el hipotálamo y la amígdala cerebral, que regula las emociones, la memoria, el hambre y los instintos sexuales.
En 1664 con Thomas Willis, definía a un grupo de estructuras que rodeaban el tallo cerebral como “cerebro limbus” significa borde o frontera).
En 1878, Paul Pierre Broca introdujo “El gran lóbulo límbico”. Se refería a una zona del cerebro que ocupa desde el borde curvado del giro cingulado hasta el giro parahipocampal. Aunque éste lo relacionó principalmente con el olfato.
El primer autor que habló del rol que esta estructura tiene sobre el plano emocional fue James Papez. Este neurólogo fue famoso por proponer un modelo anatómico para las emociones (circuito de Papez) en 1937.
Pero el verdadero concepto de “sistema límbico”, que es el que utilizamos actualmente, se debe a Paul MacLean que en 1952 amplió las estructuras implicadas y definió el circuito de forma más compleja. Propuso además la interesante Teoría del Cerebro Triúnico, defendiendo que el cerebro humano estaba compuesto por tres cerebros, fruto de nuestra evolución como especie.
Así, el primero y más básico sería el cerebro reptil; luego el sistema límbico o cerebro intermedio, que es el viejo cerebro mamífero que origina las emociones. Por último, situado en el exterior, se encuentra el cerebro más recientemente adquirido: el neocórtex.
El sistema límbico trabaja subordinado al neocórtex que es la parte racional del cerebro con el que establece numerosas conexiones para el procesamiento emocional.
Las estructuras concretas que forman el sistema límbico no están delimitadas en la actualidad aunque las más comúnmente aceptadas son:

Funciones del sistema límbico
Sistema límbico y las emociones
Cuando hablamos de emociones, automáticamente nos recorre cierta sensación de rechazo. Se trata de una asociación que aún perdura desde los tiempos en que se veían como algo oscuro, que nublan la razón y la inteligencia. Ciertos grupos defendían que las emociones nos rebajan a la altura de los animales. Pero en realidad, esto es completamente cierto, porque como veremos, las emociones no son sino el sistema que nos hace sobrevivir.
Las emociones han sido definidas como reacciones interrelacionadas que resultan de estados de premio y castigo. Los premios, por ejemplo, favorecen reacciones (satisfacción, confort, bienestar, etc.) que atraen a los animales hacia estímulos adaptativos.
 Las respuestas autonómicas y emociones dependen del sistema límbico: La relación entre emociones y respuestas autonómicas (cambios corporales) es esencial. Las emociones son, en el fondo, un diálogo entre cerebro y cuerpo. El cerebro detecta un estímulo significativo y envía la información al cuerpo para que actuemos de forma adecuada al estímulo. El último paso es que los cambios en nuestro cuerpo son hechos conscientes, y de esta forma reconocemos nuestras propias emociones. Por ejemplo, las respuestas de miedo e ira inician en el sistema límbico, que causa un efecto difuso en el sistema nervioso simpático. La respuesta corporal masiva, conocida como la “respuesta de lucha o huída”, prepara al individuo ante situaciones amenazantes para luchar o huir, aumentando el ritmo cardíaco, la respiración y la presión sanguínea.
 El miedo depende del sistema límbico: Se pueden producir respuestas de miedo estimulando el hipotálamo y la amígdala. Asimismo, la destrucción de la amígdala abole la reacción de miedo y sus efectos corporales. La amígdala también se involucra en el aprendizaje del miedo. Igualmente, estudios de neuroimagen muestran que el miedo activa la amígdala izquierda.
 La ira y sosiego son funciones del sistema límbico: Se observan respuestas de ira a estímulos mínimos tras la extirpación del neocortex. La destrucción de varias áreas del hipotálamo, como los núcleos ventromediales y núcleos septales, también produce ira en animales. La ira también puede generarse a través de la estimulación de zonas más amplias del cerebro medio. Por el contrario, la destrucción bilateral de la amígdala produce sosiego.
 El placer y adicción se inician en el sistema límbico: El circuito del placer y la conducta adictiva incluye la amígdala, el núcleo accumbens y el hipocampo. Este circuito está involucrado en la motivación del consumo de drogas, la naturaleza compulsiva del consumo, y las recaídas.
Funciones no emocionales del sistema límbico
El sistema límbico participa en otras funciones relacionadas con la supervivencia. Se han descrito extensamente en la literatura científica circuitos especializados en funciones como el sueño, la conducta sexual, o la memoria.
Como se puede suponer, la memoria es otra función esencial para la supervivencia. Aunque existen otros tipos de memoria, la memoria emocional es la que se refiere a estímulos o situaciones que son vitales. La amígdala, la corteza prefrontal y el hipocampo intervienen en la adquisición, el mantenimiento y la extinción de memorias fóbicas, como, por ejemplo, el miedo a las arañas, que está instaurada en nuestra especie para facilitar la supervivencia.
El sistema límbico también controla las conductas del comer y el apetito, así como el sistema olfativo.

Condiciones en las que está afectado el sistema límbico
– Autismo
Parece que los circuitos límbicos implicados en la cognición social (como los que involucran a la amígdala, el giro cingulado y la corteza orbitofrontal) no funcionan adecuadamente en los individuos con trastornos del espectro autista.
– El síndrome de Kluver-Bucy
Esta afectación surge de una extracción bilateral de la amígdala y parte de la corteza temporal. Se observó que los sujetos presentaban hiperoralidad (exploraban todo con la boca), hipersexualidad, apaciguamiento, pérdida de miedo y alimentación indiscriminada.
– Encefalitis límbica
Consiste en un síndrome paraneoplásico que afecta principalmente al hipocampo, amígdala, ínsula, giro cingulado y cortex orbito-frontal. Los pacientes desarrollan pérdida de memoria, demencia y movimientos involuntarios.
– Demencia
Ciertas formas de demencia pueden afectar al sistema límbico o partes asociadas, produciendo síntomas de descontrol emocional. Por ejemplo, la demencia fronto-temporal se asocia con síntomas de desinhibición propios de lesiones en el área orbito-frontal del cerebro.
– Trastornos de ansiedad
Puede ser que en los trastornos de ansiedad exista un fallo en el control que deben ejercer las estructuras corticales y el hipocampo en la modulación de la amígdala.
– Esquizofrenia
En la esquizofrenia se da una reducción del volumen de áreas límbicas, las neuronas del hipocampo no están debidamente organizadas y es más pequeño, y en la corteza cingulada anterior y el tálamo hay menor número de células GABAérgicas (inhibidoras).
– Epilepsia límbica
También denominada Epilepsia Medial del Lóbulo Temporal (MLT). En este tipo de epilepsia, se generan lesiones en estructuras como el giro del hipocampo, la amígdala o el uncus. Esto afecta a la memoria anterógrada, es decir, el paciente tiene dificultades para aprender cosas nuevas. Además, estas personas son más propensas a sufrir ansiedad y depresión.
– TDAH
Hay autores que piensan que algún fallo en el sistema límbico puede ser la causa del Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad. Parece que el hipocampo de estos pacientes es más grande, y también que no existen conexiones efectivas entre la amígdala y la corteza orbitofrontal. Por ello, pueden participar en el comportamiento desinhibido típico de estos sujetos (Rajmohany & Mohandas, 2007).
– Trastornos afectivos (depresión)
Según ciertos estudios, existen variaciones en los volúmenes de los lóbulos frontales, ganglios basales, hipocampo y amígdala en estos trastornos. Aparentemente hay menor activación en algunas zonas del sistema límbico.
Referencias
1. Rajmohan, V., & Mohandas, E. (2007). The limbic system. Indian Journal of Psychiatry, 49(2), 132–139.
2. Swenson, R. (2006). Chapter 9 – Limbic System. Recuperado el 4 de Octubre de 2016, de REVIEW OF CLINICAL AND FUNCTIONAL NEUROSCIENCE.
3. Ramos Loyo, J. (2006) Influencia de las emociones en los procesos cognoscitivos. En E. Márquez Orta (Ed.), La atención y sus alteraciones: del cerebro a la conducta (42-47). México: Editorial Manual Moderno.
4. Hernández González, M. (2002). Capítulo 22: Neurobiología de la emoción. En M. Hernández González (Ed.), Motivación animal y humana (335-342). México: Editorial Manual Moderno.
5. Silva, J.R. (2008). Capítulo 17: Neuroanatomía funcional de las emociones. En Slachevsky, A., Manes, F., Labos, E., & Fuentes, P. Tratado de Neuropsicología y Neuropsiquiatría Clínica.
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