Los cuatro jinetes del apocalipsis han sido descabalgados. El hambre fue el peor enemigo de la humanidad durante miles de años pero hoy, pese a alguna hambruna episódica, en la mayor parte del planeta es improbable que una persona muera de hambre gracias a una red de seguridad robusta forjada en un siglo de avances tecnológicos, económicos y políticos. Las epidemias han sido acorraladas por la alianza de vacunas, antibióticos y avances médicos e higiénicos y, aunque no podemos garantizar que la peste no vaya a reaparecer en el futuro, todo indica que, en la carrera armamentística entre los médicos y los gérmenes, los médicos corren más deprisa. La ley de la selva fue impugnada en la segunda mitad del siglo XX y las guerras desaparecen del planeta: en 2012 murieron en todo el mundo 56 millones de personas, 620.000 a causa de la violencia humana (la guerra acabó con la vida de 120.000 personas, y el crimen, con la de otras 500.000). En cambio, 800.000 se suicidaron y 1,5 millones murieron de diabetes. El azúcar es ya más peligroso que la pólvora.
¿Y la muerte? ¿ En realidad la muerte sólo es un fallo técnico y para solventarlo bastaría con conocer un poco más nuestra mecánica. Los ingenieros de Google que trabajan en ello en el proyecto Cálico. La fecha prevista para controlar de alguna manera a la muerte, estaría en torno al 2050. Así pues, una vez vencidas el hambre, la guerra, la peste y la muerte, ¿qué nos queda? Yuval Noah Harari lo tiene claro: toca acabar con la especie humana.
de ‘Homo Deus’ (Debate), le toca el turno al futuro. ¿La tesis principal? Somos la última generación de nuestra especie.
El último ‘Homo Sapiens’
Antes de que el siglo XXI se esfume seremos dioses: inmortales y dichosos. ¿Buscar semejante objetivo es una ofensa, un sacrilegio, un error? Es posible pero, advierte Harari, por un lado, la Historia está salpicada de grandes equivocaciones y, por el otro, el actual ritmo del progreso es tan frenético que, si se nos ocurriera pisar el freno, la civilización se desmoronaría. Además, el autor advierte que sus predicciones no son tanto una profecía como una forma de analizar nuestras propias opciones actuales pues «a medida que acumulemos más datos y aumentemos la potencia de nuestros ordenadores, los acontecimientos se tornan más erráticos e inesperados».
¿Cómo ha llegado hasta aquí ese ser humano que, según Harari, se asoma al abismo de la extinción para convertirse en un dios? La fuerza que impulsó la odisea del Sapiens fue esa extraña religión que llamamos humanismo y su victoria será al mismo tiempo su fin.
La fuerza que impulsó la odisea del Sapiens fue esa extraña religión que llamamos humanismo y su victoria será también su fin
Tras una extensa introducción cargada de promesas, ‘Homo Deus’ ocupa durante su primera parte en redactar el obituario del último hombre. Son páginas un tanto reiterativas para los que leímos su libro anterior en las que vuelve a dar cuenta de las claves del imperio humano sobre la totalidad del mundo vivo: la revolución agrícola que redujo a la mayoría de los animales a esclavos nuestros imponiéndoles existencias miserables, la socialización religiosa que nos dio la fuerza fánatica del número, y una segunda revolución, la científica, que nos ofreció el cetro del mundo físico y propició el nacimiento de la religión definitiva: el humanismo. Hoy el Homo Sapiens es dueño del mundo y una nueva era ha comenzado: el Antropoceno.
La segunda parte profundiza en las características del humanismo, en las razones de su descomunal poder. Afirma Harari que, en realidad, fundar religiones es el resultado de una potencia previa, nuestra capacidad de inventar ficciones poderosas que nos pongan en marcha y nos eleven más allá del mundo físico. Ficciones como el cristianismo, el dinero, la democracia o Apple. Ficciones como el humanismo. Antes de la época moderna los humanos pensaban que desempeñaban un papel en el plan cósmico divino que daba sentido a su existencia. Pero una vez que el avance de la ciencia y de las ideas ilustradas socavaron la creencia en un plan dirigido, ya no hay nada que nos limite y está al alcance de nuestro esfuerzo y de nuestra inteligencia derrotar a todos los males que nos aquejan. Seremos lo que queramos ser. Después de la parte de Dios llega al fin la parte de la Humanidad.

El primer ‘Homo Deus’
La primera vez que Harari supo de Internet fue en 1993. Su amigo Ido le mostró cómo su ordenador se conectaba con el ordenador central de la Universidad con un desagradable chirrido. Le pareció tan poco prometedor aquello que estuvo burlándose de Ido y su «ridícula idea» durante varias semanas. «De esto hace menos de 25 años. ¿Quién sabe lo que ocurrirá dentro de veinticinco años?» Según Harari, Homo Sapiens perderá el control por el empuje de la biotecnología, que transformará nuestros cuerpos convirtiéndonos en superhumanos, y la inteligencia artificial, que multiplicará la potencia de nuestras mentes. Con el fin del hombre enmudecerá el humanismo, a saber, el liberalismo, la democracia, el mercado libre, los derechos humanos… ¿Qué los sustituirá?
Con el fin del hombre enmudecerá el humanismo, a saber, el liberalismo, la democracia, el mercado libre, los derechos humanos…
«El sistema seguirá encontrando valor en algunos individuos pero estos serán una nueva élite de superhumanos mejorados y no la masa de la población». Cree Harari que esta división entre la una clase dirigente de superhombres y una masa de humanos inútiles hundirá al liberalismo dejando un vacío que no llenarán las madrasas de Pakistán sino los laboratorios de investigación. Las nuevas tecnoreligiones prometerán felicidad, paz, prosperidad e incluso inmortalidad. El tecnohumanismo o el datismo cantan ya las maravillas de una existencia en la que podemos descargar nuestra conciencia en la Red y vivir para siempre en el vacío etéreo de los datos. Jamás ningún vacío fue tan habitado y ruidoso.
José Ignacio Barroso, uno de nuestros genios desconocidos e intermitentes -y miembro número 1 del club de fans de Harari-,dice, uno empieza y acaba ‘Homo Deus’ hiperventilando. Son tantas las ideas, las apelaciones imaginativas, las promesas… y también las dudas, los peligros y amenazas. Harari no es un tecnoutopista de baratillo que pueda comerse de un bocado el cenizo -y brillante- filósofo John Gray. Disfruta por ejemplo dando estopa a aquellos que como Steven Pinker o Richard Dawkins defienden que el libre albedrío ha muerto para al final volvernos a colar de tapadillo el liberalismo mediante «impresionantes volteretas intelectuales que milagrosamente los hacen caer de nuevo en el siglo XVIII, como si todos los asombrosos descubrimientos de la biología evolutiva y de la neurociencia en absoluto tuvieran relación con las ideas políticas de Locke, Rousseau y Thomas Jefferson».
¿Somos, como se pregunta Harari, nada más que líneas de código en un gigantesco ordenador de procesamiento de datos, algo parecido a estados de Facebook en el muro del Universo? Que al menos alguien nos ponga un ‘like.

Admitir que uno es irrelevante es muy duro, así que buscamos alguna relevancia en nuestra existencia, aunque sea temporal, ¬pero la pregunta interesante es si el universo tiene sentido. La respuesta es: no lo sé, pero quizá sí.
Que el universo tenga o no sentido, más que de él, depende de la aparición y la evolución de nuestra conciencia.
Las grandes teorías y ecuaciones cosmológicas son muy superiores a nosotros y a sus autores. Einstein escribió ¬algunas que contenían predicciones que ni él sospechaba y otras que no quiso aceptar, pese a que eran consecuencia de lo que él mismo ¬había descubierto. Porque cada momento de la historia humana tiene sus límites, y cada individuo los suyos, y la imaginación de Einstein llegó muy lejos, pero no pudo ir más allá.
Lo más importante es que el universo es increíblemente grande e increíblemente extraño. Es la impresión que tiene cualquiera cuando sigue las consecuencias de las grandes ecuaciones.
Vilenkin dijo que hay universos paralelos. Lo que compone una teoría que hay que tomarse en serio.
Si hay universos paralelos o no, no es demostrable, y eso haría que no fuera una teoría científica, pero esas ideas, que son más grandes que nosotros, apuntan que ese multiverso podría existir, aunque sólo sería demostrable de forma indirecta: en sus efectos, como lo eran los átomos antes de que pudieran ser observados con un microscopio.
¿El universo sólo se hace consciente de sí mismo en el ser humano? Si la conciencia ha surgido aquí, en nuestro planeta, también puede haber aparecido en otros rincones del universo. Quizá lleguemos a evolucionar hasta con¬vertirnos en algo que hoy no somos capaces ni siquiera de imaginar y ahora los seres humanos sólo seamos un estadio en esa evolución.
La aparición de la vida es la primera forma de complejidad en el universo y ha evolucionado hasta la conciencia humana que le permite empezar a entenderse a sí misma. Quizás el siguiente estadio ya no sea humano.
El universo es más atrevido que cualquier novelista. La cosmología es mas fantástica que las novelas. La magnitud del universo es tal, que con nuestros poderes actuales, aunque haya otras conciencias en él, probablemente nunca entraremos en contacto con ellas.
Mientras los limites de velocidad sean la velocidad de la luz: 300.000 km/seg. Y, por mucho que innovemos en cohetes, no podremos superarlo. Esas otras formas de conciencia seguramente están más alejadas de la distancia que podríamos cubrir en una vida.
No sabemos si podremos aprender sin límites. el principio de indeterminación de Heisenberg. Es imposible medir simultáneamente y con precisión absoluta el valor de la posición y la cantidad de movimiento de una partícula.
Uno de los dos grandes misterios del universo, que son los agujeros negros y el entrelazamiento cuántico (las propiedades de una partícula que está aquí pueden tener que ver con las propiedades de otra partícula que está muy lejos). Los agujeros negros son sitios donde puedes entrar, pero no salir. Ni tú ni ¬nadie ni nada. Ni la luz. Son sitios donde el universo acaba y, por eso, demuestran que tiene ¬límites.
¿Podrían ser puertas a otros universos? Probablemente, no.
¿Y si te caes en un agujero negro? Te desintegras. El espacio te estira en varias direcciones a la vez hasta romperte y romperse el espacio mismo, y eso dura unos milisegundos, minutos a lo sumo. El tiempo es relativo. Un milisegundo en un agujero negro puede ser una eternidad en otro universo. Digamos que sería como el big bang marcha atrás.
Lo teorizó Einstein y se puede expresar con ecuaciones, pero es que además este agosto pudimos detectar ondas gravitacionales de dos agujeros negros colisionando.
El universo empezó hace 13.000 millones de años. Sólo somos un estadio de la conciencia del universo”.
¿Podríamos calcular algún día su final?
Sabemos que tiene mucha vida por delante, ¬pero no sabemos si tendrá final.
Sabemos que tiene mucha vida por delante, ¬pero no sabemos si tendrá final.

Bibliografia
LLUÍS AMIGUET
22/02/2018 01:07 | Actualizado a 22/02/2018 03:54

Homo Deus Harari DEBATE