La efectividad del tratamiento del párkinson, una enfermedad neurodegenerativa, podría verse disminuido por la flora bacteriana, que tiene muchísimas cosas buenas, pero resulta que también peligrosas
Este conjunto de bacterias, según Javier Cuervo, director general del Instituto Español de Nutrición Especializada, «representa nada más y nada menos que dos kilos de nuestro peso total». Aproximadamente 39 billones de bacterias habitan en nuestros intestinos según un estudio del Wizmann Institute en Israel. Estos microorganismos se encargan de hacer lo que ningún ser humano puede lograr por sí mismo: romper las moléculas que nosotros no somos capaces de partir. Es una simbiosis en toda regla: nosotros las alimentamos y ellas nos proporcionan los nutrientes listos para consumir que necesitamos. Todo el mundo gana. Pero, como suele ocurrir, hay un lado malo, muy malo, en esta relación. También pueden hacer inefectivos o incluso venenosos algunos medicamentos.
Los investigadores Emily P. Balksus, Vayu Maini Rekdal, Elizabeth N. Bess, Jordan E. Bisanz y Peter J. Turnbaugh, de la Universidad de Harvard y de la Universidad de California, han descubierto que determinadas bacterias naturalmente presentes en nuestro tracto digestivo son capaces de alterar y destruir determinados medicamentos absolutamente necesarios para nuestra supervivencia.
«Hay muchos mecanismos metabólicos que todavía no tienen explicación, son desconocidos para nosotros»
El autor Maini Rekdal lo explica: «Tal vez, el medicamento que necesitamos no va a alcanzar su objetivo en el cuerpo. Es probable que se pueda convertir en un tóxico de repente. Sobre todo, es posible que deje de ser positivo para nosotros». Para lograr la evidencia científica suficiente como para poder realizar estas declaraciones, los investigadores se centraron en un ejemplo concreto de este proceso: la interacción de la microbiota con la levodopa (L-dopa), una molécula similar a la dopamina que se utiliza para tratar la enfermedad de Párkinson. Identificaron varias bacterias de nuestro tracto digestivo (entre los millones de variedades presentes) responsables de este efecto. Eran el Enterococcus faecalis y la Eggerthella lenta.
Esto es de especial importancia, dado que la enfermedad de Párkinson es una afección neurodegenerativa que complica la vida sobremanera a aquellos que tienen la increíble desgracia de padecerla. Su mecanismo de acción se basa en atacar las celulas nerviosas del cerebro encargadas de fabricar dopamina. La ausencia de esta molécula provoca temblores, rigidez y problemas en el equilibrio y la coordinación. La levodopa trata de suplir esta carencia de dopamina, pero tan solo un 5% (como máximo) logra alcanzar el cerebro.
El problema principal radica en que el metabolismo bacteriano de cada persona varía tremendamente. La cantidad de levodopa que alcanza el cerebro en los pacientes de párkinson depende de unas variables tan amplias que provocan que sea tremendamente complicado tener los datos exactos de cómo de efectivo va a ser. «Hay muchos mecanismos metabólicos que todavía no tienen explicación, son desconocidos. Maini Rekdal.
.
Y ese no es el fin de los problemas. La levodopa fue diseñada para descomponerse (y generar dopamina) una vez alcanzase el cerebro. Que la molécula se ‘rompa’ mucho antes de llegar a su objetivo hace que la dopamina actúe donde no debe, lo que no solo no tiene ningún tipo de beneficio, sino todo lo contrario: puede provocar estrés digestivo severo y arritmias cardiacas. Es una molécula peligrosa.
Estos efectos solo promueven un círculo vicioso. Como llega al cerebro menos levodopa a causa de nuestra microbiota, los médicos recetan mayores cantidades, lo que provoca que más dopamina se libere donde no debería. Esto conlleva problemas de salud sin relación directa con el párkinson. Estos, a su vez, generan un esfuerzo físico y un estrés en los pacientes, lo que es negativo para su condición principal, algo que solo promueve que se les recete más levodopa.
Pero hay una noticia peor, incluso. Los investigadores han conseguido probar la teoría de que la microbiota interfiere en los medicamentos ingeridos por vía oral. La levodopa es un afectado, pero la pregunta principal todavía está sobre la mesa: ¿cuántas más medicinas no funcionan por culpa de nuestras bacterias intestinales simbióticas? Por primera vez en la historia podemos decir: ‘maldita microbiota’.

La microbiota puede hacer que las medicinas no funcionen
La efectividad del tratamiento del párkinson, una enfermedad neurodegenerativa, podría verse disminuido por la flora bacteriana, que tiene muchísimas cosas buenas, pero resulta que también peligrosas
Hasta este momento, todas y cada una de las veces que nos hemos referido a la microbiota lo hemos hecho desde un punto de vista positivo. Este conjunto de bacterias, según Javier Cuervo, director general del Instituto Español de Nutrición Especializada, «representa nada más y nada menos que dos kilos de nuestro peso total». Aproximadamente 39 billones de bacterias habitan en nuestros intestinos según un estudio del Wizmann Institute en Israel. Estos microorganismos se encargan de hacer lo que ningún ser humano puede lograr por sí mismo: romper las moléculas que nosotros no somos capaces de partir. Es una simbiosis en toda regla: nosotros las alimentamos y ellas nos proporcionan los nutrientes listos para consumir que necesitamos. Todo el mundo gana. Pero, como suele ocurrir, hay un lado malo, muy malo, en esta relación. También pueden hacer inefectivos o incluso venenosos algunos medicamentos.
Los investigadores Emily P. Balksus, Vayu Maini Rekdal, Elizabeth N. Bess, Jordan E. Bisanz y Peter J. Turnbaugh, de la Universidad de Harvard y de la Universidad de California, han descubierto que determinadas bacterias naturalmente presentes en nuestro tracto digestivo son capaces de alterar y destruir determinados medicamentos absolutamente necesarios para nuestra supervivencia.
«Hay muchos mecanismos metabólicos que todavía no tienen explicación, son desconocidos para nosotros»
El autor Maini Rekdal lo explica: «Tal vez, el medicamento que necesitamos no va a alcanzar su objetivo en el cuerpo. Es probable que se pueda convertir en un tóxico de repente. Sobre todo, es posible que deje de ser positivo para nosotros». Para lograr la evidencia científica suficiente como para poder realizar estas declaraciones, los investigadores se centraron en un ejemplo concreto de este proceso: la interacción de la microbiota con la levodopa (L-dopa), una molécula similar a la dopamina que se utiliza para tratar la enfermedad de Párkinson. Identificaron varias bacterias de nuestro tracto digestivo (entre los millones de variedades presentes) responsables de este efecto. Eran el Enterococcus faecalis y la Eggerthella lenta.
Esto es de especial importancia, dado que la enfermedad de Párkinson es una afección neurodegenerativa que complica la vida sobremanera a aquellos que tienen la increíble desgracia de padecerla. Su mecanismo de acción se basa en atacar las celulas nerviosas del cerebro encargadas de fabricar dopamina. La ausencia de esta molécula provoca temblores, rigidez y problemas en el equilibrio y la coordinación. La levodopa trata de suplir esta carencia de dopamina, pero tan solo un 5% (como máximo) logra alcanzar el cerebro.
El problema principal radica en que el metabolismo bacteriano de cada persona varía tremendamente. La cantidad de levodopa que alcanza el cerebro en los pacientes de párkinson depende de unas variables tan amplias que provocan que sea tremendamente complicado tener los datos exactos de cómo de efectivo va a ser. «Hay muchos mecanismos metabólicos que todavía no tienen explicación, son desconocidos. Maini Rekdal.
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Y ese no es el fin de los problemas. La levodopa fue diseñada para descomponerse (y generar dopamina) una vez alcanzase el cerebro. Que la molécula se ‘rompa’ mucho antes de llegar a su objetivo hace que la dopamina actúe donde no debe, lo que no solo no tiene ningún tipo de beneficio, sino todo lo contrario: puede provocar estrés digestivo severo y arritmias cardiacas. Es una molécula peligrosa.
Estos efectos solo promueven un círculo vicioso. Como llega al cerebro menos levodopa a causa de nuestra microbiota, los médicos recetan mayores cantidades, lo que provoca que más dopamina se libere donde no debería. Esto conlleva problemas de salud sin relación directa con el párkinson. Estos, a su vez, generan un esfuerzo físico y un estrés en los pacientes, lo que es negativo para su condición principal, algo que solo promueve que se les recete más levodopa.
Pero hay una noticia peor, incluso. Los investigadores han conseguido probar la teoría de que la microbiota interfiere en los medicamentos ingeridos por vía oral. La levodopa es un afectado, pero la pregunta principal todavía está sobre la mesa: ¿cuántas más medicinas no funcionan por culpa de nuestras bacterias intestinales simbióticas? Por primera vez en la historia podemos decir: ‘maldita microbiota’.

Álvaro Hermida
Mar, 18 Jun 2019 – 05:00 H.
Actualizado: 18.06.2019 – 13:00H.
Tiempo de lectura: 4 min