El testamento de Amelia”, anónimo medieval del siglo XIV,

Soy medico, neurocirujano, en condición de jubilado, pero no apartado de la medicina. Lo mas embriagador que nunca encontré. Las ciencias te emborrachan, tanto como pensar y ver si aciertas.
Sobre todo porque si piensas en algo, si de verdad lo crees, se puede convertir en verdad.
Si crees en Dios, lo puedes crear.
Asi de fuerte estamos hechos.

Cuento algo personal.
Hace como 30 años que toco la guitarrra, con poca atención y en consecuencia los resultados no
son muy brillantes, pero por ahí voy. La profesora de guitarra, me trae una partitura, que no me cuesta pese a mi torpeza en tocar, y cuando lo he hecho le digo; se trata de una princesa que esta siendo traicionada por su madre con su marido.
Mi profe, cree que ya sabia de antes el tema.
Y de verdad que no.
Me lo imaginé, asi de claro
Es similar a un “ya vu”.
No es la primera vez que un fenómeno de este tipo me aparece, pero sin demasiado peso, y no compromete, mi tranquilidad
Pues si la pobre Amelia tiene una Madre un poco salida, y adelantada y ella además, opta por morirse en vez de aclarar el tema.
Este es el tema de esta canción Catalana, tan bonita que es de las pocas cosas que me sale medio bien cuando guitarreo.
¿Cómo mi cerebro reconocia en ese sonido un severo problema afectivo¿. Pues si lo sabia, no me pregunten como.
Siempre hemos tenido dificultad para entender el entrelazamientoentro lo fisíquico y no creo que las cosas esten mas clara ahora

La Amelia está enferma,
la hija del buen rey.
Condes van a verla,
condes y gente noble.

Ay, que el corazón se me mustia
como un ramillete de claveles.

Hija, mi hija,
¿de qué mal os quejáis?
El mal que yo tengo, madre,
harto bien lo conocéis.

Hija, mi hija,
de eso os confesaréis.
Cuando estés confesada,
el testamento haréis.

Un castillo dejo a los pobres
para que recen a Dios.
Cuatro a mi hermano Carlos,
dos a la Madre de Dios.

Y a vos, madre mía,
os dejo a mi marido
para que lo tengáis en la alcoba
como hace tiempo que hacéis.

Ay, que el corazón se me mustia
como un ramillete de claveles.

Esta pobre princesa en nuestros tiempos se hubiera ido de botellón con un buen mozo, que la haria supirar, y le diría a su madre.
Usalo pero no me lo gastes y si quieres te lo quedas, que tengo repuestos. Pero a los castillos ni los toques.