ASESINO DE LAIA


Los científicos han tenido siempre gran preocupación , por encontrar una relación anatómica entre cerebro y conducta. Concretamente entre morfología del cerebro y criminalidad .
Estamos viviendo el primer cuarto de siglo XXI, y buscamos de manera obsesiva, la analogía entre cerebro y severos trastornos de conducta, tales, como criminalidad y morfolgia. Posiblemente estamos cerca de encontrar una clave que lo explique, pero hasta ahora, no tenemos nada claro. Lo que sí me parece claro, es que esto es una epidemia. son muy groseros y discutible.
Siempre he pensado, que el comportamiento de algunos asesinos, es mas facil, entenderlos, pensando que son demonios, que pensar que esta alterada su morfología y función. O que son las dos cosas.
Mi impresion y la de mucha gente , es que estamos ante una epidemia de malvados, que de una manera cruel e inexplicable matan, y nos aterran y por si fuera poco, también una serie de enfermedades psíquicas precedidas por la depresión, bipolaridad y trastornos de la personalidad, se han covertido en epidemias.

Hoy en concreto 6 Junio de 2018, nos invade el noticiario, sobre el crimen que en Vila Nova, un señor ha violado y después la ha matado a cuchilladas a una niña de trece años y la ha ocultado entre colchones.
Es un crimen que se cometió sin espacio ni tiempo para que ocurriera. El presunto asesino, Juan Francisco López, aprovechó el instante en que Laia, de 13 años, salía de casa de sus abuelos, para violarla y matarla. Junto al portal, en la calle, la esperaba su padre. Se trata un asesinato «azaroso», casi «espontáneo», que ha desconcertado a los propios policías,
Tras asesinarla, el autor lavó y fregó la casa concienzudamente. Sus tíos entraron por la fuerza en casa de Juan Francisco, encontraron una de las habitaciones con la puerta cerrada, la abrieron y vieron un colchón fuera de lugar, tapando algo de manera chapucera. Al levantarlo, descubrieron el cuerpo de Laia.
La policía no encuentra una causa efecto, para explicar el crimen aunque la violación podría ser ua de ellas. Pero no se habían topado hasta la fecha con un asesinato como el de Laia, que ha ocurrido en el tiempo que tarda una niña de 13 años en bajar de la segunda planta de un bloque a la puerta de la calle, donde la esperaba su padre.
Dados los tiempos que corren el asesino, no parece demasiado anormal morfológicamente, creo que no es distinguible del resto de las buenas o regulares personas. Es simplemente un demonio, hecho para hacer daño.
O el reciente crimen del “Pescadito”, lo mató la novia de su padre por celos. Vuelos de a todo «El demonio la indujo a cometer el hecho»

Terrible y a cambio de que, y porque cada dia, hacen algo parecido. Matar muchos, hacerlos sufrir. Y el asesino en que se beneficia.
La cara de esos muchachitos, que en todas las partes del mundo, se compran armas de fuego y matan a sus compañeros.
¿Pero que produce esta patología tan lesiva?
La discordancia entre las vías inflamatorias y circuitos neuronales en el cerebro, conducen a alteraciones del comportamiento, perder los mecanismos de ataque y deensa, fisiológicos, Es probable que los primeros seres humanos al conectarse con los agentes patógenos y depredadores modificaran las respuestas biologicas. Sin embargo, en los tiempos modernos, tales interacciones entre la inflamación y el cerebro parecen impulsar el desarrollo de la depresión y pueden contribuir a la falta de respuesta a los tratamientos antidepresivos actuales. Los datos recientes han demostrado los mecanismos por los cuales la inmunidad innata y adaptativa interactúan con los neurotransmisores y los circuitos neuronales para influir en el riesgo de depresión.
La depresión afecta a hasta el 10% de la población adulta en los Estados Unidos y representa una de las principales causas de discapacidad en todo el mundo. Aunque existen tratamientos eficaces, aproximadamente un tercio de todos los pacientes con depresión no responden a la terapia convencional con antidepresivos
Las respuestas inmunitarias del huésped tanto a patógenos, como depredadores y factores sociales desde nuestros ancestros hasta nuestros días han sido responsables de estas respuestas.
Los seres humanos y animales de laboratorio proporcionan evidencia convincente de que el estrés neuro-relevante y la inmunidad forman un sistema integrado que evolucionó
para proteger a los organismos de una amplia gama de amenazas ambientales.
La respuesta clásica “lucha o huida” se caracteriza por aumento de la frecuencia cardíaca y la presión arterial, así como en cortisol y catecolaminas, conocidas como estrés activan las vías inflamatorias periféricas que son claves para movilizar en células mononucleares de la sangre, incluyendo la activación del factor de transcripción factor kappa B nuclear (NF-kB), y conlleva un aumento acusado de los niveles circulantes de pro-inflamatorias citoquinas, tales como interleucina-6 (IL-6).
Cada vez es mas frecuente encontrar la interaccion entre inflamación y cerebro conducen a la depresión y posiblemente también a la falta de respuesta a las terapias antidepresivas.
Llegados a este momento, nos tenemos que conformar , como la evolución, alterar o química cerebral y este desequilibrio nuestras de conducta. Y después de esto intentar tranquilizarnos, porque esto no dice casi nada y además asusta mucho. No tenemos nada con que remediarlo.
Hace poco tiempo su santidad el papa, ha hablado del Demonio y me siento , menos engañado, cuando responsabiliza a este ser de los desmanes que estamos sufriendo.

Dice el Papa.
Tres segundos le han bastado al papa Francisco para ponernos los pelos de punta. «No es una cosa difusa. Es una persona».
Va a haber que cambiar de disfraz porque el demonio no es rojo, no tiene cuernos, ni se parece a un chivo. Ni siquiera es feo.
El papa Francisco dice que es uno de nuestros conocidos. Por suerte nos da tres trucos para saber quién. El primero, es educado. «No entra invadiendo la casa. Es muy educado, Satanás».
De entre esos candidatos educados a demonio, hay que fijarse en el que más habla. Porque según el papa, Satanás es un encantador charlatán. «Es más inteligente que nosotros», detalla en una entrevista.
Y tercera característica del diablo: es muy pesado. Aunque te alejes de él, vuelve.
Educado, charlatán y pesado: ya tienen las pistas para encontrar al diablo que tienen a su lado.
“Santa Maria”. Esto puede ser mas verdad que todas las alteraciones del Factor de Necrosis Tumoral que perturba nuestro cerebro. Y además mas difícil de luchar con el, dada sus potencias.
Todos conocemos como cada dia estos demonios, de formas distintas, pero siempre haciendo sufrir y usando el sexo en demasía, actúan. No pasa un dia es la lepra.
La medicina siempre se ha preocupado de prevenir antes que curar, y aunque actualmente está consiguiendo algunos pasos, sigue teniendo grandes problema para evitar estas actuaciones criminales y que por ello estudia los cerebros criminales en un intento de encontrar la etiología el cerebro generales
Patricia Churchland cuenta que Identificar al criminal, e intervenir antes de que cometa su accion sería ideal. Los finales del siglo xix, aparece la frenólogiga, en un intento de relacionar los rasgos faciales y cereales con el comportamiento y con cualidades psiquicas del individuo. Esto pronto se demostró ineficaz. Y nos invitó a mirar el cerebro y los genes que modulan el cerebro.“
En el Wall Street Journal (Domingo/Sábado de Abril 27/28, 2013) el psiquiatra y neurocientífico Adrian Raine sugiere, que existe un enlace entre niveles bajos de actividad en las regiones prefrontales del cerebro y la psicopatía. En un segundo intento implica no ya a la actividad del cerebro sino a la estructura del cerebro: concretamente el tamaño del striatum es mayor en los criminales, como media. Raine también afirma que la genética ha comenzado a “identificar qué genes específicos promueven el comportamiento criminal”.
Deforma pues que ya tenemos imbricados : genes y cerebros, según la frenología de Raine.
La propuesta de los psicólogos evolucionistas “genes para” ha sido desmantelada por los genetistas, no obstante algunos siguen soñando con este fácil binomio o alterar el el
Algunos rasgos son heredables es cierto. La autora de este artículo y refiriéndose a su altura, que su Padre era alto y su madre era pequeña. ¿Hay un “gen para” la altura? Parece que hay al menos cincuenta genes conocidos que desempeñan algún rol en la altura humana, e incluso entonces, los genes reales casi nunca juegan mediante normas sencillas de “genes para”., estos cincuenta son sólo una parte de la historia. Sea lo que fuera lo que tomé de mi padre, no era un simple gen o dos que me hicieron alta. Es más probable que fueran un conjunto de genes que interactúan con otras redes de genes y con el ambiente y, esto fuera la causa de su altura, y cuando nos metemos en algo mas complejo como es la conducta. Entonces como va la cosa?.
Los estudios con gemelos, como apuntaba Raine, demuestran que los enlaces entre el genoma y comportamiento existen. Pero enlazar la casualidad, sin embargo, ha sido extraordinariamente dificultoso, incluso en animales simples y para conductas conservadas y controladas por el cerebro como los ciclos de sueño. La conducta que mi genoma marca a mi cerebro esta llena de irregularidades que hacen pensar mas en aleatorio. Hace falta por lo menos al camino; Gen, cerebro, razón y toma de decisiones.
Estudiando en moscas de la fruta y ratones, neuromoduladores como la serotonina, y la agresión, las cuales se incrementaban experimentalmente,. aumentando los niveles de serotonina mediante el uso de drogas o técnicas genéticas se incrementa la agresión en la mosca de la fruta, y si se inhibían genéticamente los circuitos de serotonina la agresión decrece. Más aún, estos resultados son consistentes con experimentos con ratones, sugiriendo la conservación de mecanismos para la agresión a través de cambios evolutivos. Dados estos datos, podría predecirse que el gen que expresa la serotonina debería conocerse como “el gen de la agresión”, o incluso, si eres atrevido, como “el gen de la violencia criminal”. Esto causó una gran excitación en muchos genetistas. [2]
Los genetistas Herman Dierick y Ralph Greenspan [3] criaron selectivamente moscas de la fruta agresivas. Tras 21 generaciones las moscas de la fruta macho eran 30 veces más agresivas que las moscas de tipo salvaje. Más tarde, compararon los perfiles en la expresión de los genes de las moscas agresivas con los de sus primos más dóciles empleando técnicas moleculares (análisis de micromatrices). Se pretende buscar si la serotonina es la “molécula de la agresión” y entonces este gen para la serotonina sería “el gen de la agresión”, este experimento lo revelaría.
No se encontró ningún único gen que estuviera asociado significativamente con un aumento de la agresión, pero sí se encontraron pequeña diferencia de expresión el 80 genes diferentes. En su lugar, se encontraron pequeñas diferencias de expresión en alrededor de 80 genes diferentes. [4] pero ningúno de estos genes regulaba la expresión de la serotonina. Se sabía que muchos de los genes cuya expresión había variado jugaban un papel en una mezcolanza de procesos fenotípicos, formación de cutícula, contracción muscular, metabolismo energético, unión de ARN, unión de ADN, desarrollo de un conjunto de estructuras incluyendo el citoesqueleto, así como muchos genes que tienen funciones desconocidas. Ningún único gen por sí mismo parecía suponer una gran diferencia en la conducta agresiva. Este estudio de la actividad de los neurotransmisores en la conducta animal tampoco fue útil había que seguir buscando.
Porque entonces los aumento de serotonina incrementan la agresión? Posiblemente la relación entre genes y estructura del cerebro no son un modelo simple de “gen para”. Los genes son parte de redes, y hay interacciones entre elementos de la red y su ambiente. Esto supone un enorme desafío para psicólogos como Jonathan Haidt, que afirman que hay genes para izquierdistas y conservadores, y qué decir del neurocientífico
Adrian Raine, argumenta, con simpleza, que los promueven el comportamiento criminal. Por otra parte la pluralidad de acción de la serotonina es importante dentro de una abigarrada variedad de funciones cerebrales y corporales. La lista incluye sueño, humor, motilidad intestinal, respuestas al stress, inducción de músculos lisos en el pulmón durante el desarrollo embriológico, y regulación de respuestas agudas y crónicas a los niveles bajos de oxígeno (hipoxia). [5]
La razón de esta lista es dramatizar la diversidad de funciones de la serotonina, y en consecuencia manifestar lo flagrantemente inadecuada que es la etiqueta de gen para la agresión. Esta parábola ilustra por qué los estudios de asociación deben ser tomados con gran cautela. La diversidad de funciones de la serotonina ayuda a explicar cómo es que cambiando sus niveles es posible ocasionar efectos extensos sobre todo el cerebro y el cuerpo. Incluyendo cambios en el comportamiento agresivo. Estos cambios pueden provocar una cascada de efectos, que a su vez ejercen una influencia en el comportamiento agresivo.
La moraleja de la Parábola de la Agresión en las moscas de la fruta es que resulta fácil especular sobre un “gen para” la agresión basado en la mera observación de una conducta y quizás en una intervención tal como la alteración experimental del nivel de serotonina. Pero a menos que hagas los test adecuados, no tienes pistas de si tu especulación es sostenible.
Si la relación entre genes y agresión es tan complicada en las moscas de la fruta, porque el “gen para el comportamiento criminal” No es ni tan siquiera marginalmente probable. Esto no quiere decir que los genes no supongan ninguna diferencia en la conducta agresiva. Lo suponen totalmente, como muestran claramente la selección de resultados de Dierick y Greenspan. Pero la relación causal entre un gen y estructuras del cerebro implicadas en el comportamiento agresivo es una vasta y elaborada red de elementos interactivos. Más aún, algunas de estas estructuras del cerebro responden al sistema de recompensas, el cual modula la probabilidad de comportamiento agresivo hacia otros humanos en función de la sensibilidad a normas culturales. La conexión puede entenderse no como un enlace al comportamiento criminal como tal, sino como un rasgo más general, tal como la susceptibilidad a la impulsividad en contextos que implican miedo o rabio.
Tienen peso la disquisición de Raine sobre el genoma humano, que los sujetos con una variante para el gen de la enzima monoamino oxidasa A (MAOA) son propensos a ser violentos, si sufren abusos durante la crianza. Las variantes producen niveles más bajo de la enzima MAOA. El enlace entre las variantes de MAOA y la violencia descansan en la investigación epidemiológica de Caspi, Moffitt y sus colegas (Science, 2002). Del nacimiento a la vida adulta rastrearon meticulosamente una población altamente homogénea de hombres de Nueva Zelanda. Los estudios de replicación, sin embargo, plantean complicaciones inevitables. Por ejemplo, el gen interactivo MAOA para el efecto de abuso podría ser específico de los caucasianos, e incluso no ser universal dentro de esa población. En este dominio, las conclusiones aún son provisionales, aunque los datos adicionales eventualmente podrían poner orden a las cosas.
Otros estudios sugieren que los abusos que incrementan el riesgo de violencia en las variantes de MAOA necesitan ser bastante específicos, por ejemplo, no sólo para el abuso parental sino para el abuso sexual. Adicionalmente, hace tiempo que se sabe que el abuso y el rechazo, cualesquiera que sean tus genes, son factores de riesgo para comportamientos malos posteriores. El abuso no es bueno para ningún cerebro en desarrollo. Puede que el riesgo relativo a variantes genéticas particulares sea mayor, incluyendo el gen MAOA pero sin restringirse a él.
En el film “Minority report” (Steven Spielberg, 2002) se especula con una brigada “precrimen”. Estamos aún lejos de llegar a ese punto
Esta sección está adaptada a partir de mi libro, Braintrust: what Neuroscience Tells us About Morality (Princeton University Press 2011), pp. 97-101.\
Para una introducción científicamente potente pero fácil de leer, ver Jonathan Flint, Ralph J. Greenspan, and Kenneth S. Kendler. (2010). How Genes Influence Behavior. New York: Oxford University Press. Para otros artículos defendiendo un argumento similar, ver Risch, N., and Merikangas, K. (1996). The future of genetic studies of complex human diseases. Science 273, 516–1517; Colhoun, H. M., McKeigue, P. M., and Smith, G. D. (2003). Problems of reporting genetic associations with complex outcomes. Lancet 361, 865–872. Hattersley, A. T., and McCarthy, M. I. (2005). What makes a good genetic association study? Lancet 366, 1315–1323.
Herman A. Dierick and Ralph J. Greenspan, “Molecular Analysis of Flies Selected for Aggressive Behavior,” Nature Genetics 38, no. 9 (2006): 1023-31.
Dennis L. Murphy et al., “How the Serotonin Story Is Being Rewritten by New Gene-Based Discoveries Principally Related to Slc6a4, the Serotonin Transporter Gene, Which Functions to Influence All Cellular Serotonin Systems,” Neuropharmacology 55, no. 6 (2008): 932-60.