Antonio Musa, médico personal del emperador Augusto
07/03/2016 franciscojaviertostado
Augusto Emperador Romano. Museo del Prado (Madrid).
Nunca una dieta de lechuga y unos baños fríos hicieron tanto por un Imperio. Me refiero, claro está, al tratamiento que indicó el médico personal del emperador Augusto para una dolencia que casi le costó la vida.
El colegio de médicos de Barcelona dedica preferentemente a médicos desde hace años una muy bien dirigida agenda cultural que acertadamente llevan los médicos, tocan temas tan variados como ciencias ,letras y artes.
Ayer el día veinte de enero Yo me quede con la duda de que tenia el Emperador y que si había algo mas que la slechugas y el agua frio.
el Dr Jaume Fontanet, hablo del medico del emperador Augusto, muy enfermo el, y con una patología, que en aquellos tiempos y posiblemente en los que vivimos, no era curable, salvo con “lechuga y Baños fríos”, pero el Dr MUSA, debió ser muy espabilado o se guardaba una varita mágica y consiguió curar a su majestad. A cambio este le lleno de honores.
Aunque los asistentes les gusto mucho el tema, que estaba muy bien dictado, yo me quede con la duda de
“que padecia el emperador y que le habia dado el Dr Musa, a mas del agua fría y las lechugas” .
El Dr no lo sabia, pero su admiración por el Dr Musa, para el era vital. Y podía explicar este prodigio.
Mas o menos como las curanderas de mi pueblo. Pero no mas

francisco javier tostadocuenta como sigue:

A nuestros ojos podría parecer una afirmación exagerada pero en aquellos tiempos el futuro de Roma dependió de ello. El médico en cuestión era Antonio Musa (63 a. C. – 14 a.C.), un antiguo esclavo griego, como la gran mayoría de los galenos de entonces. Su hermano, Euforbo, fue médico del rey Juba II de Numidia, y ambos conocían bien los tratamientos con hidroterapia y plantas (de hecho el género Euphorbia se debe a él).
Musa aprendió su arte de Asclepíades de Bitina cuya corriente era la más seguida en la medicina de entonces. Su fama hizo que acabara convirtiéndose en el médico del emperador y, probablemente, también de toda la familia imperial. De hecho, Musa junto con Quinto Stertinius Jenofonte y Cayo Stertinius Jenofonte fueron los galenos que cuidaron de la ilustre dinastía Julio-Claudia.
Antonius Musa.
Trabajo le dio Augusto porque su salud resultó ser muy frágil desde que quedó huérfano de padre al morir Cayo Octavio Turino cuando era pretor y gobernador de Macedonia mientras regresaba de Grecia. No se sabe la causa de la muerte pero la casualidad hizo que la muerte le sorprendiera en Nola (Nápoles) en el mismo lugar que a su hijo (algunos dicen que en la misma habitación).
Muchos le consideran el emperador más grande ya que sus políticas extendieron el poder de Roma iniciando un tiempo de paz (Pax Augusta) que nunca más se repetiría. Y aunque le consideraron hijo de un dios sus enfermedades le recordarían que no era más que un simple mortal. Aunque hábil y sagaz en política, en la batalla pocas veces participaría en el combate argumentando que no se encontraba bien y que prefiría permanecer en la retaguardia. Muestra de ello la encontramos en la campaña militar contra Cneo Pompeyo en Hispania y en la batalla de Filipos. No obstante, sus males no impedirían que fuera el emperador hasta Adriano que más tiempo pasara en las provincias que en Roma e incluso Italia, trabajando duramente atendiendo sus deberes como emperador.
Padecería de artritis, tiña, tifus, resfriados, colitis, bronquitis, eccemas, cálculos biliares… evitando las corrientes de aire y sintiendo verdadero pánico a los truenos y las tormentas. Pero entre todos sus males el más grave que se recuerda es el sucedido en el año 23 a. C., coincidiendo con una grave epidemia que asolaba Roma a consecuencia del desbordamiento del río Tíber. Augusto tenía 40 años de edad y se encontraba en Hispania intentando dar fin a las conocidas como Guerras Cántabras. Comenzaría a sentirse mal como nunca lo estuvo antes y regresó a Tarraco para recuperarse. No se sabe con certeza qué mal tuvo, algunos dicen que una enfermedad hepática o del estómago aunque también presentaba dolores articulares, pero lo cierto es que los tratamientos habituales como la aplicación de compresas calientes no hicieron más que empeorar su estado hasta el punto que, viendo cerca su fin, se planteó nombrar a su sucesor, cosa que no llegaría a hacer.
Fue entonces cuando aparece en escena su médico personal, Antonio Musa, quien modificaría el tratamiento aplicando baños de agua caliente alternando con otros fríos en las zonas doloridas y añadiendo una estricta dieta de lechuga. Milagrosamente, el emperador acabaría sanando y en agradecimiento le recompensaría con una fortuna en dinero, el derecho a llevar el anillo de oro del status de eques, además de erigirle una estatua junto a la de Esculapio en la Isla Tiberina, el hospital de la antigua Roma, en el lugar donde actualmente se encuentra la iglesia de San Bartolomé. El Senado también le otorgaría el derecho de quedar exento del pago de impuestos, beneficio que se extendería a todos los médicos a partir de entonces. Para un antiguo esclavo todos estos honores superaban con creces lo imaginable, pero lo más importante es que a partir de entonces se regularía la profesión médica, y en tiempos de Antonino Pío se obligaría a que en todas las ciudades los médicos fueran elegidos oficialmente y que los pobres pudieran ser atendidos gratuitamente.
Todo esto se debe a Antonio Musa que, aunque salvó la vida del emperador Augusto no podría hacer lo mismo con su nieto Marcello, designado sucesor del Imperio. Y es que ante la enfermedad nadie es infalible.
Como decía al principio Augusto murió en Nola a la edad de 76 años, algo impensable años atrás, encontrándose Tiberio y su esposa Livia en su lecho de muerte. Sus últimas palabras fueron “Acta est fabula, plaudite” (Suet.Aug. 97-99) que se traduciría como “La comedia ha terminado. ¡Aplaudid!”, aunque antes, públicamente, dijo: “Mirad, encontré una Roma hecha de ladrillo, y os la dejo de mármol”. En su entierro le acompañarían numerosas plañideras hasta la Ciudad Eterna, siendo su cuerpo quemado en una pira cerca de su mausoleo.
Augusto, aunque menos reconocido que Julio César, su obra permanecería mucho más en el tiempo. Un dios, pero mortal al fin y al cabo.
Una novela:
Augusto. De revolucionario a emperador, de Adrian Goldsworthy. Ed. La Esfera.
Links fotos:
Manel; Wellcomeimages.org
Información basada en el artículo “La misteriosa enfermedad que torturó al emperador Augusto hasta los 40 años” en ABC Cultura
La misteriosa enfermedad que torturó al emperador Augusto hasta los 40 años”
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